Taller Encantado

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20 de diciembre de 2010

No es tan malo ser mujer

Y lo dice alguien que lleva renegando del género femenino media vida, no porque odie a las mujeres o porque no sienta cierto orgullo de ser una, sino por la abundante cantidad de ejemplos diarios que nos ponen en cuestión por el hecho de no tener pene. Por tener que demostrar que podemos pensar y estar buenas a la vez, o que no es incompatible el tinte con el pensamiento crítico. En fin, media vida con la coraza puesta para descubrir un día de la manera más tonta que no es tan malo ser mujer, que al menos te da ciertas libertades frívolas como la de poder ponerte una bata con pompones o un gorro rosa fucsia. Y que esa sensación, produce algo de placer. Es bonito poder echarle el morro suficiente para poder ir hecha una petarda como Lady Gaga y que te nombren la mejor vestida del año, aunque sea a golpe de filetes. Tendrá que nacer un nuevo Tino Casal para que el género masculino se subleve y se atreva a colgarse patas de gallo. Entre tanto, aparte de fetiches eternamente castigados a parecer jóvenes y las mujeres podemos tener la jeta de ponernos unas botas de leopardo con una chupa de camuflaje y ya ni siquiera crearemos polémica. Es algo de lo que hay que alegrarse y, es más, propongo que al menos una vez al año nos liemos la manta a la cabeza y nos demos el gustazo de disfrazarnos, no de poli o de bruja sino de lo que realmente nos gusta. Y que el mundo nos mire con desesperación: somos mujeres y podemos permitírnoslo. No todo iban a ser pegas, tenemos patente de corso para ser abiertamente horteras y, lo mejor del asunto es que ya nadie puede definir qué es ser hortera...

8 de diciembre de 2010

Una carta inesperada I

Llovía a cántaros, pero tenía que sacar a Luna a pasear. Malditas las ganas que tenía de hacerlo, pero el pobre animal tenía ciertas necesidades que satisfacer y prefería que no lo hiciera en la alfombra del salón. De modo que con toda la pereza del mundo, me enrollé en una enorme bufanda que me cubría las orejas y medio rostro por completo y me dispuse a salir a la calle, con los dos grados bajo cero que acechaban fuera amenazando mi fuerza de voluntad.

El paseo fue breve puesto que el viento y una fina capa de nieve hacían verdaderamente desagradable estar en la calle. Llamé al ascensor mientras acariciaba el húmedo pelaje de Luna, aliviada al fin, cuando pensé que llevaba varios días sin mirar el buzón, desde el miércoles quizás. No me equivocaba: estaba hasta arriba, incluso varios panfletos publicitarios comenzaban a salirse por la abertura. Traté de cogerlo todo con una sola mano, pero Luna tiraba de la correa viendo que el ascensor ya estaba allí, así que el correo quedó esparcido por el suelo.

Fue entonces cuando vi su carta por primera vez. Era imposible no verla. Estaba entre recibos del banco, facturas variopintas y esa interminable ristra de folletos de establecimientos de comida rápida que parecen querer aprovecharse de los momentos de guardia baja. Como siempre, el sobre era azul y la letra de Ariadna se mostraba casi perfecta, en trazos largos y firmes que acusaban un indescriptible esmero en su plasmación. Ella era así, siempre se esforzaba al máximo y nunca era suficiente, quizás por eso necesitaba llegar hasta el final de las cosas, cualquiera que fuera el precio a pagar.

No me gustó ver su carta, no me gustó que mi mente conjurara sus manos cuando éstas se deslizaban entre libros y papeles y, sobre todo, no me gustó el inmenso vacío que sentí al recordar la punzada de su ausencia. Era como encontrarme cara a cara con mi antítesis. Mi caos frente a su orden, mi pereza frente a su capacidad de trabajo. Me sentí tan desbordado e incapaz como siempre. Agarré como mejor puede el correo y lo subí a casa. Llamé a Casa Ming para pedir tallarines con setas y pato laquedo y decidí no pensar en ella ni un minuto más. Después de hartarme a comer, me quedé dormido viendo un programa que no me interesaba en absoluto y así llegó la noche y pasaron varios días. 

Esta mañana, me han llamado del banco para decirme que habían cargado una cantidad inusual en mi cuenta, así que he repasado los últimos recibos. Entre ellos, estaba de nuevo la misiva y la curiosidad ha sido más fuerte. Ojalá nunca hubiera abierto ese sobre. Ojalá.

18 de noviembre de 2010

Los jueves escribo III Juguemos a ser otros

Meterse en la piel de otra persona o, como dicen los ingleses, tratar de andar en sus zapatos, es bien difícil, sobre todo cuando se trata de alguien querido. En cualquier caso, esa especie de usurpación nos permite reflexionar más sobre lo que nosotros creemos que piensan los demás que sobre lo que realmente pueden llegar a pensar. Solo las personas con una gran capacidad de empatía podrían extraer un resultado semejante a la realidad. Y desde luego, creo que muy pocas, con el paso de los años, y teniendo en cuenta que se trata de recuerdos de infancia, magnificados o pasados por el tamiz de múltiples experiencias, alcanzarán a atrapar el más simple de los pensamientos de esas personas con las que hemos convivido toda la vida pero que no dejan de ser grandes desconocidos.

Juguemos a ser otros

Y cuando abro la puerta ya no soy madre, ya no soy esposa, solo soy yo misma y puedo concentrarme en mi tarea. Soy libre y libre vuela mi pincel por la superficie del lienzo. Juguetones, emergen mil colores, los brochazos desenfrenados, los contornos desenfocados, las rúbricas al pie. Son obras creadas más con el corazón que con la cabeza porque así me lo ha enseñado mi maestro. Él me mostró que pintar no es dibujar y que en la falta de perfección, en el borrón y en la insinuación hay más arte que en toda la perfección del mundo.

Concentrada en mi tarea, puedo dejarme llevar a mundos lejanos, o abstraerme durante horas recreando una textura, un gesto o una nube sintiendo en cada brochazo que algo nuevo emerge y respira: una nueva creación.

Al regresar a casa, todo está como antes, pero no puedo quitarme de encima a mi hija pequeña que habla sin parar mientras me ayuda a preparar la cena. Y es que le encanta el olor a pintura, o eso dice con su media lengua.

4 de noviembre de 2010

Los jueves escribo II "Las tardes azules"

La infancia es un lugar extraño, difuso, algo que queda atrás pero que nos acompaña siempre. Nos sentimos alejados y concernidos a la vez en eso que comenzamos siempre explicando con el cliché "cuando era pequeña...". Aunque a veces hasta nos sonrojamos pensando en nuestra candidez de antaño o esa picardía desenfadada, la verdad es que no dejábamos de ser nosotros. Quizás más nerviosos, más expectantes, más ilusionados y dicharacheros incluso, pero nosotros al fin y al cabo. Ese cúmulo de potencialidades que puebla nuestros recuerdos y a los que desde la distancia nos gusta revisitar, espiar mientras nos preguntábamos qué ha sido de nosotros, por qué hace tanto tiempo que no jugamos es el germen de todo lo que somos ahora, como en este momento somos el germen de lo que seremos más adelante.

Las tardes azules

Me gusta llegar a casa muy cansada, así que aunque vaya corriendo hasta el portal, subo por las escaleras. Y cuando llego a la puerta, llamo al timbre muchas veces y así mi madre sabe que soy yo y viene a abrirme corriendo. Otras veces mi madre deja la puerta medio abierta y entro como un torbellino gritando ¡¡¡Hooola!!! y dando un gran portazo. Mi madre sabe si he tenido un buen día o no solo con oír el timbre de mi voz. Nunca puedo ocultarle nada, por mucho que lo intente.

La comida es el peor momento del día. No me gusta mucho comer cosas que no son dulces. Solo se salvan las croquetas, la tortilla de patatas y los espaguettis. Hay una laaarga lista de cosas que aborrezco: el pescado (menos los boquerones y las sardinas), las setas, las coles... Por eso mis comidas favoritas del día son el desayuno y la merienda. Son los únicos momentos en los que me dejan comer dulces: chocolate, magdalenas, galletas... La hora de la merienda es sobre las seis. Justo un momentito después de que llegue mi padre del trabajo. Siempre es igual: llega papá, voy a darle un gran abrazo y luego viene la merienda y los dibujos animados.

Luego mamá se va a pintar y está mucho tiempo fuera de casa. Mi padre apaga el televisor y ya no me deja ver más dibujos y el tiempo empieza a pasar más despacio hasta que se hace de noche y no tengo ganas de nada, solo de que vuelva mamá. Cuando llega huele muy bien, a pintura y a una cosa que usa para limpiar los pinceles y su cara está fresquita porque viene de la calle. No me deja hurgar en su caja de pinturas, pero reconozco el olor a óleo desde lejos. Sus cuadros son siempre una sorpresa porque se quedan en la escuela y solo al final del curso, cuando se organiza una exposición podemos verlos. A mí me encantan porque usa muchos colores, sobre todo el azul, que es mi color favorito.

3 de noviembre de 2010

De aires y ánimas

Un Día de Todos los Santos diferente. Menos festivo, más reflexivo, pero siempre en compañía de los seres queridos, recordando a los que no están ya. Recorriendo sus rostros en las fotografías para dejar impresa su huella en nuestra retina. Atrapando cada gesto, rememorando su risa. Las cosas que les gustaban y las que no, su forma de hacer las cosas, su ropa, su olor. Aprendiendo a vivir con un vacío. Interpretando el silencio de los demás para saber cuándo compartirlo y cuándo romperlo. Recibiendo el cariño de mucha gente, algunos de forma muy íntima, otros mucho más bulliciosos, pero todos unidos por un desencuentro, por una fría lápida a la que se le insufla el calor humano poblándola de flores.


