Taller Encantado

English cv French German Spain Italian Dutch Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

28 de diciembre de 2009

Del tiempo que pasó para no volver

Ayer descubrí su foto. Estaba allí muda, entre algunos papeles viejos, junto a un herbario que nunca completó siendo chiquita y un mural de colores que tuvo colgado de la pared durante años. Aquel cajón olía a viejo, a nostalgia, a tiempos que no volverán, pero que fueron y de alguna manera quedaron impregnados en la memoria de alguien que pronto, pues la vida no es más que un suspiro del universo, se lo llevará consigo quién sabe adónde.

Como decía, encontré allá su foto; los bordes doblados, la imagen amarillenta, en un formato que dejó de usarse ya pero que fue en su momento el de referencia. Me causó una fuerte impresión verla allí, entre asustada y soñolienta, quizás triste. Con su traje de comunión, reposando sobre el brazo del sofá (su padre la habría amonestado por hacerlo) y dirigiendo esa mirada lánguida que parecía contener muchas vidas. Para quien nunca antes se hubiera topado con aquella foto antes, pudiera parecer que ocultaba un secreto. Su piel pecosa y blanca, rivalizaba con la blancura de su vestido, hecho a mano por su madre, discreto, sobrio, muy bonito y desde luego singular. Nada de tules, nada de adornos, nada de guantes de encaje ni recordatorios con foto de estudio. Solo una coletita atada con un lazo blanco. Y aquella mirada azul, que absorbía la atención de quien la mirara.

No era la foto de una niña. No era una foto de primera comunión. No era en absoluto lo que parecía. Era el retrato de la más densa de las soledades y me impactó sobremanera verme allí, tan pequeña y tan hastiada ya de vivir.

El secreto de sus ojos

¿Qué oculta una mirada? Puede estar cargada de deseo, de amor, de obsesión, de dolor... en esta película redonda, en la que acompañan no solo un elenco fascinante sino también un guión sobresaliente y una ambientación más que correcta, se indaga en las ventanas que abrimos al mundo para descubrirlo y a la vez para ser descubiertos por el mundo. La forma en la que acariciamos a las personas con nuestros ojos, o la forma en que las agredimos con una mirada aviesa, nos retrata, descubre nuestras intenciones e inevitablemente puede hacer patente el latido rítmico de nuestras pasiones, aquellas de las que efectivamente no podemos desembarazarnos por más que queramos.

Lo mejor de la trama: no es predecible en absoluto, se desarrolla a un ritmo que te engancha desde el principio y contiene absolutamente de todo siendo emocionante sin ser lacrimógena, siendo profundamente romántica sin ser pastelera, y contando con unos actores secundarios de primera que desarrollan pequeñas tramas paralelas muy interesantes.

Si os fijais en el atrezzo descubrireis al final un guiño muy bonito. No os cuento más y os comiendo esta peli de cinco estrellas y tres tenedores, un auténtico caramelo audiovisual, parada indiscutible de cualquier gourmet del cine.

Mi hogar

Mi hogar está donde descansan tus ojos, donde paran tus pasos y tu cuerpo se detiene. Me encamino hacia ese lugar dejándome arrastrar hasta tocar el imán que me atraía hacia sí mismo.

Donde tus manos se abren para recibir un presente, donde tus labios se apoyan para beber. Hacia ese lugar llevaré el cántaro rebosante para escanci
arlo en tu copa, con el hatillo cargado de regalos e ilusiones. Donde reposan tus piernas y se hunde tu cuello. Ese es el lugar hacia el que me encamino con mullidos cojines y mantas que arropen tu frío. Donde estés tú estará mi hogar. Ahora, mañana y siempre. Cuando durmamos los dos en la tierra y ya no tengamos sed, cansancio ni frío, entonces mi hogar estará junto a ti para alimentar las flores, aunque no podamos verlas ya.


21 de diciembre de 2009

Un rincón para el arte

Qué difícil es encontrar personas que buscan algo más allá de lo evidente, que revisitan los clásicos sin perder de vista las últimas tendencias del arte. Esas personas son cazadores de sueños, siempre atentos como esponjas para encontrar la belleza, aspirarla con detenimiento y habitar en ella con cautela, como aquél que pasea sobre una fina hoja de hielo y se sabe tan frágil como el terreno que pisa.

El momento del descubrimiento... en Cinema Paradiso

Qué curioso es encontrar de forma fortuita a esos seres tocados por la mano de un ángel que son capaces de llorar ante una hermosa fotografía o detenerse a leer lo que cualquier pobre diablo se ha sacado de la chistera.

Afortunados aquellos que aún comprenden que el cine no es ver una película en HD en el sofá ni los grandes efectos especiales, sino una historia. Dichosos los que buscan complejidad en lo que ven y en lo que escuchan y no se dejan arrastrar por la molienda de los vanos ecos eternamente repetidos. Y es que ver no es mirar, oír no es escuchar y sentir requiere mirar, escuchar y dejarse llevar por toda una serie de estímulos que te llevan a vivir mil vidas paralelas. Eso es el cine. Entre otras cosas.

16 de diciembre de 2009

De imperfecciones irremediables I

Tejidos, fluidos, carne... el gran panadero los amasó primero con cuidado. Cuando comprobó la rebeldía de la materia, lo hizo más afanosamente. Luego estiró aquella amalgama de sustancias y trató de ordenarla y darle un sentido. Era una masa informe y demasiado grande como para ser trabajada con facilidad, por eso hizo pequeñas bolitas que separó con cuidado... pero aquello seguía precisando un orden: cogió cada pequeño ser y lo esculpió por separado. Esto no era fácil, aunque desde luego sí era muy entretenido. Le resultaba muy curioso comprobar cómo aquellos pequeños seres, a pesar de proceder de una misma masa inicial pudieran ser tan diferentes entre sí.

Aunque a todos ellos los dotó de una espalda y una cara, había todavía muchas aristas que limar. Excepto una, que le pareció muy graciosa. Estaba en el centro de la cara y apuntaba al frente, como una pequeña veleta. Le gustó tanto que pensó que era el lugar ideal para insuflar vida a aquellas personitas, así que le abrió dos agujeritos discretos por los que poder respirar. Así, pensó inmerso en sus meditaciones, podrán también depender del aire que inhalen, de modo tal que por su bien cuidarán de su entorno, para procurarse así salud y bienestar.

Como ventanas al exterior, hizo dos aberturas sobre la nariz que remató con dos gemas, cuando se le acabaron de un color, probó con otros y casi siempre los ponía los dos de la misma tonalidad, aunque a veces, distraído, colocaba dos distintos, creando criaturas poco comunes pero muy especiales, dotadas de semejante curioso rasgo.

(Continuará)

13 de diciembre de 2009

Historia de un beso

Al girarme allí estaba ella, inmensa en su diminuto cuerpecito. Sus ojitos bailarines se debatían entre los míos y un mechón de su rizado pelo salía caprichoso de su cabellera. Lo recogí entre mis dedos y la besé. Durante aquel beso la amé como solo se ama una vez en la vida si uno puede considerarse tan dichoso como para poder decirlo. Fue un beso largo y apasionado de absoluta entrega durante el que no transcurrió el tiempo. El centro de mi existencia y su razón de ser fue el infinito amor que soslayó aquel encuentro. Como por arte de magia fuimos un solo ser, ya no había un "ella" y un "yo mismo" sino pura esencia transmutada en eterna suspensión, superior a la materia y la fisicidad, que se alzaba a dos palmos sobre la tierra, por encima de cualquier avatar ajeno a la compacta unidad que formaron nuestros labios.

Cuando el hechizo se extinguió y nos separamos me odié por haberle roto el corazón a una niña. Sus ojos verdes rezumaban felicidad pero yo no podía dejar de pensar que eran casi veinte años más los que lastraban mi vida, ¿qué había hecho? ¿Acaso me había vuelto loco? La resolución fue inmediata: no volvería a acercarme a ella, nunca jamás. Presa de la culpa me autoexilié muy lejos de mi pequeña valquiria, alistándome en el ejército que me llevaría al otro lado del océano.

