Taller Encantado

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22 de febrero de 2010

Se acabó la poesía

El día en que dejaste de seguirme con la mirada después de despedirnos durante más de una hora. El día en que dejaste de esperar a que llegara a mi portal, oculto tras una columna. El día en que dejaste de tenderme la mano. El día en que dejaste de escuchar una canción pensando en mí. El día en que ya no tratabas de hacerme reír. El día en que no me esperaste. El día en que nos hicimos mayores y seguimos caminos diferentes. El día aquél en el que te olvidaste de mí.

Ese día se acabó la poesía.

18 de febrero de 2010

Vadeando palabras, silbando arcanos

Dejé de leer a Alvite porque en el mejor de los casos aquello habría derivado en un enfisema de pulmón, (tanto humo se desprendía de aquellas hojas), o peor, aún, en la temible enfermedad de la nostalgia crónica por el patetismo intrínseco del ser humano. A la postre habría terminado escribiendo mi esquela con un Bic azul sin capucha mientras me disolvía irremediablemente en un whisky doble.

Kawabata me acogió con sus serenas narraciones de Primera nieve sobre el monte Fuji, pero aquel idilio tampoco habría terminado bien, el shock de la calma repentina, me habría terminado afectando igualmente y habría palidecido tañendo un arpa lánguida en un rincón, presa en mi kimono gris perla.


Maurits Cornelis Escher (1898-1972)

Borges vino a revolucionarme las neuronas adentrándome en mundos imposibles, aquéllos en los que los sueños remedaban vidas enteras, en los que las personalidades se desdoblan y las ciudades emergen de una simple ensoñación. Decidí quedarme allí más tiempo, y dejar una puerta abierta al aleph para poder contemplar el mundo, a la vez, desde todos los puntos de vista posibles. Con un metafórico cigarro de Alvite en una mano y un libro de haikus en la otra. Es la seducción de la indeterminación más absoluta, el vórtice que es principio y final de todas las cosas; donde contemplaré todo el mundo y todos los mundos posibles, los interiores y los ajenos a mi ser.

Politizando el apolítico mundo

Me pregunto si alguno de los gestos que realizamos diariamente puede estar libre de la estúpida politización que se nos impone desde fuera. Su es posible estar lejos de esa "etiqueta" que te persigue como la mugre al tocino. Y es que si por la mañana pones tal o cual programa eres "de derechas" o "de izquierdas", si compras un diario u otro ni te cuento, y así suma y sigue hasta el infinito. Parece ser que opinar sobre cualquier cosa, ha de ser por decreto una opinión política porque concuerda con lo que haya dicho cualquiera de los asnos que habitan en el hemiciclo unos cuantos meses al año (excepciones aparte).

Es realmente cansino no solo que contemos con unos políticos incapaces a un lado y al otro del arco parlamentario sino que además, los individuos y las asociaciones estemos temiendo levantar la voz para expresarnos por miedo a que nos tilden de ser de aquí o de allí. Si al fin y al cabo a todos nos interesa lo mismo: dejar vivir y que nos dejen vivir. Y que se líen a tortas los que tengan tiempo para perderlo, al resto de los ciudadanos lo que nos importa es llevar el pan a casa cada día y aspirar a un mundo un poco mejor con las pequeñas decisiones del día a día.

Ni por asomo creo que el debate de ayer haya sido productivo, antes al contrario. ¿Cuándo dejarán de pelear por conseguir votos o no perderlos en lugar de COLABORAR para tratar de mejorar las condiciones de todos nosotros? ¿Estos señores nos representan? ¿Nos protegen? ¿Nos amparan?

15 de febrero de 2010

Acordes y desacuerdos en los Goya

Antes de ver la gala de los Goya, hice mi apuesta teniendo en cuenta lo que creía que sucedería, no tanto lo que deseaba que sucediera. Y siendo sincera, más o menos, dí en el clavo. Para llegar a estas conclusiones reflexioné mucho sobre las favoritas, "Ágora", "Celda 211" y "El secreto de sus ojos". Las tres son grandes películas, con historias que van más allá de lo anecdótico, con personajes complejos que evolucionan a lo largo de la trama, con una cuidada puesta en escena, con un mensaje... ¿qué más se puede pedir?