Día de gran emotividad, con los nervios a flor de piel; luego ya en el calor del hogar, presentados los respetos podemos descansar, recordar, revivir, con una sonrisa. Es lo que ocurre con las personas buenas que no han ido sino sembrando el respeto y la admiración con cada acción y con cada palabra. Ojalá que seamos dignos de estar en las mentes y los corazones de los demás tanto como los que se nos han ido.

29 de octubre de 2010

Los jueves escribo I "Un nombre, un ser"

Escribir entraña su dificultad, escribir sobre uno mismo la duplica, pero puede llegar a ser terapéutico si a tu lado hay más personas con las que puedes hablar, debatir y sobre todo, relacionarte, aunque solo sea con la voluntad de comprender otros puntos de vista, otras formas de guiarse por la vida... Ahora, los jueves escribo, leo y escucho en compañía.

Un nombre, un ser

Nombrar no es sino dotar de existencia, de ahí que nadie pueda tomarse a la ligera la elección de la denominación de quienquiera que nazca a la vida. Lo que no es nombrado, no existe sino en un limbo del que ha de ser rescatado por la alquimia sagrada de la palabra. Rudos o suaves, delicados o resonantes, cortos o largos, de aquí o allá, sencillos o compuestos, nuestros nombres nos acompañarán, marcarán nuestra infancia y hasta dicen, nos atraparán en su sonoridad y sus connotaciones, como el guante se ciñe a la mano.

Mi nombre fue fruto del consenso de mis padres y hermanas, que buscaba un nombre que no se repitiera en la familia y que les sonara "nuevo". Además fue una decisión que hubo de tomarse con cierta premura, puesto que mis padres esperaban un niño. Tanto era así que todas mis sábanas, trajecitos y demás complemento, eran de color azul. Y sin embargo, rebelde hasta el fin, decidí nacer sin colita y David, que habría sido mi nombre, se quedó en el tintero. Así que cuando me presentan a "otro" David, no puedo evitar pensar que es mi tocayo, de algún modo, en una realidad paralela pero no imposible del todo.

21 de octubre de 2010

Jamás captivas

Rompíanse al no salir, íbanse quebrando. Algunas pugnaban por hacerse un hueco y en su lucha fenecían. Habíanse ido golpeando contra las paredes de su prisión y en su voluntad de ser libres moríanse de la pena que les causaba su falta de libertad y de la dureza de los muros edificados en torno dellas. Algotras en su indefensión encontrábanse rebujadas en cualquier rincón, incapaces de oponer resistencia a su situación, subyugadas esperaban un final tan cierto como el calor del sol.

Y yo en mi cobardía no podía ayudarlas, a ninguna dellas podía sacarlas de allí. Solo podía esperar; tan segura estaba de la mía incapacidad de liberarlas. Lo bello es siempre codiciado, y quien codicia no respeta ni gusta de compartir. Es por eso que destroza lo que más ama y consigue siempre el efeto contrario de cuanto se propone. ¡Sosegaos, hermosas captivas! ¡Calmad vuestros pechos animosos, levantaos las taciturnas, solo juntas, uniendo vuestros redaños y haciendo de la vuestra fuerza una, podreis romper el yugo y emprender el dichoso vuelo eterno de quien en ninguna cárcel perece habiéndose liberado por vez primera y firme para siempre! ¡Ya no habrá prisión que os alcance ni impiedad que os dañe!

El reflejo de Sitges

No alcanzo a encontrar la forma de explicar qué es para mí ir cada año a Sitges, durante unos días, a empaparme de cine y de mar. Desayunar y resayunar en El Fornet, degustar los placeres de la gastronomía vegetariana en El Verd o inflarme con las delicatessen de las Heladerías Olivier. Pasear las grises calles que van de El Retiro a Prado, o del Miramar al Autori Melià. Cruzarte cada año con algún famoso (en el sentido antiguo, célebre por su talento) admirable, como quien no quiere la cosa, de la forma más familiar. Caminar por la playa sintiendo que se te hielan los pies al contacto con el agua para darte cuenta de lo maravillosa que es la sensación de paz que ello te procura.

Y el cine, siempre el cine. De la mejor calidad o de la peor, del que te retuerce las entrañas o te provoca carcajadas. El ambiente de las salas, los espectadores jaleando las películas, aplaudiendo o silbando, como antes. Las frikipelis, el gore, el humor negro, el terror y la intriga, la risa más pura o la mayor de las atrocidades. Vivir muchas vidas en poco tiempo. Y nunca me canso de ver cine, si más pudiera ver, más vería.

Hasta el año que viene. Espérame un año más en la orilla, en los rincones y en las plazas, en las salas y las ficciones. En el corazón de Sitges, te estaré esperando.

Después del silencio

Y de repente, el vértigo de la imposibilidad del anonimato y de saber que lo que sale de mi boca lo puede leer todo el mundo, y de que la literatura rompe los márgenes de la intimidad entre tú y yo y ya todo llega a todas partes, y los relatos son ubicuos y tu lejanía infinitamente finita.

El cazador cazado: cuando el escritor lanza el mensaje, deja de ser suyo, se desprende como ente autónomo para gozarse en otros labios, para susurrarse en otros oídos y para volar libre de ser preso.

Las palabras que se nos desprenden de la mente sufren una suerte de metamorfosis parecida a la muerte o a la revelación. Se renuevan y se expanden o se asfixian y desfallecen... Les deseo a todas y cada una de ellas la mejor de las fortunas cuando comiencen su peregrinaje. Puede que regresen algún día, de otra forma, con otras melodías, en otros idiomas... Ya no mías, ya de nadie.

31 de agosto de 2010

¡Zas!

Cuando la vida te da una buena bofetada en la cara, cuando se ríe de ti y te descoloca, te zarandea y te vuelve del revés dan ganas de mandarlo todo muy lejos (por ser fina). La verdad es que se te quitan las ganas de avanzar, todo te da miedo, lo que hay dentro de ti y lo que te puede venir de fuera, se tamabalean los cimientos en los que basas tu estabilidad y tu tranquilidad y toda una serie de emociones desbocadas se desatan estallando y arrastrándolo todo a su paso. Es el momento tifón. Todo te molesta, nada te sirve ni te consuela, no sabes cuál es tu lugar, titibeas a cada paso, te sientes inútil, ridículo, solo.

Hay dos posibilidades, aunque no excluyentes del todo: la reclusión (o perecer ante la desdicha) o aferrarse a la esperanza (y luchar por salir del pozo). Esto es algo totalmente personal. Si alguien intenta sacarte y tú no estás listo para ello, caerá contigo y será aún peor porque retroalimentareis ese bucle de desolación y autocompasión. Si no dejas pasar el tiempo oportuno y no te lames bien las heridas, es fácil que seas muy débil y cualquier caricia se te antoje guantazo y caigas de nuevo.

En resumen: deja a un lado los libros de autoayuda escritos por tipos de sonrisa perfecta. Tómate tu tiempo, compadécete de ti mismo un poco, perrea, come helado a espuertas durante un fin de semana, cicatriza y cuando estés listo, adelante, tienes toda la vida frente a ti. Tienes derecho a estar triste, tienes derecho a enfadarte y a patalear. Que no te digan que no, porque sí, lo tienes. Pero eso no resolverá tus problemas, solo te dará un alivio efímero, (aunque a veces necesario). Puede ayudarte escribir, puede ayudarte leer (a ser posible literatura, aprenderás más leyendo a Auster que a Coelho), desde luego te ayudará abrir los ojos ante el mundo que te rodea (no solo el inmediato, suele ser bastante evocador echar una ojeada más allá de nuestro ombligo, donde el mundo se despliega en mil dramas infinitamente menos abarcables que el nuestro y en belleza y felicidad casi inaudita para nuestra imaginación).

Y este es mi manual breve para decirle adiós a las pantuflas y las pelis de serie B del videoclub de ONO y salir adelante, incluso cuando uno anda bien jod...o.

18 de agosto de 2010

Memorias sensoriales I ¿A qué huele el calor?

En este desnaturalizado mundo en el que vivimos es probable que poco a poco vayamos perdiendo nuestra memoria sensorial. Con el paso de los años, igual que los niños no asocian el tetra-brick de la leche con la ubre de la vaca, nosotros iremos disolviendo el pasado primigenio de nuestros sentidos, que carecerán de referentes. O no.

Si nos preguntaran a qué huele el calor, puede que algunos dijeran: "a hogar, a descanso merecido, a cuentos de sobremesa y charla familiar".

También dirían quizás: "a sol y playa, a bronceador y chiringuito veraniego". Aquéllas, sin duda dirían (y perdónenme si no es hermoso): "a menstruación, a punzada de dolor en el vientre que traspasa la carne hasta ruborizar las mejillas".

Otros señalarían "a pan recién hecho, crujiente su dorada corteza, humeante y esponjoso su corazón".

Puede que los más dijeran: "a materia que se consume, a neumático quemado, a plástico que se resiste a perecer devastado por la llama pasando al estado gaseoso en forma de negros humores".

Los picarones dirán que "a abrazo de dos cuerpos fundidos en uno" y los menos poéticos que "a abrigo y sustento, que lo demás se lo lleva el viento".

Los más aprensivos destacarían que huele a apestoso efluvio de infierno sulfuroso, aunque los más abnegados sin embargo dirían que a vientre materno, íntimo y protector. Y es que el calor huele a guiso de mil especias aderezado y a fábrica inhumana preñada de vapores y sudores desterrados. Huele a la vez a aridez y a vergel, a refugio y a amenaza. Y en estas dudas ando cavilando todo el día tratando de asir con la mente el aroma sublime o la peste insoportable del calor, que depende de la ocasión y la percepción de cada cual.

¡Bienhallado quien en entorno deleznable tenga sus narices capturadas por un buen catarro! ¡Y que disfrute con toda su capacidad pulmonar quien entre fragancias se oree!

12 de agosto de 2010

¿Quién dijo que el folk no estaba vivo?