La vigilia de la valquiria, de Edward Robert Hughes (1851-1914)

Sin embargo, parece ser que siguió mi rastro. Hoy luce hermosa frente a mí la mujer en la que se ha convertido aquella niña de ojos verdes. Su rostro se ha alargado con el paso de los años, sus caderas al fin se han ensanchado, su cabello indomable permanece impertérrito como siempre. Desde mi caja de pino y aún con los ojos cerrados puedo verla, siento el olor de su cuello y ya esperando su último adiós atesoro en mi ser, pues mi corazón yermo es ya, la fortuna de aquel beso de auténtico amor y la dicha de que nuestros cuerpos hayan vuelto a coincidir antes de que este viejo sea incinerado.

10 de diciembre de 2009

Perpetuar las raíces de la cultura

Eso es lo que hace la bodega Martín Códax en Santiago de Compostela. Han procedido a documentarse buscando los antiguos códices, libros y cancioneros así como las partituras originales que albergaban cantos, melodías y poemarios para ejecutarlos de nuevo para deleite de los oídos de quienes acuden a sus conciertos.


Además, gracias a los pórticos y las estatuas de las catedrales e iglesias de la zona, han podido reconstruir los instrumentos de la época, consiguiendo así los sonidos más parecidos a los originales. Esto no es sencillo: son necesarios expertos luthiers para trabajar maderas nobles (nada fáciles de conseguir, por otra parte) que alcacen la perfección requerida. Después músicos expertos han de extraer de esos cuerpos de madera labrados con cuidado las afinadas notas que compongan un todo coherente y sólido.

La recompensa a tanto esfuerzo es muy gratificante: de un lado se recupera toda una larga tradición por medio de la investigación y el estudio de los más entendidos y del otro no sólo se consiguen piezas de museo sino que se consigue dar vida de nuevo a esa música y esa belleza escondida que estaba por perderse en el maremagnum del siglo XXI.

Sirva de ejemplo para que seamos justos con nuestro pasado, para que renazca en nosotros el deseo de aprender y de recuperar nuestras raíces que son las que nos han traído hasta aquí. Será un legado precioso para las generaciones futuras.

Os invito a visitar la web y a disfrutar de sus melodías...

7 de diciembre de 2009

Llueve sobre mojado

A los madrileños a veces se nos olvida este fenómeno meteorológico que suele volver entre los meses de noviembre y diciembre. Pero cuando regresa, nos recuerda una de esas verdades fundamentales: el agua, moja. Aunque no es lo peor que tienen los días de lluvia, al fin y al cabo a mí siempre me ha gustado mojarme, coquetear con la posibilidad de correr bajo la lluvia y sentirme libre, limpia, empapada y abrumada por el aire fresco y el vaho cálido que surge al respirar.

Como decía, no es tan molesto. Lo realmente inoportuno es encontrar a "los crápulas del paraguas", esas personitas a las que les importa un bledo que tú no tengas paraguas, que vayas con los hombros subidos y el cuello de la gabardina tratando de proteger tu garganta: ellos pasarán por encima de ti tratando de sacarte un ojo igualmente.

Entre la fauna urbana, tampoco hay que dejar atrás a los "fantasmas del tacón", hombres y mujeres cuyo paso se oye en un kilómetro a la redonda y a los que no les importa igualmente clavarte el maletín y/o el espantoso bolso con remaches en acero en los cantos por salir un segundo antes del metro.

De todas formas, me encanta trabajar en los días de lluvia; saber que estás protegido en tu oficina aunque el sol no acabe de salir entre tantas nubes y oler la tierra mojada al entreabrir la ventana. Es una gozada venir a Madrid cuando muchos madrileños tienen puente, evitar las aglomeraciones, poder caminar a paso tranquilo hasta llegar a tu destino y desempeñar tu labor al lado de un estupendo té calentito.

2 de diciembre de 2009

Desenfocadas

Hay demasiadas mujeres aisladas por sus parejas que renuncian a su vida, a su círculo de amistades, incluso a su familia. Muchas de ellas a lo mejor ni se dan cuenta de que están siendo humilladas, vapuleadas, ninguneadas... el maltrato no solo se muestra cuando se ejerce violencia física, es algo que va calando cada día en la convivencia hasta que se torna sencillamente insoportable. Porque un buen día dejas de ser tú para ser lo que otro quiere que seas.

Es preciso que esas mujeres abran los ojos y dejen de encubrir a sus parejas, que dejen de pensar que van a cambiar, que en el fondo las quieren, que no son nadie sin ellos. Esa es la clave: cuando la enajenación es tal que se confunden los límites, ya no son dos personas compartiendo su libertad, se ha establecido una jerarquía. Ya es preciso pedir permiso y dar explicaciones a cada paso, nada te pertenece, tu tiempo es suyo, tu voluntad no existe.

Me duele ver que esto sucede cada vez en edades más tempranas, incluso en parejas que no comparten cargas familiares y cuya independencia económica es un hecho. Entonces ¿por qué esas mujeres no rompen la soga que les aprieta el cuello? ¿Por qué defienden a hombres que marcan sus inamovibles reglas?

Solo un mensaje para ellas: lejos de no ser nada sin ellos, lo sois todo. Somos libres de elegir nuestro futuro, pero para eso tenemos que valorarnos a nosotras mismas. Ningún camino es corto, ninguna solución fácil te sacará del atolladero pero con tu silencio no permites que podamos ayudarte. Y somos muchos los que estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario para que recuperes tu libertad, pero debes comenzar por comunicarte y dar un primer paso.

Podéis ver el corto "Desenfocada" de Miguel Ángel Furnier en su blog: http://malos-tratos-psicologicos.blogspot.com/2009/07/bienvenidos-al-blog-de-desenfocada.html

30 de noviembre de 2009

Ella

Marina es el brillo deslucido de una foto en penumbra. No creas que es poco para mí, pues es más bien un tesoro... como esos que guardábamos de niños en las cajas de latón de las galletas, o que escondíamos de los ojos impertinentes que no tuvieran nuestro permiso para acceder a la quintaesencia preservada en un trozo de papel o en una entrada de cine roída por el roce de los vaqueros. Las horas transcurren ligeras mientras mi mirada acaricia una y otra vez ese perfil cubierto por el velo de la sombra.


Así, anónima en su abstracción, Marina puede ser todo lo que yo quiera que sea. Sus ojos pueden estar mirándome al fin con ternura, su sonrisa pícara puede presagiar un beso furtivo. Reposa su figura en la más exquisita de las inconcreciones, callando el secreto de sus pensamientos como lo hiciera siempre, por más que yo pretendiera arrebatárselo e incluso plasmarlo en una fotografía, ¡qué ilusa! ¿Acaso me atreví a amarla alguna vez? Solo en la intimidad de mi imaginación fui consciente de la veneración que llegué a sentir por aquel ser que parecía de otro mundo. Si concentro mi atención en sus cabellos, presumo que puedo sentir su tacto sedoso, si atisbo sus breves labios, siento su calor en los míos.

Marina viene y va, como el mar, las oleadas de su recuerdo van invadiéndolo todo hasta que la marea sube todo cuanto es posible. Luego, vuelve a bajar y la superficie de su retrato se torna fría, distante, incognoscible de nuevo. Pero sé que volverá de nuevo a anegar mi entendimiento, a ahogar mi llanto, a sofocar mi pena y es entonces cuando la quiero más, cuando más deseo estrechar su mano difusa, rozar su cuello y fundirme con su cuerpo y su alma. Ser en fin, las dos una, aunque siempre preferiré morar entre las sombras a su lado y vivir entre los murmullos que le susurre al oído a que Marina salga de su figuración para terminar sollozando en los precisos vértices de la realidad enclaustradora.