Tanta calidad (refrendada además por el propio público en taquillas, cosa harto difícil para el cine español, tan acostumbrado a la desidia del espectador) hace difícil elegir la joya de la corona. Dicho esto, ahora tengo que precisar más sobre los premios con los que no estoy en absoluto de acuerdo: el de mejor película y el de mejor actriz. Indiscutible el reinado de Tosar este año, indiscutible también el de Daniel Monzón, que a la postre fue laureado por todos y cada uno de los hacedores de la película que subieron a recoger un galardón en cualquier categoría. Pero, no, no puedo estar de acuerdo con que la mejor película haya sido "Celda 211" por más que me encantara en su estreno.

"Ágora", de una muy superior complejidad argumental y escenográfica, es para mi la mejor película de 2009, y con diferencia. Baste decir que hay planos de esta película que son puros cuadros, la maestría con la que está rodada, el gusto por la recreación histórica minuciosa y la propia apuesta por una protagonista de tal complejidad ya suponen un punto de partida muy superior para Amenábar.

También considero que "El secreto de sus ojos" está por encima de "Celda 211", como manifesté en un post en el que hablaba de las virtudes de este film, no solo visuales, sino también respecto al elenco y al propio desarrollo de la trama. Me produjo también una gran insatisfacción el hecho de que Darín optara en dos categorías diferentes a un Goya y se fuera con las manos vacías, a pesar de las estupendas interpretaciones que nos ha regalado recientemente. También lo sentí por Trueba, cuyo film "El baile de la Victoria", habría brillado mucho más un año menos deslumbrante. La competencia era muy dura.

Bien por Villamil (aunque increíble un galardón por actriz revelación a estas alturas), bien por Amman y por Marta Etura. Estupendo también el Goya a Mar Coll, apunta a que empezamos a estar en el camino de reconocer el talento, premiarlo y motivarlo.

Injustificado y además irritante me pareció el galardón concedido a Lola Dueñas, de quien tengo que decir que a pesar de ser una magnífica actriz, en este caso interpretaba un papel bastante sobreactuado y cargante, exento de la plenitud de una Hypatia en estado de gracia. Rachel Weisz es a mi entender quien más merecía el Goya.


11 de febrero de 2010

Brócoli y otras sustancias psicotrópicas

Se lo escondió en el bolsillo, yo lo ví, pero no quise decir nada. No delante de mamá y los invitados, no el día de navidad. Me retiré corriendo a llorar al baño, intentando que nadie se percatara, esperando que no fuera demasiado tarde para cambiar ese impulso irrefrenable de mi querido hermano pequeño. No tan pequeño a juzgar por lo que acababan de soportar mis ojos.

¿Cómo había llegado a eso? ¿En qué nos equivocamos? Si de niño siempre rehuía de toda clase de verduras ¿desde cuándo esa adicción irrefrenable? ¿Es que no podía ver una escarola sin desear hundir sus dientes en ella. Es vergonzoso, lo sé, y resulta muy desagradable contar cómo devoraba los repugnantes purés de verduras, verdosos y viscosos, pero solo este diario puede aliviar mi mente de semejantes atrocidades.

Me consta que pasa por épocas de mayor descontrol, puede pasar semanas enteras fuera de casa, yendo a cualquier granja ecológica a recolectar zanahorias y habas, pero ¿qué podemos hacer nosotros? Ya no sabemos cómo ofrecerle carnes y pescados, pizzas y hamburguesas. En ocasiones mi madre trata de hacerle entrar en razón, otras intenta engañarle preparándole lasagna de verduras que en realidad está rellena de carne... pero nada, no hay manera. Creo que le hemos perdido para siempre. Nunca volverá a ser el mismo de antes, sus niveles de descongestión arterial y de nutrientes deben estar ya saturados de vitaminas y radicales libres. Y eso, está claro, no tiene solución.

Tu suerte es la mía

A menudo los mejores mensajes son aquellos que se pierden antes de llegar a su destino, las palabras que se pierden, aunque se intuyen en su ópalo cristalino de deseo y añoranza. Elevaré mis súplicas en voz baja esperando que se diluyan en ese limbo del ojalá en el que tanto necesitamos creer para no dejarnos vencer por el temor y la desesperación. Rezaré a dioses en los que no creo para llamar a todas las puertas desde mi silencio, serán mis nudillos desnudos los que aterricen en el eco sordo de lugares a los que nunca iré en el recogimiento del peregrino estático.

La esperanza es un fino témpalo de hielo, quebradizo pero resistente al fin y al cabo en la soledad del invierno. Te amarraré a ese débil sostén y con dos lazadas sostendré tu dicha a la mía para que nunca caigas. Sellaré mis labios para que no lleguen a tus oídos las palabras que han de vernos desde arriba, en un cielo muy, muy lejano.

Sitios que he visitado