Hace unos días pude asistir a un concierto del grupo musical extremeño Acetre. Naturales de Olivenza, mezclan entre sus ritmos sonidos de todo tipo, como los de instrumentos de percusión realizados con palillos, panderos, sartenes y dedales... además que introducir toda la tradición de la música portuguesa en las letras de sus canciones. No faltan tampoco otros instrumentos que le dan un toque más actual: batería, bajo, guitarras, clarinete, violín... El conjunto es un sonido muy peculiar, danzarín unas veces y cargado de nostalgia otras, como los que componen piezas que suenan a fado.

Las voces magistrales de las vocalistas proyectan historias de todo tipo, pero como cumbre nombraría Amores corridiños, El paso del zahorí, Mae bruxa o Hierba Loba, de estilos muy diferentes pero todas ellas muy hermosas. Podéis escuchar algunas canciones en la propia web de Acetre y comprar desde ella sus discos.

Os dejo una foto del fotógrafo Jorge Armestar en la que aparecen suspendidos como notas musicales en el pentagrama de la barandilla de una escalera.


Lecciones de entomología

La naturaleza nos brinda un constante espectáculo de color y de alegría que se refleja en la inmensa variedad de especies que pueblan nuestros bosques. Os dejo con las instantáneas que marcaron un día muy especial en el Cañón del Río Lobo y posteriormente en las Hoces del Río Duratón... desde las lagunas cubiertas de nenúfares hasta las rocas más áridas, la especialización de los insectos se abre camino.

19 de julio de 2010

A ti, que esperas

Ciprés alto y airoso,
flor de corola oscura,
joven de ojos más negros
que la noche sin luna.
¿Ves ese vellón blanco
que leve el aire empuja?
Así pasan los días
para no volver jamás.

Menos pronto la rosa
de galas se desnuda
si llueve, menos pronto
se ve la arena enjuta,
que de la vida pasan
placeres y amarguras
semejantes a un sueño
que concluye en la tumba.

¡Tan solo Dios es grande!
Si quieres que la pluma
de un arcángel escriba
tu vida santa y pura;
de las pasiones huye
que son mortal cicuta,
y el espíritu alado
remonta a las alturas.

El cuerpo es para el alma
prisión triste y oscura,
dichoso el que la rompe
de luz y amor en busca.
Dichoso el que a Dios sube
y en su esplendor se inunda
y confundidos arden
como dos llamas juntas.

Versos encontrados en el mes de mayo de 2010 y atribuidos a Bécquer en honor a una buena persona que espera un mágico y liberador momento.

6 de julio de 2010

Yo tendría tres añitos...

... seguramente dormía tranquila. Todavía no me preguntaba qué es la justicia, ni qué es lo que más conviene a un país: conservar su dignidad moral y la de su pueblo o asegurar la inversión extranjera y por tanto el alimento de un importante número de personas.

Yo era un bebé cuando en la madrugada del 3 de diciembre de 1984 en Bhopal, situado en el centro de India, 42 toneladas de una sustancia extremadamente tóxica conocida como isocianato de metilo, escaparon en forma de gas de una planta de pesticidas de la empresa estadounidense Union Carbide. Como consecuencia directa de la fuga se calcula que han fallecido más de 20.000 personas. En total unas 520.000 personas quedaron expuestas a los gases, siendo una de las catástrofes industriales más graves del mundo, por encima de la de Chernóbil.

Más de 100.000 personas han nacido con secuelas permanentes como cáncer, trastornos hormonales, mentales, ceguera, enfermedades de riñón o hígado a causa no sólo del escape puntual de 1984 sino también a la indiferencia de las autoridades que continúan manteniendo toneladas de productos químicos tóxicos en la antigua planta de la Union Carbide que se han filtrado hasta los acuíferos de subterráneos que proveeen de agua a miles de personas, afectando a toda una segunda generación.

La exigencia de responsabilidades se complicó aún más cuando en 2001 Union Carbide fue comprada por Dow Chemicals, también estadounidense, que se niega a asumir la culpa del accidente porque por entonces no era siquiera propietaria de la planta.

Durante todos estos años, las víctimas no han sido resarcidas por el inmenso daño infligido. La empresa, cuyo máximo responsable fue declarado prófugo, solo ha recibido como castigo la condena de ocho de los entonces empleados, todos indios, que rondan los 70 años, y a los que inmediatamente se les puso en libertad bajo fianza (excepto uno de ellos, fallecido ya) y una multa de 8.870 euros.

Obviamente la levísima condena no se corresponde con el dolor causado y con las consecuencias que todavía hoy tiene la pésima gestión de una administración cuyo principal interés ha sido la protección de la inversión extranjera frente a los derechos más primarios de sus gentes como son la seguridad, la salubridad de las aguas y la atención a los afectados.

De ahí la indignación, la ira y la tristeza de las víctimas y los activistas que esperaban con esperanza el veredicto del Tribunal de Bhopal y han visto dinamitada toda posibilidad de quedar resarcidos en algún modo.

La doble tragedia de Bhopal: la de no poder ver el fin del dolor causado y la impotencia ante la falta de justicia.

28 de junio de 2010

Náufragos

Guiados por el sonido de flautas dulces contemplamos juntos el temblor de las flores nocturas. Espiamos la belleza de los campos de verano iluminados por las caprichosas luciérnagas dejándonos naufragar en una luna extraña, lejana y caprichosa. Tomaste mi mano y me empujaste hacia el abismo asiéndome bien fuerte para no dejarme caer. Ya no puedo vivir si no es al borde, buscándote en cada reflejo de las aguas subterráneas.

El murmullo de los pájaros me trae a los oídos tu nombre pero es la noche la que me hace ver tu rostro en todos los seres de la oscuridad, en todos los fantasmales movimientos de las ramas y en todas y cada unas de las imperfecciones de los suelos que apenas oso tocar con mis pies, caminando de puntillas.

El mundo se me antoja frágil y quebradizo desde que no estás, desde que decidiste diluirte en la niebla para volver a tu legítimo lugar: todos los lugares. Vagaré viéndote en cualquier parte como cree el cristiano que ve a dios en todas las cosas, yo en todas las cosas te veré a ti... creyendo que el viento que acaricia mi mejilla me trae tus besos, que árbol que me cubre de la lluvia es tu cuerpo, que las flores se abren porque tú alimentas su tierra y que en ti me sumerjo cuando me introduzco en las aguas y las cascadas.

Tú eres los cielos y los planetas que orbitan, eres la luna y las mareas, eres la tierra y el calor, el fuego y el hielo, la nieve y las aguas y en las colinas veo tus hombros y en los valles veo serpentear tus brazos y todo lo cubre tu rostro. Tu divina alegría resuena en el repiqueteo del pájaro carpintero y en el romper de las olas y tu sabiduría en los templos abandonados y comidos de raíces de oriente y en las efigies del desierto y en los textos que no sabemos ya traducir. Eres el principio y el fin de todas las cosas y por eso te quiero, aunque no estés, aunque nunca vuelvas a estar, porque sí estás en multitud de formas siempre conmigo. En todas y cada una de ellas.

El fin de la ilusión

Solo oír tu voz diez minutos al día, me quiebra la vida. Solo intuir tu cuerpo vagando por los pasillos de la casa, respirar tu aroma hundiendo la cara en tus camisas... solo buscarte una y otra vez en las mismas fotos. Conozco las irregularidades de tu rostro, conozco tus cicatrices, albergo en mi ser el mapa de tu ser. Y solo buscarte me quiebra el alma.

Camino con paso quebrado mientras resuena en el eco de nuestra habitación tu risa. Veo tus dientes blancos. Acaricio el aire mientras pienso en sus suaves sienes. Pero no estás conmigo. Soy un sombra errante que no encuentra su hogar. Desarraigada, busco un lugar entre tus brazos que no existe para mí. Te espero al otro lado de esta realidad, porque aquí he agotado ya los sueños, las esperanzas han ido palideciendo y la felicidad compartida se ha marchado muy lejos.

Iré donde estallan las pompas de jabón, me esconderé en el lugar en el que yacen los calcetines desparejados y donde los deseos esperan a ser llamados a realizarse.

23 de junio de 2010

Caminos

Caminos que se cruzan, se abandonan, se anhelan, se retoman. Caminos que preceden a inmensas travesías, senderos en los que desembocan los caminos que apenas se empezaron a distinguir entre la fronda.

Hay muchos caminos. Unos quedan vedados por el tiempo o los obstáculos, otros se abren francos resultando irresistibles. Si en ocasiones parecen tenebrosos y temibles no menos cierto es que hay otros de ensueño que querríamos recorrer una y otra vez. Sin duda los peores son aquellos en los que no nos atrevemos a adentrarnos... retumban durante el resto de nuestras vidas en nuestras sienes los ecos de los pensamientos que retornan a aquel instante preciso ¿a dónde nos habrían conducido?

Como obligados viajeros de la vida que somos el arrojo nos es imprescindible para poder avanzar. Y eso conlleva elegir. Dichoso el que es libre para poder hacerlo.
O no. Las bifurcaciones y las desembocaduras en mil brazos son la desgracia de los irresolutos como yo misma, siempre perdida y siempre buscando. Pero en cualquier caso, no saber a dónde me dirijo me resulta tan estimulante como aterrador y es ese miedo visceral es que al final tiene el poder de salvarnos de la comodidad y la indolencia.

21 de junio de 2010

La salida

Me lo preguntaba a menudo, no podía evitarlo. Cuanto más trataba de sacar esa cuestión de mi cabeza, más parecía querer filtrarse entre mis reflexiones. Era la misma asfixiante sensación que tenía cuando no podía quedarme dormido y lo deseaba con tanta y tan infructuosa fuerza. Me desagradaba hasta la náusea esa maldita traición de mi mente, que me paralizaba y me dejaba a merced de mis demonios.