29 de noviembre de 2009

El crimen irredento del anciano del primero

Hay pequeños dictadorzuelos por doquier. No nos hace falta fijarnos en los megalómanos jerarcas que arrastraron a naciones enteras, podemos sencillamente echar un vistazo a nuestro vecindario: observar y echarse a temblar será todo uno.

De entre mis pesadillas, se destaca la figura enjuta y eternamente enojada de el anciano del primero. Sueño a menudo que se cuela en mi hogar, que intenta dañar a las personas a las que quiero o que, sencillamente, su figura agazapada acecha en el pasillo. Sus voces me han despertado en más de una ocasión, y su carácter violento me ha hecho temer por la vida de su mujer en no pocas noches de insomnio.

Podríamos pensar que es presa de la enfermedad, puesto que parece tener alzheimer, y que esa es la razón de su sinrazón, pero no, lo suyo es un crimen en toda regla. Siempre ha sido así, un egoísta con el que la convivencia debe ser del todo imposible. Ha desesperado ya a todos los vecinos con los que comparte pared (y gracias a que precisamente nuestros muros son papel de fumar, probablemente a todo el bloque).

De sus apariciones estelares al otro lado de mi puerta destaco tres: una en la que se afanaba por abrir la puerta de mi casa con su llave (indignado, puesto que pensaba que se trataba de la suya), otra en la que le abrí (craso error) para que me gritara porque estaba haciendo ruido (estaba durmiendo la siesta... y no ronco) y otra en la que subió, sin duda con ganas de bronca, a las 10:23 de la noche para protestar por el ruido (¿?).

Ahora mismo oigo los portazos, los gritos y me siento impotente. Ya hemos llamado una vez a la policía y todo sigue igual. Cada día cuando escucho espantada nuevas voces por las mismas memeces me pregunto hasta dónde tiene que llegar un tipo como éste para que se le puedan parar los pies, qué habría que hacer con él, si es posible su redención. Pero creo que no, que seguirá impune hasta que deje descansar a los que le rodean y eso solo sucederá cuando descanse en paz (y en silencio, por vez primera). Eso si no nos sobrevive a todos porque es la encarnación del mal, que tampoco sería de extrañar ¿o será que he leído demasiada literatura sobre vampiros? Por si acaso, tapaos el cuello a su paso.

26 de noviembre de 2009

La piel escucha tus palabras

Os copio un extracto de una noticia difundida por EFE: "Un grupo de científicos ha asignado una nueva y sorprendente función en la piel humana, además de ejercer de barrera protectora del organismo frente al entorno y de contribuir al mantenimiento íntegro de sus estructuras, nuestra «capa» externa funciona como un «tercer oído» capaz de recibir sonidos a través de las corrientes de aire. Este descubrimiento, que publica a revista británica «Nature», supone un gran paso adelante a la hora de comprender cómo los órganos sensoriales colaboran para recibir los sonidos y podría tener importantes implicaciones en el desarrollo de dispositivos de audio para las personas con problemas auditivos. Según un grupo de científicos de la Universidad British Columbia de Vancouver (Canadá) dirigido por el profesor Bryan Gick, la gente «oye» a través de la piel las corrientes de aire creadas por su interlocutor al hablar, a pesar de que éstas pasan desapercibidas para el oído".

Ahora paraos a pensar en el verdadero sentido de oraciones tan literarias como "su voz acariciaba mis oídos", y es que escuchamos con cada parte de nuestro ser. El aire liberado en el acto de habla repercute directamente en cada fibra de nuestra piel recubriéndola del sentido de nuestras palabras. La literatura es sabia puesto que busca expresar aquello que se siente aunque no se puede demostrar; esa carrera se la tiene ganada a la ciencia, que llega siempre más tarde, pero llega.

No olvideis lo importante que es que nos comuniquemos con las personas a las que queremos porque tan importante es demostrar lo que sentimos como decirlo. Así que al llegar a casa, llenadla con las buenas vibraciones de cuanto deseais decir.

23 de noviembre de 2009

La Dama Blanca IV Tirar la toalla

Cuando en el corazón no descansa sino el dolor enquistado durante años, cuando no queda nada más allá de la siguiente mazmorra en que habitar la soledad maldita... mejor tirar la toalla.

No han sido pocos labios los que han naufragado en las procelosas y espiritosas aguas que se encierran en una copa de cristal. Cuántos pobres diablos se creen bohemios por el hecho de envenenarse en público en vez de hacerlo en la intimidad que brinda la petaca del vagabundo... ni se enteran de que son un chicle en la chancla de Dios, ese que nos ve desde arriba mientras se jacta de nuestra estupidez al creernos hechos a su imagen y semejanza...

Como guardarropa tengo la doble potestad de comprobar dos relevantes hechos en la vida nocturna de este local: en primer lugar qué aspira a parecer un hombre (que se corresponde con la imagen primera que exhiben como pavos reales al entrar) y en segundo lugar, aunque no menos importante, qué es realmente (que se expresa de forma elocuente a su salida, y suele componerse de los pedazos rotos de lo que fuera en un principio o como decíamos, aparentara ser).

Al ser lugar de paso soy testigo de las metamorfosis que se operan en este lugar: recatadas estudiantes se convierten entre bambalinas en pícaras bailarinas para costear sus gastos, a veces solo por unas cuantas noches, otras, durante unas meses y las menos, sin mucha posibilidad de salir del charco que acaba por salpicarles el tesoro de la juventud.

Otro tanto sucede con los "selectísimos clientes" que pasan por delante de mis ojos cada día. Caras sobrias, serias, elegantes, decorosas van deformándose lentamente con el transcurso de las noches para ser bobaliconas, alcoholizadas, viciosas y finalmente, ausentes. La indolencia es quizás el peor de los sentimientos que puede albergar una mente despoblada de objetivos en la vida. Es la madre de todas las desgracias porque termina siendo la carta blanca que permite a una persona hacer cuanto se le antoje. Y la indolencia es la que lastra los ojos de quienes han tirado la toalla: la mayoría de nuestros asiduos.

20 de noviembre de 2009

Perversiones

Hay algo de obsceno y de profundamente frívolo en el lujo desmesurado. Traspasa todas las barreras imaginables el tener demasiado y hacerlo evidente con el fin de nadar en mera ostentación hueca.

¿Por qué? ¿Para qué? Hay algo obsceno, decía, porque es algo innecesario, superfluo, se trata de una demasía que no es en absoluto precisa, ni se ajusta a una razón justificada sino que simplemente es.

Y lo terrible de ese destello pernicioso es que es un canto de sirena que atrapa a quien se deja engañar por la falsa seguridad que cree haber encontrado en el lujo. Desde el pedestal es difícil dejar de contemplar el cielo para ver qué hay debajo. Hormigas, quizás, no semejantes, no personas que merezcan perder el tiempo de degustar un carísimo vino o conducir un coche inmenso. Quien nació rico de cuna, ¿cómo podría llegar a pensar en otra cosa que no fuera subir un peldaño más, llegar un poco más lejos, tener MÁS?

15 de noviembre de 2009

Pertenencia y libertad

¿Se puede formar parte de un grupo y seguir siendo libre? Me temo que no, o estás dentro o tienes libre albedrío, pero no puedes mezclar ambas situaciones. El problema se deriva de la siguiente situación: te sientes parte del proyecto común de un grupo pero necesitas sentir que tus actos te siguen perteneciendo a ti mismo y a nadie más, y por tanto, por más que compartas tus convicciones, precisas dirigir tu propia vida por donde tú y solamente tú desees. Parece sencillo, la balanza se decanta por tomar el camino más largo, abandonar la relativa calma que brinda el grupo, y avanzar a tientas pero a sabiendas de que tus errores serán causados solo por ti, sin posibilidad de diluir las culpas en la colectividad.

