Taller Encantado

English cv French German Spain Italian Dutch Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

18 de noviembre de 2010

Los jueves escribo III Juguemos a ser otros

Meterse en la piel de otra persona o, como dicen los ingleses, tratar de andar en sus zapatos, es bien difícil, sobre todo cuando se trata de alguien querido. En cualquier caso, esa especie de usurpación nos permite reflexionar más sobre lo que nosotros creemos que piensan los demás que sobre lo que realmente pueden llegar a pensar. Solo las personas con una gran capacidad de empatía podrían extraer un resultado semejante a la realidad. Y desde luego, creo que muy pocas, con el paso de los años, y teniendo en cuenta que se trata de recuerdos de infancia, magnificados o pasados por el tamiz de múltiples experiencias, alcanzarán a atrapar el más simple de los pensamientos de esas personas con las que hemos convivido toda la vida pero que no dejan de ser grandes desconocidos.

Juguemos a ser otros

Y cuando abro la puerta ya no soy madre, ya no soy esposa, solo soy yo misma y puedo concentrarme en mi tarea. Soy libre y libre vuela mi pincel por la superficie del lienzo. Juguetones, emergen mil colores, los brochazos desenfrenados, los contornos desenfocados, las rúbricas al pie. Son obras creadas más con el corazón que con la cabeza porque así me lo ha enseñado mi maestro. Él me mostró que pintar no es dibujar y que en la falta de perfección, en el borrón y en la insinuación hay más arte que en toda la perfección del mundo.

Concentrada en mi tarea, puedo dejarme llevar a mundos lejanos, o abstraerme durante horas recreando una textura, un gesto o una nube sintiendo en cada brochazo que algo nuevo emerge y respira: una nueva creación.

Al regresar a casa, todo está como antes, pero no puedo quitarme de encima a mi hija pequeña que habla sin parar mientras me ayuda a preparar la cena. Y es que le encanta el olor a pintura, o eso dice con su media lengua.

4 de noviembre de 2010

Los jueves escribo II "Las tardes azules"

La infancia es un lugar extraño, difuso, algo que queda atrás pero que nos acompaña siempre. Nos sentimos alejados y concernidos a la vez en eso que comenzamos siempre explicando con el cliché "cuando era pequeña...". Aunque a veces hasta nos sonrojamos pensando en nuestra candidez de antaño o esa picardía desenfadada, la verdad es que no dejábamos de ser nosotros. Quizás más nerviosos, más expectantes, más ilusionados y dicharacheros incluso, pero nosotros al fin y al cabo. Ese cúmulo de potencialidades que puebla nuestros recuerdos y a los que desde la distancia nos gusta revisitar, espiar mientras nos preguntábamos qué ha sido de nosotros, por qué hace tanto tiempo que no jugamos es el germen de todo lo que somos ahora, como en este momento somos el germen de lo que seremos más adelante.

Las tardes azules

Me gusta llegar a casa muy cansada, así que aunque vaya corriendo hasta el portal, subo por las escaleras. Y cuando llego a la puerta, llamo al timbre muchas veces y así mi madre sabe que soy yo y viene a abrirme corriendo. Otras veces mi madre deja la puerta medio abierta y entro como un torbellino gritando ¡¡¡Hooola!!! y dando un gran portazo. Mi madre sabe si he tenido un buen día o no solo con oír el timbre de mi voz. Nunca puedo ocultarle nada, por mucho que lo intente.

La comida es el peor momento del día. No me gusta mucho comer cosas que no son dulces. Solo se salvan las croquetas, la tortilla de patatas y los espaguettis. Hay una laaarga lista de cosas que aborrezco: el pescado (menos los boquerones y las sardinas), las setas, las coles... Por eso mis comidas favoritas del día son el desayuno y la merienda. Son los únicos momentos en los que me dejan comer dulces: chocolate, magdalenas, galletas... La hora de la merienda es sobre las seis. Justo un momentito después de que llegue mi padre del trabajo. Siempre es igual: llega papá, voy a darle un gran abrazo y luego viene la merienda y los dibujos animados.

Luego mamá se va a pintar y está mucho tiempo fuera de casa. Mi padre apaga el televisor y ya no me deja ver más dibujos y el tiempo empieza a pasar más despacio hasta que se hace de noche y no tengo ganas de nada, solo de que vuelva mamá. Cuando llega huele muy bien, a pintura y a una cosa que usa para limpiar los pinceles y su cara está fresquita porque viene de la calle. No me deja hurgar en su caja de pinturas, pero reconozco el olor a óleo desde lejos. Sus cuadros son siempre una sorpresa porque se quedan en la escuela y solo al final del curso, cuando se organiza una exposición podemos verlos. A mí me encantan porque usa muchos colores, sobre todo el azul, que es mi color favorito.

3 de noviembre de 2010

De aires y ánimas

Un Día de Todos los Santos diferente. Menos festivo, más reflexivo, pero siempre en compañía de los seres queridos, recordando a los que no están ya. Recorriendo sus rostros en las fotografías para dejar impresa su huella en nuestra retina. Atrapando cada gesto, rememorando su risa. Las cosas que les gustaban y las que no, su forma de hacer las cosas, su ropa, su olor. Aprendiendo a vivir con un vacío. Interpretando el silencio de los demás para saber cuándo compartirlo y cuándo romperlo. Recibiendo el cariño de mucha gente, algunos de forma muy íntima, otros mucho más bulliciosos, pero todos unidos por un desencuentro, por una fría lápida a la que se le insufla el calor humano poblándola de flores.


Día de gran emotividad, con los nervios a flor de piel; luego ya en el calor del hogar, presentados los respetos podemos descansar, recordar, revivir, con una sonrisa. Es lo que ocurre con las personas buenas que no han ido sino sembrando el respeto y la admiración con cada acción y con cada palabra. Ojalá que seamos dignos de estar en las mentes y los corazones de los demás tanto como los que se nos han ido.

Sitios que he visitado