Con el ceño fruncido, las manos en los bolsillos y el andar afectado, me sorprendí caminando y conjurando a todos los dioses que me dejaran descansar de esas reflexiones a las que estaba condenado, pero nada surtió efecto. Después pensé que quizás la música me absorbería los sesos, de modo que tomé el primer disco que cayó en mis manos y lo reproduje tan alto como me fue posible. Aunque tuve unos minutos de paz, al cabo mi mente vagaba de nuevo por las dudas y contradicciones que trataba de sortear, y de nuevo comenzaba a razonar en baja voz, cavilando sin descanso, volviendo una y otra vez a los mismos lugares.

No podía dejarme vencer así, de modo que salí de nuevo a la calle, dispuesto a liberarme a cualquier precio de aquellos invisibles fantasmas que me estrangulaban los pensamientos. Comenzó a llover, primero tímidamente, luego con fuerza, y aquel golpeteo del agua no hizo sino seguir taladrando mi ya de por sí hastiada razón. Eché a correr, desesperado, llevándome las manos a la cabeza como si así pudiera sacar de ella mi oscuros pensamientos, corrí como un loco hasta llegar a aquel portón. Luego solo recuerdo que así con fuerza la aldaba y golpeé aquella puerta como si fuera mi única posible salvación.

18 de junio de 2010

Aroma de café

Aroma de café matutino, el periódico bajo el brazo y el sueño grabado a fuego en los ojos. Teo iba a la oficina dejando que su mirada quedara prendida de cualquier hermosa muchacha, pero antes, un sueñecito en el tren le haría bien, es más, lo necesitaba para reponer fuerzas. No todos los días se le pegaban tanto las sábanas, pero esa víspera, inolvidable, le había dejado agotado y no podía ni debía llegar tarde al trabajo. Se sentía dichoso, extasiado, feliz, recordando el placer que había sentido, al menos hasta que se percató de la mancha de sangre.

15 de junio de 2010

Sálvame de morir ahogado

Sálvame de morir ahogado entre las aguas, rescátame de la tempestad. Tómame de la mano y corramos descalzos por la orilla. Dejemos que la brisa salina se cuele dentro de nuestras camisas, que la marea nos sorprenda jugando en la arena. Dame la oportunidad de escapar del tedio, de liberarme de las cadenas y gritar libre mientras me arrojo a un mar en calma. Podemos nadar hasta cansarnos, hasta arribar a playas limpias de las que esconden tesoros ignotos. Buscaremos un vergel colmado de dulcísimos frutos y viviremos al aire y al sol mientras el tiempo se encarga de borrar las huellas del pasado. Podremos escuchar el mar en una caracola y trepar a las palmeras. Seremos uno renaciendo en paz con la naturaleza lejos de máquinas y artificios. Se acabarán los miedos, las dudas, las obligaciones. Toda una vida por delante para vivirla de veras.


Sálvame de morir ahogado. Abre el cuello de mi camisa, afloja el nudo de la corbata, masajea mi pecho, porque me ahogo lejos del mar. Prisionero entre muros de hormigón y vigas de hierro. Desfallezco aniquilado por la inmensidad de las deshumanizadas ciudades que nos acogen hacinados aspirando gases y envenenando nuestras almas. Rescátame de entre estas ruinas que son mi alma y mi cuerpo, que arde en llamas invisibles por remontar el vuelo. Llévame contigo muy lejos, a un lugar en el que no viva a través de los demás, anclado al tic tac de un reloj implacable que se lleva mi vida, vacía.

Volver a nacer

Nunca tuve suerte. Nací pobre, no tuve educación. Crecí preocupándome siempre por tener dinero suficiente en el bolsillo para mí y para poder criar en condiciones a mi hermana. Empecé a trabajar muy joven, mucho. No estoy seguro, pero creo que mi primer empleo fue cargar sacos de patatas. Mi padre murió joven, se cayó de la obra en la que trabajaba. De mi madre me acuerdo aún menos, nos dejó antes aún. Conservo una foto vieja, de esas que hacían antes las cámaras en un formato cuadrado. Los bordes están gastados y aunque la cuido, se estropea cada año un poco más. Nunca la llevo encima, no quisiera perderla. La guardo en una caja de galletas de latón,que me trae muchos buenos recuerdos. Pienso que cuando el tiempo haya devorado la fotografía, perderé a mi madre para siempre y es la única familia que me queda. Cuando Joan cumplió los 16 se escapó. La busqué, puse carteles por las calles, hice de todo para intentar recuperarla, pero creo que necesitaba abrir las alas y echarse a volar. Como las crías de las golondrinas. Necesitaba buscar su propio nido, ser independiente.

Ahora estoy solo. Tengo un trabajo estable de vigilante nocturno. A veces echo una pequeña cabezada sin querer. Pero es igual, si no, sueño despierto. Siempre me ronda la cabeza si será cierto eso que dicen de que uno puede volver a nacer. Algo así como estar en otro cuerpo. Por las mañanas estoy haciendo un cursillo de esos que son gratuitos para aprender informática. Se me da un poco mal, pero creo que hay que insistir. A lo mejor no hay que morirse para volver a nacer. A lo mejor solo hay que buscar la fortuna. Desde luego, hasta ahora parece que huye de mí, pero cualquier día de estos, las cosas cambiarán. Incluso puede que Joan una mañana llame a la puerta de mi apartamento. Puede que a ella las cosas le hayan ido bien, puede que sea feliz. Eso es al menos lo que quiero pensar. Que es libre, allá donde esté y que pronto nos veremos siendo otros, dejando atrás los recuerdos.

10 de junio de 2010

Mientras tenga dudas

Espero no alcanzar a contestar nunca todas mis preguntas, seguir siempre teniendo dudas, voluntad de esclarecerlas y medios para alimentar mi curiosidad. Dudar me hace sentir viva. Saber que nada es determinante, que cada camino que se abre se bifurca en mil brazos y que nadie se encuentra en poder de la verdad absoluta. Ese es el germen de la investigación, es el aliento del explorador y las alas de la curiosidad que mueve el mundo a avanzar.

El interrogante ha dejado en vela a más mentes brillantes que la certeza, a la que a duras penas se llega para luego no poder seguir adelante. Las eternas incógnitas son las que nos fuerzan a sabernos limitados e imperfectos y a recorrer sendas para poder llegar a algún lugar, siempre indeterminado y siempre final. Lo importante es el viaje que hagamos. Lo desplegados que tengamos los sentidos para poder disfrutar el camino y extraerle el jugo a la vida. Sentir, besar, amar, soñar, sufrir, ver, correr, aprender... llegar no es más que otra forma de morir.

Mientras tenga dudas, estaré ojo avizor, con la mente despejada y trabajando, con las ideas fluyendo para derrramarse en un papel y unas inmensas ganas de vivir ¿me acompañas?

Juego de niños

Como hija de la noche, la pequeña Violet no podía evitar sentirse atraída por la blanca luz de la luna. Se filtraba a través de las vaporosas cortinas de su estancia hasta alcanzar su carita de plata y sacarla de su frágil letargo.

Entonces, se deslizaba silenciosa sábanas abajo y caminaba descalza, despacio, como para no despertar a las estrellas. Su cabello ensortijado y libre le cubría los hombros protegiéndola del frío de la noche mientras abría los amplios ventanales que daban acceso al cielo. Lentamente, se encaramaba al alféizar y su pequeño y ligero cuerpecito trepaba ágil hasta el tejado. Allí, sobre la negra pizarra, su blanco camisón parecía centellear para comunicarse con sus hermanos astros mientras decenas de ojos en la noche la buscaban sin descanso. Cuando una nube ocultaba la luna, los veía acercarse a ella, pero no sentía ningún miedo. Eran parte de su familia, y venían a ella al verla refulgir a la luz de la luna. La oscuridad no acertaba a ocultar ese resplandor para los felinos que acudían a protegerla.

A pesar de no contar más de seis años, Violet sabía quien era. No era la hija del conde, ni una brillante estudiante de piano. No era la heredera de una inmensa fortuna, ni una insomne criatura alentada por la belleza de la naturaleza. Al menos no era solo eso. Era algo más. La reencarnación de una diosa. La responsable y protectora de las criaturas de la noche. O quizás aquello no era más que un juego de niños.

Eurovision 2010

Ya estaba tardando en hacer la valoración de la gala de este año. No, no hablaré del pelma que se coló en el escenario, ni de la ridícula multa impuesta por la organización al conocidísimo personaje. Lo que sí diré es que en España no tenemos criterio: o mandamos a Chiquilicuatre (por cierto, ya no será lo mismo bailar el maikelyason con el rey del pop bajo tierra) o nos representa un "Ballet Bolsoi" con el que no creo que se identifique ni el tato.

En fin, dicho esto paso a la chicha: mucha baladita insufrible, mucha fórmula trillada y requetetrillada y DEMASIADO inglés. Que me expliquen que hace Bielorrusia, Albania o Turquía cantando en un idioma que le es del todo ajeno.

Eso sí, si se va a defender una buena balada, de esas que no te provocan ganas de suicidarte al cabo de cinco segundos, que sea con el vozarrón de la irlandesa Niamh Kavanagh (Irlanda) o si llevas por bandera una canción popera, que la interprete una acertadísima Juliana Pasha (Albania) o una Hera Björk (Islandia) en estado de gracia. Muy, pero que muy lejos, quedaba en mi opinión la canción de Georgia, (incomprensiblemente favorita) que tenía la sensación de haber escuchado mil veces.

Aunque el folclore no sea santo de mi devoción en este tipo de eventos, los serbios apostaron fuerte con algo diferente, que tenía un fondo al más puro estilo Kusturica y me encantó. Rumanía con el doble teclado también intentó hacer algo diferente, con un dueto que sonaba bien, con ecos de músicas ya oídas pero cómodas y agradables y vive dios que Paula Seling canta ¡y cómo!

Lo que más he echado de menos: originalidad, apuestas por ritmos diferentes y por qué no decirlo, un toque de irreverencia. Es quizás eso lo que se ha valorado para que Lena ganara este certamen, esa frescura y dulce rebeldía encriptada en una voz espléndida.

El vídeo del dúo rumano no tiene desperdicio...