Dar el paso no es sencillo, muchos piensan que te has precipitado, que eres un soberbio, que no sabes lo que haces y que tus pasos te llevan al fracaso inevitablemente... es fácil hablar desde la atalaya del calor grupal y señalar desde allí con el dedo al que decide labrarse su propio destino. Es incluso admirable la capacidad del hombre de burlarse incluso de aquél que obra de forma diferente a él mismo, de ningunear sus logros, achacarlos a golpes de suerte fortuitos o incluso saborear la derrota que supone el autoexilio cuando se percibe como obligado.

Nada más lejos, quien levanta la cabeza y decide aventurarse a ser sincero consigo mismo con cada nuevo paso se reafirma en su madurez, con cada experiencia enriquece sus días, con cada encuentro en el camino disfruta sin necesidad de rendir sus opiniones y así, día a día está más cerca de quien aspira a llegar a ser. Quizás le cueste la vida atravesar las vicisitudes que se vaya encontrando porque en su soledad no contará con la fuerza de las masas, pero podrá irse tranquilo de este mundo sabiendo que obró siendo coherente consigo mismo.

Escucha lo que tienes que decirte y defiende lo que piensas abriendo bien los oídos para escuchar lo que los otros tienen que transmitirte. Pero no te traiciones, pues para bien o para mal, eres quien te acompañará siempre, y ante quien indefectiblemente tendrás que rendir cuentas. Eres tu dios y tu juez.

13 de noviembre de 2009

Tápate los oídos

Si no quieres escuchar esto, eso es lo mejor que puedes hacer, porque lo que tengo que decirte es muy sencillo, si bien no menos doloroso: a la postre estamos todos bien solos. No te engañes, no pienses que alguien te cogerá la mano cuando estés triste o habrá un hombro sobre el que llorar. Eso es totalmente mentira, estamos en la más absoluta de las indigencias emocionales... no importa lo que hagas, sencillamente el individualismo propio del ser humano te desterrará algún día a la soledad. Puede que incluso la desees. Te sorprenderás a ti mismo sintiendo que no quieres ver a nadie, que no quieres compartir palabras huecas, que todo te sobra. Hasta tú mismo te incomodas. Dichosos aquellos que son capaces de dejar la mente en blanco y dejar siquiera de ser conscientes de sí mismos. Ellos son quienes alcanzan el nirvana. Los demás seguimos espantándonos de nuestra precipitación hacia el abismo.

6 de noviembre de 2009

¿Y si...?

¿Y si te levantaras de un maravilloso colchón de látex sintiéndote plenamente descansada y... te hubiera venido la regla? No pasa nada, tu felicidad no se resentiría ni un instante porque tendrías unas maravillosas compresas con alas que eliminan el olor y proporcionan la máxima confortabilidad y además podrías meter las sábanas en tu estupenda lavadora (que no hace ruido y te hace la vida fácil) con un detergente que, con un solo cacito ¡¡no necesita lejías ni frotar para sacar las manchas más incrustadas!!

Te sentirías tan afortunada que te comerías un buen desayuno compuesto por unos cereales que están riquísimos y apenas tienen calorías a la vez que te ayudan a reducir el colesterol ,y un zumo de bote, pero que contiene el 50% de la cantidad diaria recomendad de fruta y es totalmente light. Al abrir el armario de tu diáfana habitación blanca con vistas al mar encontrarías un ajustadísimo vestido rojo que te sienta de maravilla porque estás buenísima y los años no pasan por ti (huelga señalar que utilizas una crema estupenda que no solo contiene ácido hialurónico para alisar tus inexistentes arrugas sino que además te da prácticamente un orgasmo cada vez que la usas). Qué decir de tu larguísima y brillantísima cabellera... te llega hasta la cintura una cascada rubia aterciopelada que cuidas con tu mascarilla de frutas cada mañana mientras cantas en la ducha y te da el segundo orgasmo del día.


Al salir de tu casa dando un coqueto empujón a la puerta con tu firme y moldeado trasero, un reluciente descapotable rojo te espera en la puerta. No te preocupes, su nivel de emisiones es el más bajo de su gama y dispone de elevalunas eléctricos de serie y llantas de aleación, además de estar dispuesto a llevarte rugiendo por los parajes naturales más hermosos jamás vistos ¿al trabajo? Nooooooo, mujer, un día perfecto hace que tus sueños se hagan realidad y que al llegar a la oficina ésta se haya convertido en una estupenda fiesta sin límites en la que puedes ver a los tíos más macizos del barrio suspirando por ti y a los obreros de enfrente en su hora del recreo mostrando sus músculos bañados en combustible mientras saborean su refresco favorito. Y después de este tórrido momento, si todavía te aburres podrías contemplar cómo todos los coches del parking se metaforfosean en seres antropomorfos que saben bailar. Además ¿por qué no darte un capricho? Puedes hincharte a comer bollería industrial con un porcentaje mínimo de grasas saturadas y experimentar la genuina e incomparable felicidad al fundir el exquisito chocolate con el calor de tu tengua proporcionándote un placer adulto ¿vamos ya por el tercero del día? ¿no te vino con los obreros-modelos?

30 de octubre de 2009

Flores para él

Como cada año, el Día de los Difuntos llegó con su cielo plomizo y extraño, recordándonos cómo pasa el tiempo...

Siguiendo la tradición, Azucena fue a la floristería más cara de la ciudad a comprar las flores más hermosas que pudo encontrar. Para ello debía tomar dos autobuses y todavía tenía que caminar durante veinte minutos para luego alcanzar a coger el tranvía y un nuevo autobús que la dejaría en la puerta del cementerio. El esfuerzo valía la pena porque se trataba de un día especial.

En la Iglesia, los feligreses que conocían a Azucena desde hacía años y que habían vivido su viudedad se admiraban de su devoción por su difunto marido y del afanoso amor con el que depositaba las flores en su nicho, el más reluciente del camposanto.

El 31 de octubre era su propio día de peregrinación; así lo atestiguaba tanto el largo trecho que recorría sin desgana y las horas que consumía rezando ante el pequeño retrato ovalado del hombre estampado en la piedra al lado de la inscripción "Tu esposa no te olvida".

Allí, con las manos juntas y bien apretadas podía estar horas sin comer, hablar ni inmutarse apenas. Solo se movían en un leve murmullo sus labios mientras algunas lágrimas le surcaban las mejillas hasta empapar la tierra sagrada.


Y tanto que no podría olvidarse. Aquel día, que era de luto y devoción, Azucena, en su recogimiento furtivo, estaba festejando ser libre y daba gracias a dios por haberla librado del diabl que consumía sus días. Sí, era un día especial, el aniversario del milagro obrado por el señor cuando descompuesta y dolorida atendió su súplica de quitarle de encima esas violentas manos y esos ojos fulgurantes de locura. Lágrimas de felicidad eran las que se le escapaban de forma involuntaria mientras daba gracias por ello y por mantener oculto su secreto.

29 de octubre de 2009

A ti, a mí y a todos

Una enorme sensación de plenitud: es lo que me inspiran los breves momentos de libertad en los que puedo dedicarme a lo que me gusta. Compartir buenos momentos con las personas que me quieren bien y a las que yo no solo aprecio sino admiro.

El mundo está lleno de personas valientes, divertidas y generosas que gustan de regalarte su tiempo y su cariño. Por eso no lo dudes: saca de tu vida a quienes te empequeñecen, a quienes sacan de ti lo peor, a quienes te hieren o humillan: comienza a vivir, date la oportunidad de disfrutar del día a día, de ser tú sin más, sin dar explicaciones ni tener que atenerte a las reglas de nadie.

Dejando atrás todo ese dolor, esa frustración y siguiendo paso a paso, te convencerás muy pronto de que merece la pena continuar para dar paso a todo lo bueno que te estabas perdiendo. La felicidad, que no te engañen, dura un instante y no está al final de un duro sendero de penalidades, sino a lo largo del viaje. Y lo más maravilloso es que puede sorprenderte en el momento más insospechado. Uno de los momentos más felices de mi vida fue un día, al salir de un examen de la facultad. Atardecía, la luz bañaba los almendros en flor y su aroma me embriagó. Fui feliz. Unos minutos, tal vez. Qué hermoso recibir ese presente sin haberlo pedido, sin haber hecho nada para merecerlo. Y qué grande sentir cómo el corazón se me quería salir del pecho y que casi podía volar...