Respirar hondo y contar hasta diez

Cada día y cada vez más frecuentemente, me veía necesitado de parar, respirar hondo y contar hasta diez para no mandar a alguien a la mierda o decirle cuatro cosas. Encontraba a todo el mundo torpe, indiscreto, vanidoso o simple. Me costaba relacionarme, me parecía imposible conectar con alguien porque todo el mundo representaba una amenaza a mi tranquilidad o peor aún, me parecía que era una cosa para los demás, que solo reclamaban mi atención para conseguir algo, utilizándome por puro interés como medio para obtener algún tipo de beneficio.

Me sentía impotente, rabioso y me enojaba con facilidad hasta tal punto que pensaba que un día estallaría, que no podría contener a la bestia que rugía en mi interior y pugnaba por salir. Sin embargo, respiraba, contaba y nadie a mi alrededor llegaba siquiera a sospechar de mis verdaderos pensamientos. Era un ciudadano ejemplar. Siempre atento, siempre dispuesto, siempre dulce y servicial.

Entonces llegaste tú. Nunca pensé que pudiera existir alguien así, con tal capacidad para hacerme cambiar. Tú y solo tú. Soñaba contigo, fantaseaba con tu presencia a cada instante. Cuando no estabas, tu fantasma seguía flotando en la estancia, como si siguieras allí tanto o más que cuando tu presencia era física. Solo tú lo conseguías. Tú lo eras absolutanmente todo. Nadie más que tú.

Tú me enfermabas hasta el extremo de descubrir mi máscara de odio, mi repugnancia hacia el ser humano, mi profunda aversión a los idiotas que me rodeaban. Eras la cúspide de las desgracias que recorren todas las vidas, encarnabas todos los vicios y las inaptitudes de las que siempre quise huir y para colmo eras como la sombra pegada a mis zapatos. Tú y solo tú. Tú lo eras todo. Por eso ahora no eres nada. Escribiré con gusto tu epitafio.

Océanos, universos de ingravidez

Esta obra rezuma poesía desde el primer fotograma hasta el último. Nos muestra la biodiversidad de las aguas en su estado más puro: podemos sentir la respiración de los habitantes de los mares, oír sus gemidos, apreciar el batir de sus aletas en el líquido elemento y sobre todo, ser espectadores de su lucha por sobrevivir…

La cuidadídisima fotografía es producto del esfuerzo conjunto de todo un equipo de especialistas en grabación submarina y terrestre. El nivel de precisión que se alcanza es tal que el espectador puede sentir que baila con las ballenas o que se sumerge en bancos de peces plateados. Sobre todo llama la atención el respeto de los investigadores y los equipos de submarinistas que han hecho posible que podamos ver la fauna marina como nunca. Y en pantalla grande, ¡qué belleza!

Es de reseñar el esfuerzo realizado para grabar en horas bajas de luz, mostrando el gran azul teñido por la paleta de los cielos así como el acercamiento extremo a toda clase de especies: etéreas medusas, tiburones grises, estrellas de mar… Las serpientes ralladas de mar fluyen hipnotizando al espectador tanto o más que los rechonchos pingüinos que se introducen en orificios redondos del hielo o las focas que abrazan a sus vástagos bajo las aguas.

A esta encomiable labor se une la colaboración de la Agencia Espacial Europea, que nos regala planos imposibles en los que podemos salir del planeta Tierra y volver a penetrarlo dejando atrás tormentas eléctricas, nubes y aires indefinidos.

También las metáforas del océano como espacio extraterreno surcado por constelaciones de peces y miríadas de microorganismos cual estrellas flotantes, son de extraordinaria lucidez y nos recuerdan a un Stephen Hawking capaz de ver el universo en una cáscara de nuez.

Lamentablemente en un giro inesperado también nos alerta del inmenso daño que le estamos haciendo a nuestro propio hábitat. En el año dedicado por la ONU a la protección de la biodiversidad, se pone de relieve el exterminio de algunas especies marinas, la contaminación de las aguas, el paulatino deshielo de los Polos y con ello el gran interrogante ¿qué pasará con aquellas especies que ni siquiera hemos llegado a descubrir?

El ritmo, marcado fundamentalmente por la música y brevísimas incursiones de una voz en off que en absoluto lastra el espectáculo visual, es en ocasiones pausado y en otras desenfrenado, como lo es la actividad que se genera en el océano. Mientras que los grandes mamíferos marinos cantan en las profundidades de las aguas, los delfines hacen imposibles piruetas y las gaviotas se precipitan como flechas en busca de alimento.


Es en suma una obra que sobrecoge, asombra, abruma y despierta al espectador, sumido en un letargo que ya dura demasiado: es nuestra responsabilidad proteger la biodiversidad y conservar nuestras aguas.

24 de mayo de 2010

El oficio sin beneficio

Pero ¿escribir qué es? ¿Se puede vivir de escribir? ¿Hay vida detrás de la escritura? ¿Acaso hay vida sin ella?

La escritura es una amante despechada y esquiva. Lo mejor, como en el caso de los apasionados romances, es la espera, los instantes previos al beso. Luego ya todo son abrazos y caricias y búsqueda de plenitudes. Es el preludio, la antesala, los nervios, la zozobra, lo que hace que cobre valor el acto en sí de tomar las riendas para desvanecerse en palabras.

Quien escribe no vive, quien vive sin escribir jamás vivió sino trivialidades. Si nada te ha tocado el corazón lo suficiente como para querer plasmarlo en un papel, es que algo te ha faltado.

El autor se diluye con la tinta y se deja parte de sí mismo en cada papel. Como un cántaro que se vierte generoso y entre tanto se nutre y ha de llenarse de nuevo para poder recomenzar el proceso.

Al final de la calle

Caminaba angustiado, con un cielo plomizo sobre la cabeza que parecia oprirmirlo contra el suelo. Quería apretar el paso, pero los pies le pesaban como inmensas losas y se sentía torpe y ofuscado, ¿por qué siempre tenía que retrasarse el maldito tren? Cada mañana lo mismo, pero hoy aún peor. Se le habían pegado las sábanas, se le había quemado la comida y no le había dado tiempo a ducharse, de modo que estaba cansado, sucio y desesperado.

Parecía que nunca terminaría de recorrer aquella estúpida callejuela. Luego tan solo un cruce le separaría de la oficina. Sin embargo, estaba tan cansado, que cuando al fin, paso tras paso, llegó al final de aquel tedio, decidió salirse del cuadro, rasgó la zona izquierda del mural que cubría la pared y se salió de aquel día de perros, que tan absurdamente había comenzado.

Corrió por los márgenes prohibidos, quebrantando las leyes de los relatos para cambiar su suerte y regresó a su habitación. Le llevó mucho menos tiempo de lo que le habría costado retornar por la vía ordinaria en transporte público, apretujado en el metro y el cercanías en hora punta y caminando después un buen trecho. Pero qué demonios, se merecía empezar el día en condiciones y se tomó aquella licencia contraviniendo los deseos de su autor. Quizás se había quedado dormido sobre el relato. Si era una novela negra, desde luego, se había ido al garete.

Emerson volvió a casa, como decimos. Y cambió su nombre. Le parecía espantoso. Thomas le pareció mucho mejor. Se preparó unas buenas tostadas y decidió empezar a buscar un buen trabajo inmediatamente. Estaba cansado de aburrirse en aquella mugrienta y húmeda oficina. Con la tripa llena se dió una ducha y se afeitó con mimo. Hoy va a ser un gran día (pensó para sí).

Cuando William Petrus O'Connoly volvió a tomar la pluma su desconcierto fue tal que sufrió un ataque al corazón. Nadie supo nunca el por qué de su colapso. Salvo yo.

Nadie la culparía

Si ellos supieran... Ariadna teje su tela con suma cautela. Callando, soñando lo que pudo ser y no será ya nunca. Interfiriendo lo menos posible en las vidas de los demás, ya sabiendo que la suya se marchó para siempre. Allí, bajo aquel puente, espera paciente. Cada día y cada noche, con su traje de novia, espera.

La primera vez que pasé por allí, ya me percaté del frío que hacía. A pesar del intenso bochorno del verano, aquel pasadizo sobre el que se eleva un puente, siempre está congelado. Sin embargo, los yonkis de las afueras no paran allí. Ellos sencillamente pasan de largo y prefieren el desesperante calor a quedarse solos. Notan su presencia.

En cualquier caso, nadie la culparía si supieran que Ariadna espera porque prometió esperar. Y ella siempre cumple su palabra. Algún día, llegará lo que espera y entonces, podrá marchar. Entre tanto, a veces sin querer, le hiela la sangre a algún incauto al que le gusta jugar con fuego.

5 de mayo de 2010

Reviewers Episodio Cero

Deberías verlo y darnos tu opinión, puedes hacerlo en el foro de Hobby News. De antemano gracias por tu interés ;)

El siguiente paso

Cuando te pones el anillo en el dedo anular de la mano derecha delante de un juez, tenlo claro, la siguiente pregunta será ¿y para cuándo los niños? Esta pregunta no es fácil de contestar, y normalmente te deja sumida en muchas reflexiones, algunas de lo más absurdas y surrealistas como puede ser... si según el calendario maya la vida se extingue en el 2010, ¿para qué voy a tener hijos?

En fin, chorradas aparte, la verdad es que plantearse ser madre es algo complejo y delicado por muchos y variados motivos: deseas darle lo mejor al pequeñuelo, no sabes si estás a la altura de la responsabilidad que conlleva traer un hijo al mundo... Si uno apenas sabe vivir su propia vida, ¿cómo va a ser capaz de hacer frente a las dudas de un niño?

De vez en cuando y contrariamente a la razón, la actualidad te da una buena noticia. Resulta que para estar como estamos, nacer en España no es una mala noticia, está en el ranking de los 15 países en los que es mejor aterrizar en este valle de lágrimas. Vamos, que como siempre suelo decir, somos privilegiados, y los temores a los que se puede enfrentar aquí una criaturita nada tienen que ver con los de algunos infiernos ab terram como los de países en guerra, al borde del caos o enterrados en la más honda de las pobrezas, arrasados por desastres sociales o naturales que están del todo fuera de su capacidad de recuperación.

Tenemos los requisitos principales: los papás, un lugar que al menos no es hostil para crecer y unos recursos básicos para salir adelante. Solo falta el arrojo y que la biología acompañe.

22 de abril de 2010

A simple vista

Estábamos charlando muy animadas cuando repentinamente el cielo se oscureció y comenzaron a caer del cielo unas enormes gotas de lluvia. La verdad es que eso sí que no nos lo esperábamos, así que echamos a correr, pero pronto el pelo empapado y los tacones resbaladizos empezaron a ser realmente molestos. De modo que fuimos a guarecernos al primer sitio con cornisa que encontramos, et... voilà! era una cafetería acogedora y calentita, así que, sin pensarlo más, nos decidimos a seguir nuestra parlanchina tarde delante de un té.

Sin embargo, esta empresa no sería tan fácil de llevar a cabo puesto que parecíamos las últimas en haber discurrido esta idea: el local estaba a rebosar. Nos dirigimos a la barra indecisas, buscando un hueco (que lo había) pero no dos sillas para poder descansar de la apresurada carrerrilla que nos había dejado sin resuello. En el lateral, un hombre leía la prensa y a su lado, al menos, una banqueta y un trozo de barra nos prometían una bebida caliente.

El hombre, que era un caballero, me ofreció su silla con toda la cortesía del mundo sin mirarme en ningún momento, como si fuera de todo punto su deber cederme su asiento. Azorada, le dí las gracias, y de soslayo me percaté de que bebía una copa de vino. Curioso, pensé para mí. Había captado toda mi atención, de modo que ya me costaba seguirle la conversación a mi compañera. No podía evitar seguir pensando qué hacía a esas horas un hombre joven y apuesto, vestido de traje, leyendo la prensa y bebiendo vino. Solo. Al cabo de un instante vació su copa y con un gesto apenas perceptible le indicó al camarero que la llenara de nuevo. Esa no era su segunda copa. Y no era un hombre. Era apenas un muchacho con más responsabilidad de la que podía asumir y que se sentía brutalmente solo. Por eso bebía cada tarde hasta tener que arrastrarse a casa, era la única manera de sacudirse una vida de éxito fútil. Esa clase de triunfador que todo lo tiene y nada le llena porque solo encuentra refugio empapándose en alcohol.

Al cabo de los días, me volvió al pensamiento aquella figura triste y solitaria y recordé. Recordé a Ismael, de niño, corriendo por el barrio detrás de una pelota e inflando el pecho ante su hermano mayor. A simple vista no me había percatado de que era él, pero ahí estaba, ahogando una existencia valdía en un callejón sin salida. Me habría gustado decirle que podía elegir. Que podía dejar de intentar vaciar la botella y salir de aquel lugar. Pero me temo que eso ya lo sabía y no era suficiente.

20 de abril de 2010

La trampa de lo genuino

Cada cierto tiempo un revolucionario viene a recordarnos la importancia de ser genuino, de crear cosas nuevas, de ser diferente y especial en un ataque de verborrea impúdico. Trata de despertar al adolescente incomprendido que todos hemos sido no hace tanto, y que dormita siempre dispuesto a despertar y recordarnos lo mediocres que somos y lo que hemos abandonado nuestros sueños para tener una vida anodina.

A vosotros, tótems de la comunicación, creadores de tendencias, visionarios del porvenir y fauna varia, os digo que os guardeis vuestros consejos para los que os siguen con los ojos cerrados. Lo siento, pero no cuela. No es justo que nos digais que copiamos el pasado, es que sencillamente sin pasado no estaríamos aquí. Necesitamos conocer, estudiar, evolucionar. Pero no nos vendais la moto de que tenemos que ser nosotros mismos (¿quiénes vamos a ser si no? mientras no inventemos la transmutación...) ni de que tenemos que defender nuestra individualidad. Si no somos nada... y quien crea que es algo debería dejar de contemplarse el ombligo para darse cuenta de la vastedad de lo que le rodea. A lo mejor lo que nos hace falta es precisamente recordar, imbuirnos de la nostalgia del pasado, buscar en lo mejor de nuestras memorias para hacerlas renacer con nuevo esplendor.

Pero es más fácil hacernos creer que somos cafres enfrascados en la ingrata tarea de rebobinar la cinta del tiempo para clonar metonímicamente cuanto se nos antoja, así, inconexo, sin explicación ni razón aparente.

Negémonos a ser genuinos, seamos simplemente y olvidémonos de los bucles del tiempo, que inevitablemente nos llevarán queriéndolo o sin querer a recorrer los mismos senderos y nos traerán a todos buenos y malos recuerdos, pero en cualquier caso, nos adentrarán en la esencia de lo que somos y por qué.

Destellos de felicidad

A la postre y sin conocer muy bien la razón, tengo la suerte de padecer gustosa destellos de felicidad intermitentes. Como cohetes que estallan en el cielo cubriéndolo de mil colores, pero tan solo un instante. Luego el ensanchamiento del miocardio se termina y me siento más pequeña. No más joven, sino más chiquita, como si una mano enorme me hubiera estirado todo el cuerpo desde la cabeza y luego lo dejara caer de nuevo.

Del intrincado mejunje hormonal que recorre nuestro cuerpo, quién sabe qué compuesto o reacción tiene la culpa de que se me queden prendados los ojos de la sonrisa de un viajero del metro, o del bostezo de un perro. Solo sé que en un momento dado, todo lo que me rodea me parece hermoso, una pequeña obra de arte que fluye a mi alrededor, una partitura en la que yo soy una corchea o quizás un silencio que se sale del pentagrama para contemplar la sinfonía y saberse en conexión con todo.

Otras veces rabio por no tener a la mano algo con lo que poder escribir, algo con lo que dar salida a las imágenes y las palabras que se acumulan incesantes en mi cabeza. Lucho por retenerlas, pero esa no es su naturaleza y escapan evasivas al fin, para no volver, ¿dónde se esconden la historias que no llegamos a contar? ¿En qué lugar se refugian las palabras nunca dichas, los mensajes que no llegan a destino, las ideas que rehúyen a su creador? Quién sabe, la memoria es débil, cristal fino que se quiebra al contacto con la realidad. Dicen que siempre soñamos, pero que al activar nuestra mente y pensar en el día de hoy, olvidamos todos los mundos en los que hemos pasado la noche, inevitablemente. Y que solo si encontramos una llave que nos abra la puerta de acceso a esos mundos a lo largo del día podemos volver a acceder a ellos.

Será cuestión de vivir menos aquí y más allí, dejándose llevar por los arrebatos de felicidad que nos envuelven, arrastrando nuestros pensamientos tras los cantos de los pájaros, o arrullándolos entre los pétalos frescos de las flores que comienzan a abrir.

Ojos sobre ojos

No es algo en lo que piense a menudo. La verdad es que una vez superado el duelo (y el shock que provocan las catástrofes intermitentes que nos socavan la vida de cuando en cuando), conseguí alejar de mi mente los recuerdos. No fue fácil, se siguieron pesadillas, ataques de llanto, tristeza indefinible... pero por así decirlo, hice el ímprobo esfuerzo de licuar mis memorias como cuando se pisa la uva, para dejarlas discurrir lejos de mí, ya convertidas en otra cosa, diferente y ajena, remota al fin.

Sin embargo, de cuando en cuando vuelvo a ver sus ojos. Ojos sobre ojos. Sus rizos revueltos de niña traviesa recién levantada con la barbilla hundida en su gato persa blanco. Recuerdo que cuando la veía así, con su batita y sus chanclas, me hacía gracia. Pensaba que era como yo misma de niña, aunque mis padres nunca me consintieron tener un gato. Y me daba pena el animal. Parecía un peluche viejo, manoseado hasta la saciedad, siempre tratando de zafarse de las manos regordetas y caprichosas.

Nunca me imaginé que una tranquila tarde de verano una conocida lejana, prácticamente una extraña, me diría que esas manos habían escrito una última carta, o que eso se rumoreaba. Y que ese gato peluchoso se había quedado sin dueña, de repente. No era una niña ya, o al menos no era tan niña. Sin embargo, cuando me viene a las mientes la reconstrucción torpe de su rostro, solo contemplo aquel recuerdo lejano. Me resulta imposible acceder a su última imagen, un tanto más púber y esbelta. Se me escapa entre los dedos como fina arena de playa mientras me sacuden las olas de ojos: ojos de niña y ojos de gato. Ojos sobre ojos.

6 de abril de 2010

Somos pobres

Estamos perdidos en la inmensidad de las cosas materiales que nos rodean. Esa es la verdad: vivimos para trabajar, para ganar dinero y para gastarlo. La espiritualidad se ha perdido, los valores los hemos tirado por el retrete y hemos tirado de la cadena. Somos egoístas, avariciosos, y unos pobres diablos infelices que no se contentan con nada. Dejamos que nuestros niños se queden embelesados por la pastelosa Hanah Montanah y los atriborramos a cosas que ni siquiera nos piden. Viven ya hartos y aburridos de todo desde bien pequeños. Nada les parece suficiente, siempre piden más. Los mayores somos iguales, no obstante. Pedimos que nos bajen el cielo y cuando lo tenemos entre las manos descubrimos que lo que queremos es lo que está más allá.

¿Sabríamos vivir sin la opulencia que nos rodea? ¿Podríamos desligarnos de "las cosas" y empezar otras búsquedas? Y lo digo al margen de la religión, al margen del dogma. Hablo de comenzar un recorrido más inocente, más sincero. Sin mediadores, sin piedras filosofales, solos nosotros y el mundo. El horizonte al final tras es cual el campo se sigue expandiendo.