Te invito a que seas valiente y te dejes sorprender por la felicidad, a que sueñes con los ojos abiertos y a que seas una mejor persona rompiendo con todo lo que no te lleva a ninguna parte. No huyas hacia delante, tratando de conquistar terrenos que son ajenos a ti, bien sabes que solo conseguirás enredarte más en un círculo vicioso de autodestrucción.

No rompas el silencio si las palabras que van a salir de tus labios no son verdaderas. Si te disculpas, hazlo de corazón; si pasas página, hazlo con todas las consecuencias. Mirar atrás hará de ti un gigante de pies de barro, caminar con decisión, en un enano a lomos de gigantes. Y, siempre que puedas, haz crecer también a los demás, comparte tus experiencias y tu alegría con los otros, ayúdales a mejorar en lo que te sea posible... ese es el camino.

28 de octubre de 2009

El gen vampírico de Gina V. I

Siendo pequeña (de hecho, el recuerdo se perdía en su memoria), Gina V. salió una soleada mañana a jugar. Le encantaba atrapar saltamontes y sentir el pulso libertador de sus patas luchando por salir de su pequeña prisión consistente en una regordeta manita de niña inquisidora. Sin embargo, apenas hubo puesto un pie en la calle, sintió que sus brazos ardían y su cara se desfiguraba de dolor. En apenas unos minutos, Gina supo que nunca podría exponerse a la luz del sol. Los médicos hablaban sin parar de una anomalía, de una supuesta alergia a la luz del astro rey y de la necesidad de que se aplicara abundantes capas de crema antes de salir a la calle.

Sus padres, preocupados y no sin poco esfuerzo por su parte, contrataron a un profesor particular para evitar que la pequeña saliera cada mañana. Tan solo le permitían salir cuando era imprescindible y cuando lo hacía era cubierta de pies a cabeza y rebozada en los potingues precisos. En verdad a Gina esto no le supuso un gran esfuerzo, sobre todo si tenemos en cuenta el poco aprecio que le tenía a sus compañeros y profesores de la elitista escuela "Sparkle".

Así fue como a la esquiva Gina se le fue aclarando la piel, lentamente, hasta el punto de que sus ojos parecían encarnados las noches de luna llena y los azulados ríos encargados de tranportar su preciada sangre se hacían notar bajo la fina capa de piel que los cubría. Convendreis conmigo en que esa extraña "alteración de su melanina" como habían dicho tantos dermatólogos, haría que la hermosa Gina, al llegar a la adolescencia, fuera una preciosa belleza de mármol, siempre encerrada en sus libros y sus fantasías. En su vida la luna engulló al sol.

Lo que nadie sabía era cuál había sido el origen de tan extraña transmutación en la sensibilidad de su piel. Sólo yo conocía el secreto.

18 de octubre de 2009

La Dama Blanca III

A través de copa mi copa (y siempre tras vaciarla varias veces) los diminutos ojos de Sandy me parecían enormes faros en los que naufragar gustosamente, y sus estrechas caderas de niña grande se me antojaban curvas más sinuosas que las escarpadas montañas de mi tierra natal.

Cada noche empezaba a arrancarle las notas a mi trompeta con la habitual desgana de quien tiene que ganarse el pan, pero a medida que los chicos se animaban el instrumento ya no me era un ajeno aparato frío sino que se convertía en parte de mi ser fundiéndose con mis dedos mientras las ideas y las notas volaban en un etílico sueño de felicidad infinita y eternas improvisaciones. Al finalizar la noche, no sé cómo, despertaba sentado sobre el estuche de mi instrumento en un rincón de la Dama Blanca, con el cuello de la camisa manchado de carmín y la corbata en fuga.

Me pregunto qué habrá sido del huesudo Ringo, de Sam y los gemelos. Nunca supe distinguirlos, nadie supo, en realidad, eran como dos gotas de agua, los dos chicos de ojos tristes que podían sacar auténticas melodías de cualquier objeto. Eran una de las mejores bazas de aquel antro venido a menos, quizás lo único, aparte de las medias de rejilla de las coristas, capaz de dejar boquiabiertos a los parroquianos.

Con el saxo de Ricky sigo entrelazando los lamentos de mi trompeta cansada, que sigue aguantándome el ritmo pacientemente. A veces rememoramos aquellos días como si fueran mejores, aunque en realidad seguimos exactamente igual: sin tener dónde caernos muertos y aferrándonos a nuestra música porque es el único don que nos han regalado en nuestras vidas. Vivimos para tocar y tocamos para poder seguir viviendo allá en el mundo celeste en el que sólo hay una copa tras otra en la que empapar una música sin final que se vertebra en nuestro interior y se expande saliendo de nuestros pulmones hasta ocuparlo todo.


16 de octubre de 2009

La tierra de los caballos bellos I

Decía nuestro guía Mehmet que todos los mundos posibles están en éste y en concreto, todos se encuentran en la Capadocia, en la Anatolia Central, cuyo nombre etimológicamente hace referencia a "la tierra de los caballos bellos".


Visitando la región uno no puede sino sorprenderse por la increíble belleza de los parajes que la naturaleza ha ido esculpiendo pacientemente lamiendo con los vientos las rocas y azotándolas con el refulgente sol y las nieves invernales.


Por si esto de por sí fuera poco, el espectáculo visual lo completa la mano del hombre que, en medio del desierto y precisamente buscándolo como refugio, ha constituido joyas como las que pueden observarse en el Museo al Aire Libre de Göreme. Allí se suceden las ermitas afanosamente decoradas con frescos espectaculares que invitan a la alabanza allí donde los iconoclastas no fijaron su obsesiva aversión a la representación de los hombres. En aquellas en las que su mano devastadora acometió el grave delito de la destrucción sistemática de manos, ojos y bocas, principales vehículos de la comunicación y el entendimiento, podemos contemplarlas intactas. En el resto, en su lugar, ellos realizaron dibujos geométricos y motivos alegóricos de origen vegetal y raramente animal.

Mención aparte merecen las ciudades subterráneas en las que comunidades enteras de hasta diez mil individuos se parapetaban de sus enemigos pudiendo pasar en ellas meses. Un sistema de trampas trataba de disuadir a merodeadores indesados en tanto que inmensas rocas redondas taponaban los pasos de nivel con la intención de proteger las vidas de cuantos se alojaban allí. Un complejo sistema de ventilación así como la porosa roca que recogía el humo de los fuegos destinados a iluminar y cocinar los alimentos suponían la principal garantía de supervivencia para no ser descubiertos.

La Capadocia es una región hermosísima que a cada paso depara una nueva sorpresa. Y tantas enterradas que quedan por descubrir. Encandila no sólo su belleza sino también la reflexión en la que nos sumerge sobre la complejidad de las relaciones que establecemos las sociedades entre nosotras y el instinto de supervivencia de las más perseguidas que puede llegar a agudizar el ingenio hasta extremos insospechados.

15 de octubre de 2009

La soledad y las flores

Dicen que Mercedes está loca. Pasea sola, fumando un cigarrillo, ligeramente encorvada, como si sobre su espalda se avatiera un gran peso que le lastra el caminar. A veces habla sola, pero no estoy segura de que lo haga más de lo que lo hacemos los demás cuando rememoramos algo que tenemos grabado a fuego en la memoria. Lo que más llama la atención de ella es su forma de vestir. Siempre con colores estridentes, vestidos llenos de flores, muchas horquillas no menos llamativas en el pelo, collares y pulseras y grandes broches.

A Mercedes le gusta el color y la alegría que le proporcionan todas estas cosas. De lejos dirías que es una hippie e incluso podrías confundirla con una yonqui por esa manera tan extraña de caminar. Sin embargo, cuando te asomas al balcón de sus ojos tristes y cansados y comprendes por fin que
está sola y necesita entablar una conversación, te das cuenta que es solo una mujer que ha tenido mala suerte.

Cuando ella escoje la ocasión, charla despreocupada durante un buen rato, sin embargo si eres tú quien toma las riendas para comenzar un diálogo, ella se estremece visiblemente nerviosa, casi sin poder dominar los nervios y abandona a la primera ocasión.

Admira las cosas que le gustan, las aprecia de veras, las mira una y otra vez, las coge con ternura y cuidado y finalmente las compra, porque le parecen alegres y simpáticas. Sin embargo, en un descuido, la manga de su vestido se traba en un alambre, y en un instante descubres una gran cicatriz, un accidente de coche, quizás, o una brutal caída. Puede que algo menos racional y más escalofriante, pero no quiero pensar en esa posibilidad, porque nadie merece que le inflijan tal dolor sino de forma fortuita por un caprichoso avatar del destino. Algo ocurrió en su vida que hizo que cambiara para siempre, que se refugiara en las flores y la soledad fuera su más firme compañera. Se me antoja una flor rara que busca refugiarse entre otras.



12 títulos y una clase magistral

El Festival de Cine Fantástico de Sitges nos ha dejado con muy buen sabor de boca, de hecho, ya estamos deseando que llegue el año próximo para degustar nuevas mieles.

Entre los mejores momentos del festival, la clase magistral de Park Chan-Wook, en la que tuvimos la suerte de conocer que el gran meollo de la trama de "Oldboy" se gestó nada más y nada menos que en el baño, mientras el coreano descargaba la vejiga... son esas pequeñas cosas las que te hacen darte cuenta de que Sitges es una caja de sorpresas. No tiene precio cruzarte con un tipo al que admiras tanto por la calle... como cuando nos encontramos con Freddy o con Tarantino, o cómo olvidarlo, cuando Guillermo del Toro nos enseñó sus calzoncillos y su cepillo de dientes al llegar a su clase magistral.


En cuanto a los títulos, todo muy variado en cuanto a temáticas, nacionalidades, géneros... Voy a empezar por lo peorcito, a mi juicio, que ha pasado por delante de mis ojos: me refiero a la insulsa y aburrida hasta la extenuación "Nyph", película tailandesa laureada en Cannes. Y uno se pregunta "¿por qué?" y la respuesta es el eco que devuelve la pantalla, a mi juicio vacía de contenido. Tanto es así que me dormí durante al menos una hora. Un soberano rollo. El otro descubrimiento tardío de un rollo monumental fue "El sueño del mono loco" que no parece una película de Trueba en absoluto. Nos valió eso sí para hacer muchas bromas con el bendito título, que es lo único inteligente que tiene la pobre cinta.

En cuanto a las que más me han enganchado tengo que destacar "IP Man". Si hace apenas un mes me quejaba de la falta de héroes, he aquí la historia de uno, en la que se repasa con respeto el pasado muy digno del maestro de kung-fu de Bruce Lee. Impecable. Y las mejores, dos cintas españolas muy diferentes pero realmente buenas: "Hierro" y "Celda 211", con un guión inteligente y acertado ambas, yendo más allá de lo evidente y lo previsible, y, en el caso de la primera, combinando con maestría que no parece de propia de un director principiante el drama con la intriga y la belleza visual de alguno de los planos más intensos de la cinta.


Entretenida, pero sin pena ni gloria, pasa "Pandorum" que no aporta gran cosa al género. Mejor equipada en cuanto a laberintos filosóficos "1" resulta evocadora y muy curiosa. También pasa con nota "The Eclipse" con una estupenda mezcla de drama amoroso y terror. Esta película irlandesa me parece muy notable en cuanto a interpretaciones, guión y puesta en escena.

Quisiera hacer mención aparte al estupendo documental "Nightmares in Red, White and Blue (The Evolution Of The American Horror Film)" que me ha parecido brillante recuperando los mejores momentos del cine de terror americano. Sólo añadir que se echa de menos más desarrollo de la parte dedicada a los OVNIs, por lo demás, muy aconsejable. Algo falla en el ritmo de "Ne te retourne pas (Don't Look Back)", que sin embargo encandila por lo arriesgado del guión y las excepcionales interpretaciones femeninas. Aunque no le auguro un gran futuro en cines, reconozco que merece la pena verla, si bien requiere un esfuerzo por mantenerse dentro de la narración. Además, la directora fue tremendamente amable e hizo un gran esfuerzo por pronunciar unas palabras en castellano que le valieron la ovación del público cuando presentó la peli.

Con la que más he reído por lo absurda y desternillante que se ofrece es con "Crows II", toda una fantasía épica adolescente, cuajada de momentos estúpidos y frases idiotas y aderezada con muchas tortas. ¿He dicho ya que me encantan las coreografías de leches?

Finalmente, destacar que fueron al menos cinco películas las que no pudimos ver porque no coincidieron los días de proyección con los de nuestra estancia: la ganadora y prometedora "Moon" que espero ver en breve, "Thirst" que he de conseguir visionar a toda costa, "Cropsey" y, por qué no, la descabellada "Zombieland". "The Road" es también una de las que no pudimos disfrutar, con lo que me habría encantado ver a Viggo Mortensen, al que admiro realmente como actor, pero ya llegará el momento de poder verla.

Me atrevo a decir sin haber podido (ni querido) verla, que la gran decepción del festival ha sido "Rec 2" de la que se esperaba mucho más.

Y esto es todo amigos. Aquí finaliza la crónica de unos días inolvidables, como cada año, que pasan como un rayo entre pase y pase helado en mano.

30 de septiembre de 2009

Sitges'09

Sitges se abre un año más para desvelar los misterios más oscuros solo a los más avezados... las intrincadas calles del centro se colmarán de viajeros sedientos de sangre y de historias añejas de brujas, las salas sucumbirán a los gritos de espanto de los espectadores incautos que acudan a llenarlas y así se engrasará la rueda un año más... mientras en el horizonte del mar se dibujan las sombras de las nubes tormentosas que sacudirán las costas, los valientes nos armamos para acudir a la cita con el misterio, la ciencia-ficción, la intriga, el suspense y la sorpresa.

Aguardamos el bostezo ronco de las salas que nos introducirá en mundos paralelos en los que todo es posible. Estamos preparados y expectantes sabedores de que iniciamos un viaje al anverso de la locura... ávidos de aventuras y emociones fuertes, nos enfrentaremos a los recovecos menos transitados del alma humana, a mentes enfermas y mundos en putrefacción que en su agonía nos arrastrarán a la boca del mismísimo infierno.

Nada nos detendrá, tenemos una cita con la parca y no estamos dispuestos a llegar tarde ni a darnos por vencidos antes de tiempo. Comienza el reto.

El encuentro

Me encontré con ella de súbito, tantos años después. Su mirada se clavó en la mía y me dejó a su vez clavado como una estatua al suelo. Su cara ya no era la de una niña, aunque el brillo travieso de sus ojos seguía jugando burlón al fondo del profundo verdor de su iris. Su cuerpo se había redondeado y algunas canas iban aflorando entre los cabellos pardos. Daba igual el paso del tiempo, seguía teniendo la capacidad de dejarme tan abrumado como absorto siguiendo el vuelo de sus manos, contemplando su blanca risa arder ante mí. Mientras parloteaba nerviosa tratando de llenar el tiempo, para mí todo se había detenido. Me había estado ocultando a mí mismo durante tantos años la necesidad de volver a escuchar aquella voz, el deseo de estrechar aquellas manos de nuevo, de dejar que cristalizaran mis pensamientos en palabras por primera vez... que asistí otra vez, otra estúpida vez al mayor de mis fracasos frente a ella. Había perdido el tren. Tras ella, su familia, una hermosa niña, como su madre, dormía en el carrito que empujaba su marido. Era un hombre normal: ni alto y bajo, ni delgado ni grueso, sencillamente la clase de tipo en la que no repararía uno jamás. ¿Podría haber ocupado yo aquel lugar?