Brindo por quienes son capaces de dejarlo todo y de emprender un camino difícil pero no imposible, puesto que, aunque no lleguen nunca a puerto, el propio trayecto merece la pena. Ellos no son pobres de espíritu.

Somos ricos

Y no lo sabemos. O peor aún, no lo queremos saber. No se trata solo del "estado del bienestar" sino en el hecho de que tenemos mucho más de lo que podemos llegar a disfrutar. Tenemos más libros que leer que tiempo para leerlos, tenemos más alternativas de ocio de las que podríamos gozar. Todo esto a cambio de hipotecar nuestras vidas y deber siempre dinero (llámese hipoteca, alquiler, letras, plazos, etc.), lo que pega nuestro culo a una silla ocho horas diarias (al menos).

Entonces ¿a qué tanta queja? El ahorro de las familias se dispara. Pues muy bien, me alegro, significa que nos ha vuelto la cordura y ya medimos el dispendio. A lo mejor ahora no nos da igual 8 que 80. Y eso ¿es algo malo? Me lo pregunto porque algunos comerciantes parece que se extrañan cuando decides seguir mirando o buscando otras opciones. Se indignan pero ¿acaso no es lo normal ajustar tus decisiones a tus necesidades?

Pondré algunos ejemplos que me indignan mucho. El jueves me caso. En todo momento he querido preparar algo sencillo, pero (y hablando de posibles) no quería escatimar en gastos para que mi familia comiera bien y mi pareja y yo fuéramos bien vestidos y acordes a la celebración. Objetivo conseguido, o eso espero. ¿Lo necesitamos? No lo creo, nada va a cambiar, seremos las mismas personas que llevan conviviendo años juntas y no nos vamos a querer ni más, ni menos. Pero queremos hacer algo especial y festejar con nuestros seres queridos. Pues adelante.

Ahora viene la parte cómprate-un-vestido-de-novia. Pues la única manera de encontrarlo de conseguir algo acorde a mis gustos ha sido yendo a unos grandes almacenes donde me han dejado a mi bola. La primera tienda a la que entré era lo más parecido al museo de los horrores. Yo le decía a la dependienta que quería un vestido azul o verde y me lo sacaba rojo o negro ¿sería daltónica?. Acto seguido me preguntaba qué idea tenía y cuando se la decía, me recriminaba que tuviera ideas preconcebidas "que luego hacen que cuando te topas con la realidad...". Y es que la realidad era que tenía que haberme dado la vuelta antes, la primera vez que no me escuchó. Al final acabó hablándome de plazos y de que si quería un vestido tenía que encargarlo en ese momento y que estaba liadísima y lo había dejado para el último momento (casi me llamó irresponsable, como si me fuera la vida en ello). En resumen: no sabía o no quería vender, porque sencillamente no tenía lo que yo precisaba y no quería reconocerlo.

La misma escena ayer, en la parte encarga-el-ramo-de-novia. Cuando le pregunto a la florista me dice (ojo al dato) que cuánto pagaría yo por el ramo ¿quería regatear? No lo sé, pero no me decía el precio de la composición que me proponía, como si fuera un gran secreto: hasta cuatro veces se lo pregunté en vano. Tampoco me mostró un catálogo, ni me dio alternativas. Ni siquiera se molestó en preguntarme el color del vestido, nada de nada. Y por supuesto, su última palabra fue que si quería tenerlo a tiempo tenía que encargarlo en ese momento y que estaba liadísima con bodas "de verdad" que tenía el sábado. Más de lo mismo.

Y lo mejor en los dos casos es que ambas quedaron muy sorprendidas cuando no me volví loca y encargué en el momento cualquier cosa. ¿Pero acaso soñaban que con esa actitud venderían algo?

Pues así es, si alguien no quiere esforzarse, el consumidor está en su derecho de elegir y de decir "hasta aquí hemos llegado", porque para eso existe la competencia. Muy gratamente he comprado un vestido bien majo y un ramo estupendo que me van a confeccionar con mucho amor. Porque para eso es, para celebrar el amor.

Resumiendo, somos ricos, aunque no lo sabemos o a veces se nos olvida y, por otra parte, somos libres, así que no debemos ceder a las presiones ni a las prisas. Las cosas llevan su tiempo y bien empleado está si sirve para que nos sintamos satisfechos después y seguros de nosotros mismos.

26 de marzo de 2010

Algidol y la Fox

Resumen de un viernes por la mañana: mocos, fiebre, el portátil, el mando de la tele y un vaso relleno de líquido naranja en la mano. Sí, amigos, el clásico trancazo de la primavera ha llegado con las rebajas del Corte Inglés. El organismo reacciona cuando está sobrecargado, con los cambios de temperatura y las hormonas campando a sus anchas ante el desconcierto primaveral.

En mi contra: la pila de trabajo seguirá creciendo un poco más (empieza a darme miedo la bestia de papeles que se agolpa sobre mi mesa). Además, los mil líos en los que me voy metiendo seguirán acumulándose hasta que deje de reventarme la cabeza. Si hoy soy buena, mañana podré empezar a darle caña a todo de nuevo.

A mi favor: un buen libro, la compañía incierta de un televisor que no cesa de vomitar imágenes, algo de tiempo para escribir, trabajar mis fotos y para cuidarme durante el fin de semana (y para poner lavadoras).

No estaría mal que llegara algo de calor... veremos.

12 de marzo de 2010

Elocuente silencio

Ayer fue 11 de marzo, otra vez. Los ramos de flores se agolpaban en las estaciones de Atocha, El Pozo, Alcalá de Henares y otros lugares. Actos de conmemoración, de homenaje a las víctimas inocentes, se fueron sucediendo. Cuando fui a Barcelona recuerdo con mucho cariño cómo todo el mundo repetía "todos somos madrileños". El dolor, que se extiende como una pátina cuando surge sin ser esperado, nos unió a todos hace seis años tanto como ayer.

Siempre recordaré que, durante semanas, los trenes iban en silencio. Era como si nadie osase respirar más fuerte de lo preciso, todos alerta ante cualquier paquete o bolsa extraña, suspicaces mirando a los ojos a sus compañeros de vagón, tratando de deducir si eran simples extraños o verdugos. Ayer los trenes no iban en silencio, pero tampoco se sentía el parloteo habitual que se asocia a la normalidad. La onomástica pesaba en los diarios matinales, en los cascos de los que iban escuchando la radio, en las ojeras, en los miedos, en las llamadas de teléfono a los móviles con cualquier excusa. Una pequeña inquietud estaba ayer en el corazón de cada viajero, que al final, llegó a su destino indemne. Suerte. Como la de no estar allí en el momento preciso. Quién sabe qué saldrá la próxima vez que se lance la moneda.

9 de marzo de 2010

Ver a través de otros ojos

Cuando visitas un lugar, por más que lo hagas en un viaje relámpago, algo queda de ti en él y de él en ti. Una estrecha comunión, un lazo especial. Es como si a raíz de ese encuentro, la tierra despertara ante tus ojos, tus oídos despertaran al oír su nombre e inevitablemente sus tristezas y tus alegrías sean las suyas.

Por eso sostengo que solo se ama lo que se conoce. Ese amor etéreo por lo que podría haber sido no es sino una proyección de nuestros deseos y por tanto una holografía de lo que ya está dentro de nosotros.

Conocer algo requiere la presencia, el contacto, el ejercicio sanísimo de la empatía que te lleva a ver a través de otros ojos.

Hay quienes no comprenden esto en absoluto. Pasan por los lugares sin ver. Miran, pero se quedan en la superficie de las cosas, son incapaces de penetrarlas para extraer de ellas su esencia. Ellos no pueden llegar jamás a sentirse parte de un lugar, y cuando regresen de él, no se dolerán por las desgracias que allí acontezcan ni sentirá sus logros como propios, ni felicidad toda vez que tenga lugar un suceso positivo.

Otros no tienen ocasión de beber las luces de otros cielos ni acariciar los aromas de inciensos lejanos, sin embargo, comprenden. Porque se han preocupado de recrear en sus mentes a las gentes que habitan en otros mundos y han conversado con sus templos centenarios. Con ellos viajar es posible sin moverse del sitio en el que están, son los mejores compañeros que uno pueda imaginar.

Dolor y llanto

El dolor es el mismo aquí o allí. Nada cambia en este sentido. Perder un hijo, llorar por los que se han ido, vivir en las calles, no tener qué echarse a la boca... el dolor es siempre el mismo. A veces florece entre la destrucción a causa de un terremoto imprevisible, en otros casos, de la tragedia prolongada en el tiempo de la guerra o la devastación de una climatología implacable.

La tierra brama, con ella los vientres de todas las mujeres del mundo, pues sabemos las vidas que se están perdiendo a causa de toda clase de hambrunas, saqueos, abusos, intolerancias, ¿qué hacer para paliar el mismo dolor que surge aquí y allí?

Siempre la misma sensación de haber llegado tarde, de que podría haberse hecho más, de que no deberíamos vivir en nuestra cómoda burbuja de cristal, echando la vista a un lado para poder dormir profundamente y sin sobresaltos. La realidad es que el hombre es un lobo para el hombre. La realidad -terrible- es que el ser humano es individualista por naturaleza y busca sobrevivir por encima de todo, a pesar de que para ello tenga que matar, que torturar o que pasar por encima de la cabeza de quien sea preciso.

Y si Dios existe es cruel porque nos ha abandonado a nuestra suerte sabiendo que somos ingobernables.

4 de marzo de 2010

Cruzar la barrera

Es tan fina, estrecha y frágil... en la fracción de un segundo puede desencadenarse el leve movimiento que (in)voluntariamente puede llevarnos a cruzar la barrera. Como cuando se busca un beso con un levísimo viso de atrevimiento en la mirada, como cuando la tibia mueca de un bebé nos anuncia que estallará en llanto.

Así de sencillo le pareció que podría ser simular un desequilibrio que fructuficaría en el silbido impasible del tren, llevándose su frágil existencia túnel adentro. Sin embargo, dejó que la proximidad del ahora amenazador aparato, pasara casi rozando su cuerpo. Se sintió un poco más cansado y pensó en ella. Siempre ella. Su imagen flotando imprecisa, sus rasgos difusos, irreconocibles. La veía en todas partes pero no la veía en ningún lugar, como si hubiera olvidado su rostro. Atrapar sus facciones era para su mente como tratar de alcanzar una mariposa, amargamente difícil.


Se sintió un poco más desgraciado, sus hombros se alzaron de forma involuntaria y su cuello se acortó, recordándome a una pequeña tortuga agorafóbica. Ha pasado mucho tiempo, pensé para mí, pero sigues solo. Si él hubiera sido capaz de leer mis pensamientos, tal y como yo siempre pude hacer con los suyos, le habría explicado que no era para ella. Que atraparla habría sido como atrapar a aquella mariposa... el polvo de sus alas, habría teñido sus dedos impidiéndole volar. Su soledad era tan necesaria como la libertad de aquella afortunada mujer, aunque ni por asomo sabría que debía sentirse tan dichosa.


3 de marzo de 2010

Eres lo que escribes

Nadie se desnuda tanto como aquél que deja sus pensamientos por escrito. Se retrata en cada palabra, en cada expresión y cada giro, lo quiera o no. Sus personajes delatan lo que es y lo que rechaza (lo que redunda de nuevo en mostrar lo que es). La llegada de Internet no ha hecho sino esconder el trazo de nuestra escritura, así que, al menos, algo queda oculto a tu mirada, querido lector, pero poca cosa es a cambio de todo lo que ofrece quien se desprende del miedo a la hoja en blanco y deja que sus pensamientos y ensoñaciones se deslicen a través de sus dedos.

Si quieres conocer a alguien, si quieres acceder a todo su potencial y comprender realmente qué rige sus acciones y sentimientos, nada más adecuado que leer lo que haya ido escribiendo. Es más, diré que lo que llegas a ser, está en todo lo que escribiste cuando tenías trece años. Si escribías sobre el amor, sobre la nostalgia, sobre el miedo y la naturaleza y la soledad y el estío, amigo mío, eres poeta, aunque lo hayas olvidado quizás. Mas nunca es tarde para recuperar la esencia, dejarla fluir al exterior y compartirla sin más pretensión que la de caldear un corazón helado o despertar una mente adormilada.

Leer y escribir; leemos para vivir otras vidas, escribimos para crear nuevos universos. Larga vida a la escritura, indiscreta compañera de viaje.

Nosotros

Los que vivimos divididos, a medio camino de ninguna parte. Los que nos sentimos desarraigados, pasajeros de trenes invisibles que nos conducen quién sabe a qué lugar. Los que nos despertamos pero seguimos soñando, siempre con el pensamiento un poco más allá de acá.

Nosotros, que no sabemos si vamos o venimos, que no estamos de vuelta de todo, sino más bien siempre yendo y viniendo. Los que nos perdemos en el infinito azul de un cielo inabarcable tanto o más que en la diminuta pequeñez de la partícula más ínfima que puede desentrañar nuestra pupila... nosotros, digo, somos afortunados. Porque podemos perdernos en los recovecos de un poema a medio garabatear en una servilleta de bar, abandonarnos a la contemplación de la belleza más absoluta inscrita en la mirada de un joven mohíno, o sencillamente experimentar el dulce éxtasis del Síndrome de Stendhal rozando las estrellas con la punta de los dedos.

Merece la pena no pertenecerle sino al devenir del tiempo, ser conscientes de nuestra finitud y nuestra insignificancia, porque eso es lo que nos hace sentir esa maravillosa sensación de alborozo y exquisito desasosiego, enamorados de la vida, esperando en calma su fin.

22 de febrero de 2010

Se acabó la poesía

El día en que dejaste de seguirme con la mirada después de despedirnos durante más de una hora. El día en que dejaste de esperar a que llegara a mi portal, oculto tras una columna. El día en que dejaste de tenderme la mano. El día en que dejaste de escuchar una canción pensando en mí. El día en que ya no tratabas de hacerme reír. El día en que no me esperaste. El día en que nos hicimos mayores y seguimos caminos diferentes. El día aquél en el que te olvidaste de mí.

Ese día se acabó la poesía.

18 de febrero de 2010

Vadeando palabras, silbando arcanos

Dejé de leer a Alvite porque en el mejor de los casos aquello habría derivado en un enfisema de pulmón, (tanto humo se desprendía de aquellas hojas), o peor, aún, en la temible enfermedad de la nostalgia crónica por el patetismo intrínseco del ser humano. A la postre habría terminado escribiendo mi esquela con un Bic azul sin capucha mientras me disolvía irremediablemente en un whisky doble.

Kawabata me acogió con sus serenas narraciones de Primera nieve sobre el monte Fuji, pero aquel idilio tampoco habría terminado bien, el shock de la calma repentina, me habría terminado afectando igualmente y habría palidecido tañendo un arpa lánguida en un rincón, presa en mi kimono gris perla.


Maurits Cornelis Escher (1898-1972)

Borges vino a revolucionarme las neuronas adentrándome en mundos imposibles, aquéllos en los que los sueños remedaban vidas enteras, en los que las personalidades se desdoblan y las ciudades emergen de una simple ensoñación. Decidí quedarme allí más tiempo, y dejar una puerta abierta al aleph para poder contemplar el mundo, a la vez, desde todos los puntos de vista posibles. Con un metafórico cigarro de Alvite en una mano y un libro de haikus en la otra. Es la seducción de la indeterminación más absoluta, el vórtice que es principio y final de todas las cosas; donde contemplaré todo el mundo y todos los mundos posibles, los interiores y los ajenos a mi ser.

Politizando el apolítico mundo

Me pregunto si alguno de los gestos que realizamos diariamente puede estar libre de la estúpida politización que se nos impone desde fuera. Su es posible estar lejos de esa "etiqueta" que te persigue como la mugre al tocino. Y es que si por la mañana pones tal o cual programa eres "de derechas" o "de izquierdas", si compras un diario u otro ni te cuento, y así suma y sigue hasta el infinito. Parece ser que opinar sobre cualquier cosa, ha de ser por decreto una opinión política porque concuerda con lo que haya dicho cualquiera de los asnos que habitan en el hemiciclo unos cuantos meses al año (excepciones aparte).

Es realmente cansino no solo que contemos con unos políticos incapaces a un lado y al otro del arco parlamentario sino que además, los individuos y las asociaciones estemos temiendo levantar la voz para expresarnos por miedo a que nos tilden de ser de aquí o de allí. Si al fin y al cabo a todos nos interesa lo mismo: dejar vivir y que nos dejen vivir. Y que se líen a tortas los que tengan tiempo para perderlo, al resto de los ciudadanos lo que nos importa es llevar el pan a casa cada día y aspirar a un mundo un poco mejor con las pequeñas decisiones del día a día.

Ni por asomo creo que el debate de ayer haya sido productivo, antes al contrario. ¿Cuándo dejarán de pelear por conseguir votos o no perderlos en lugar de COLABORAR para tratar de mejorar las condiciones de todos nosotros? ¿Estos señores nos representan? ¿Nos protegen? ¿Nos amparan?

15 de febrero de 2010

Acordes y desacuerdos en los Goya

Antes de ver la gala de los Goya, hice mi apuesta teniendo en cuenta lo que creía que sucedería, no tanto lo que deseaba que sucediera. Y siendo sincera, más o menos, dí en el clavo. Para llegar a estas conclusiones reflexioné mucho sobre las favoritas, "Ágora", "Celda 211" y "El secreto de sus ojos". Las tres son grandes películas, con historias que van más allá de lo anecdótico, con personajes complejos que evolucionan a lo largo de la trama, con una cuidada puesta en escena, con un mensaje... ¿qué más se puede pedir?

Tanta calidad (refrendada además por el propio público en taquillas, cosa harto difícil para el cine español, tan acostumbrado a la desidia del espectador) hace difícil elegir la joya de la corona. Dicho esto, ahora tengo que precisar más sobre los premios con los que no estoy en absoluto de acuerdo: el de mejor película y el de mejor actriz. Indiscutible el reinado de Tosar este año, indiscutible también el de Daniel Monzón, que a la postre fue laureado por todos y cada uno de los hacedores de la película que subieron a recoger un galardón en cualquier categoría. Pero, no, no puedo estar de acuerdo con que la mejor película haya sido "Celda 211" por más que me encantara en su estreno.

"Ágora", de una muy superior complejidad argumental y escenográfica, es para mi la mejor película de 2009, y con diferencia. Baste decir que hay planos de esta película que son puros cuadros, la maestría con la que está rodada, el gusto por la recreación histórica minuciosa y la propia apuesta por una protagonista de tal complejidad ya suponen un punto de partida muy superior para Amenábar.

También considero que "El secreto de sus ojos" está por encima de "Celda 211", como manifesté en un post en el que hablaba de las virtudes de este film, no solo visuales, sino también respecto al elenco y al propio desarrollo de la trama. Me produjo también una gran insatisfacción el hecho de que Darín optara en dos categorías diferentes a un Goya y se fuera con las manos vacías, a pesar de las estupendas interpretaciones que nos ha regalado recientemente. También lo sentí por Trueba, cuyo film "El baile de la Victoria", habría brillado mucho más un año menos deslumbrante. La competencia era muy dura.

Bien por Villamil (aunque increíble un galardón por actriz revelación a estas alturas), bien por Amman y por Marta Etura. Estupendo también el Goya a Mar Coll, apunta a que empezamos a estar en el camino de reconocer el talento, premiarlo y motivarlo.

Injustificado y además irritante me pareció el galardón concedido a Lola Dueñas, de quien tengo que decir que a pesar de ser una magnífica actriz, en este caso interpretaba un papel bastante sobreactuado y cargante, exento de la plenitud de una Hypatia en estado de gracia. Rachel Weisz es a mi entender quien más merecía el Goya.


Sitios que he visitado