Cuando llegué a casa mi mujer me preguntó si había estado llorando. Soy incapaz de ocultarlo, está claro, al menos, a ella; al menos, las lágrimas.

16 de septiembre de 2009

Me persiguen las palabras

Multitarea y sincopada. Escribo como una taladradora horada el suelo, el repiqueteo del teclado acompaña los ritmos entrecortados de las acciones que entrelazo. Escribo aquí sobre un nueva ley, allá doy una opinión, respondo un e-mail, cierro una reunión, activo un discurso, entierro una palabra vana, corrijo un acento, esculpo un pequeño verso. Ese es el día a día, el ordenador me ha vuelto desordenada e hiperactiva, no se sacia mi curiosidad por buscar nuevas expresiones, por aprender nuevos patrones ni por leer palabras antiguas que contienen la sabiduría del universo en una máxima comprimida.

¿Cuántas vidas necesitaría para leer todo aquello que desaría leer? ¿Para derramar los mundos que pergeña mi cabeza en hojas y hojas cubiertas de tinta? La finitud no es sino aquello que revierte la literatura, la pugna de la condensación de todos los tiempos en un tiempo contra la caducidad y la pérdida de los días que pasan insoslayables. Vive en la literatura y alcanzarás el Paraíso, la eterna juventud.

Las obras maestras y los héroes

Es lo que echo de menos en el cine, en la literatura, en las series de televisión y hasta en el día a día, ese rayo de luz que es el modelo a seguir, esa voluntad de encauzar los pasos hacia un bien, hacia la redención, hacia la expiación de las culpas y la bondad en estado puro.

¿Significa eso que los dioses, los semidioses y los héroes no se debatieran entre sus propias contradicciones? Todo lo contrario, eran nuestro reflejo y como tal, en ellos proyectábamos nuestras dudas, nuestras disyuntivas y miserias...


Cuando te sumerjes en el intrincado lenguaje del siglo XXI parece que no hay cabida para nada que se salga de lo desagradable y estomagante. Los planos se emborronan, la imagen queda cubierta de una densa pátina de pringue e interferencias, la cámara se mueve como loca, los personajes se ahogan en la carencia de un destino deseable o deseado al menos, y quedan estancados en las alcantarillas de la autodestrucción y la psicopatía. No es que nuestras obras generen antihéroes, esos al menos, en contraposición con sus antagonistas, reflejan la necesidad de ser exactamente lo contrario, me refiero a que realmente se proponen como ejemplos una serie de pseudo-antihéroes que no llegan siquiera a esa necesidad de ser las sombras entre las que brille alguna luz.

Somos la generación de los desheredados de valores intrínsecos como el amor, como la búsqueda de la verdad... ¿hemos fagocitado la moral hasta el punto de que nos resulta indigesta? ¿Es esa la razón de que seamos incapaces de traer al mundo obras maestras, héroes del día a día?
No comprendo que novelas de medio pelo sean best-sellers y hayamos perdido de vista a los clásicos.

Deberíamos leer a Horacio de rodillas, como solía decirnos un gran profesor al que admiraba (aunque no le llamara de usted, ni me hablara desde un atril). Y es que las formas no hacen el fondo y si queremos respeto, tenemos que ganárnoslo. Seamos ejemplo, seamos héroes y sembremos, porque lo que estamos haciendo en este momento es desandar el camino que han forjado muchos con gran esfuerzo y la tierra que no se alimenta yace yerma.

11 de septiembre de 2009

Releer y corregir...

... es dignificar las palabras, darles la importancia que se merecen, estructurarlas de la forma más adecuada y arroparlas en las dulces sábanas de los signos de puntuación precisos para que no cojan frío ni por el contrario se abrasen en el constreñimiento de la cerrazón inútil. Releer y corregir es el mejor de los trabajos para quien aspira a la escritura. Tomar cada palabra para sopesarla, comprobar que brilla en su justa medida y que es armónica con las que le siguen y preceden.

Tejer despacio un enorme tapiz en el que cada hilo está trenzado a mano con el mayor de los cuidados de modo que al dar un paso atrás se puede apreciar el conjunto completo, dibujado con esmero. Como las grandes sinfonías en las que las notas se deslizan unas sobre otras con la naturalidad de la corrección formal, y la pasión y el acento del estilo propio del orquestador de la pieza.

Encontrar el tono, dar soporte a las ideas contenidas en las líneas de escritura, aderezar el bocado con las especias más selectas y degustarlas una vez concluida la tarea es uno de los mayores placeres para el corrector... pero... ¡¡¡cuidado!!! Alguna errata suele quedar agazapada dando testimonio de que la perfección, aunque es la aspiración máxima de cualquier profesional, es inaccesible.

2 de septiembre de 2009

El noble arte de la escritura

Venía en el metro con la nariz pegada al libro de "El conde de Montecristo" y he leído una frase que me parece magistral: "Siempre he tenido más miedo de una pluma, de un tintero y de un papel que de una espada o una pistola". Esa es la pura verdad, como que el filo de un papel es más hiriente que la más afiliada de las cuchillas. Y me pregunto ¿por qué escribimos? ¿Cuál es nuestra finalidad última cuando decidimos dar forma a nuestros pensamientos, moldearlos y ornarlos, estructurarlos y revestirlos de una suave pátina de credibilidad a los ojos de quienes leerán nuestras palabras?

Puede ser una simple cuestión de venganza, como en el caso de los envidiosos de la dicha de Edmond Dantés, puede ser el afán de notoriedad, puede ser la necesidad de expresar nuestra voluntad o parecer o puede ser sencillamente un cosquilleo que se advierte imparable en nuestro interior y que nos lleva a vertir las palabras de la forma que consideramos más oportuna porque nos oprimen dentro, necesitan salir y ver la luz del mundo, para hacerlo más brillante o dejarlo sumido en las tinieblas.

En ocasiones nadie nos lee, en otras causamos conmoción, las más de las veces pasamos inadvertidos salvo para unos cuantos, pero no por ello tienen menos valor nuestras palabras. Si aún pensáis que la escritura es un medio de vida, os equivocáis. Ni aquél que se ha hecho más rico con la escritura es en verdad un escritor. Ser escritor es otra cosa, es algo que nace desde dentro, es más que una obligación apremiante, es la necesidad de comunicar con otros mundos para comprender éste en que habitamos, y eso, es sencillamente inevitable.

Escribir es quizás el acto más importante que podemos llegar a realizar en nuestra vida, tenemos el mismo potencial para conseguir crear como para lograr destruir, pero estoy convencida de que toda aquella acción cuyo poso queda encadenado a la tinta tiene consecuencias para aquél que convoca al poder secreto de las palabras. Escribid para el bien o retened vuestras palabras, de lo contrario, se volverán en contra de vuestro destino.

31 de agosto de 2009

El dulce encanto de volar en taxi

Así es como describo yo esos días en los que no llegas a tu destino porque el taxista ha llegado tarde. Sorteando las obras, los obstáculos, a los viandantes y al resto de los vehículos, tienes que encomendarte a estos profesionales de la conducción (a los que maldices cuando estás fuera del taxi pero a los que adoras cuando vas dentro de él) y dejar que vuelen mientras el aire de la ventanilla te alborota el flequillo. Tiene su gracia sentir esas cosquillas en la cara, esa revolución en las tripas por los nervios y ese pequeño estallido de adrenalina que te produce ser partícipe del apremio del avezado conductor, que se salta semáforos, toca el claxon, acelera y acelera y en las rectas va como un rayo.

En cuestión de tres meses he cogido más taxis que en toooooda mi vida. Podría contar con los dedos de la mano las veces que anteriormente tuve que tomar uno, siempre en circunstancias muy puntuales y concretas. Es curioso compartir esos veinte minutos con una persona distinta para cada ocasión: unos son dicharacheros, otros van concentrados en la carretera y en la radio, algunos no abren la boca y otros sencillamente dan miedo. De todas formas se merecen un premio a la paciencia, porque el centro de Madrid, lleno de obras parece una enorme ratonera de la que es imposible salir cuando un camión para a descargar en una de las calles que dan acceso a vías más grandes. Y la vuelta al cole a la vuelta de la esquina... se perfilan nuevas aventuras en el horizonte...

30 de agosto de 2009

Los tiempos han cambiado

Si sabes lo que es un fake, un troll o un spoiler... enhorabuena, estás hecho todo un freak de la Red de redes, seguramente inviertes tu tiempo en crear distintos avatares para cada red social en la que tienes un perfil y te mola ver vídeos virales en YouTube. Además utilizarás al menos uno o dos servicios de mensajería instantánea y dedicarás al menos 3 o 4 horas a navegar por Internet al día, sin contar la ojeadita que le echas en el curro... ¿Pero qué mierda nos pasa? Se nos ha olvidado cómo era la vida antes de tener un alter ego virtual, cuando teníamos tres colegas que podíamos contar así: uno, dos y tres y no 376 en Tuenti, de los cuales mantenemos el contacto con, no me digas, no me digas, que lo adivino: uno, dos y tres.

En fin, no tengas cargo de conciencia: todos echamos de menos los viejos tiempos pero también hemos picado. Primero dijimos: "¿Yo, móvil? Ni hablar, qué esclavitud, todo el día con el teléfono a cuestas" y ahora tenemos uno de última generación con cámara integrada, y una memoria de nosécuántosbytes... ¡Y no te quedes sin batería! Eso es peor que quedarse desnudo en la Gran Vía, qué indefensión, ir por la vida sin poder llamar a... a... a cualquiera de mis tres amigos.

Luego llegaron los equipos portátiles y dijimos: "¿Yo portátil? Eso es para pijos, con lo que cuestan...". Ahora tenemos el nuestro, el de nuestra pareja, el del niño, que es de Winnie de Pooh, y espera que para que el pobrecito pueda estudiar ahora le van a dar otro en el cole... ¡¡¡¡PERO QUE EL MEDIO NO ES EL MENSAJE!!!! Todas las generaciones anteriores hemos aprendido a multiplicar y a leer sin un ordenador ¿es realmente tan preciso para los chavales de ahora para las materias del día a día? Que no digo yo que no sepan manejarse, que hay que enseñarles, pero ¿no nos estaremos volviendo un poco locos con tanta historia?

Bueno, os dejo, voy a ver si termino esta entrada para publicarla en el blog, que a su vez la remitirá a Facebook, donde también cuelgo mis fotos de Flickr y donde acabo de crearme un avatar. Y mientras a ver si mi chico me da un toque o se conecta algún colega al Messenger, que mañana empiezo mi Master virtual y tengo ganas de chatear... ;)

27 de agosto de 2009

Nuevos mundos por descubrir

Y como muchos dicen, todos están dentro de éste. No están lejos de la verdad aquellos que opinan que todo lo que el hombre puede imaginar con su cabecita pensante está ya inventado y que la realidad no es sino una re-re-re-recreación de cuanto hubo anteriomente, una suerte de remix de lo antiguo y lo nuevo pero que nos lleva a una especie de bucle temporal que se recrea cada cierto tiempo. El mundo de la moda es un ejemplo tan manido como quizás frívolo, pero ahí tenéis a las grandes figuras del estilismo retornando una vez y otra a momentos pasados mezclados con un poquitín de rollo "cool" para darle el empaque necesario a sus colecciones. Las temporadas se suceden igual que la sensación de "dejà vu".

Solo una cosa consigue conmoverme ya de veras: la propia naturaleza. Tanto lo que me rodea cuando estoy inmersa en un paisaje como la propia naturaleza del hombre y los resquicios de su mente. Esa dualidad: desde mí misma hacia fuera y desde mí misma hacia dentro pone en contacto dos realidades incomprensibles e inabarcables para mí. La mente no puede pensarse a sí misma, puesto que para analizarse tendría que autodescomponerse y entonces no podría realizar ese proceso y la naturaleza, sencillamente se nos escapa de las manos. Toda la razón de la existencia del hombre, su necesidad de crear sociedades, de abastecerse, de guarecerse, de perpetuar su carga genética no ha sido sino un paulatino proceso de "poner puertas al campo". Nos hemos reproducido, expandido y diseminado de tal forma y hemos derrochado tanto, que estamos agotando los recursos de los que nos valemos. Nos autoextinguimos. A lo mejor seguimos el ejemplo de los lemmings y cuando seamos (aún más) multitud nos suicidamos como insinuara la estupenda película de "El incidente".


Algún mecanismo de defensa tendrá el planeta para tratar de sobrevivirnos, porque aunque la naturaleza no es omnipotente, seguirá abriéndose paso, como lo hacen las hierbas entre el asfalto de nuestras carreteras o los mejillones que crean sus colonias en la cubierta de los buques... Nada puede detenerla, y el hombre se arriesga cada día más a perecer en el intento de tratar de desafiarla. Convivimos con complejidades que sin embargo, funcionan. No comprendemos nuestra propia mente, pero nos valemos perfectamente de ella cada día para las actividades más nimias. No comprendemos los mecanismos que rigen muchos fenómenos naturales, pero sin embargo, ahí siguen realizando (o no) su función de todas maneras.

En resumen, creemos que conocemos mucho, pero en verdad apenas conocemos nuestro propio ser ni lo que le rodea. Somos ricos en ignorancia y arrogantes en cuanto a lo que creemos saber. Hay todavía muchos mundos por descubrir, pero la principal paradoja que nos acompaña desde la cuna, el tiempo implacable que es el que nos marca el día a día, sigue siendo inexpugnable a nuestros esfuerzos por ser desentrañado. No comprendemos nada sin sus coordenadas espacio-temporales, no sabemos por qué somos sujetos temporales, ni sabemos cuándo se producirá nuestro final, ni siquiera si lo hay.

Tejiendo el laberinto

Cada cierto tiempo me da por pensar... no creáis que lo hago muy a menudo, pero de vez en cuando está bien desgastar un poco las neuronas y devanarse los sesos aunque sea en pro de no llegar a ninguna parte más que a perderse uno en sus propios pensamientos...

En fin, el caso es que andaba discurriendo qué fácil sería la vida si fuera una fotografía y uno pudiera escanearla y retocarla como hago a menudo por trabajo o por hobby. Más que redecorar tu vida, podrías verla del color que más te gusta y cambiar de opinión cuantas veces quieras... habría que hacerlo bien para que no se apreciara el retoque, pues si no, no sería más que un parche. Pero podrías clonar las cosas positivas, por ejemplo tener tres veces a tu novio... e incluso cambiarlo por unos cuantos Georges Clooneys. Pero ahora en serio, con la varita mágica, el tampón de clonar y un poco de maña, podríamos cambiar aquello que nos molesta o nos inquieta, con un efecto de iluminación, hacer que se desvanecieran las sombras y deshacernos de nuestros miedos e incluso aplicando el ratio de enfoque adecuado, disipar nuestras dudas respecto a lo que nos rodea, y despejar así el camino para llegar a la resolución más oportuna.

Es más, Photoshop sería estupendo aplicado a cualquier tarea de nuestra vida... que nos sentimos tristes... pues deformamos nuestras caras para reírnos un rato, que se nos ha perdido el niño en el super... pues lo clonamos de otra foto y listo, que nuestra casa nos parece pequeña... sacamos el lazo poligonal y la estiramos a nuestro antojo... Todo ventajas, sí señor. Pero claro, grandes poderes conllevan grandes resposabilidades, ya se lo dijo el tío Ben a Spidey. Y en nuestra foto, el resto de las personas ¿tendrían también libre albedrío? Jugar a ser dios es más que complicado... es sencillamente un rol inasequible para el ser humano, puesto que es un sujeto con intereses, y Dios, si existe, debería ser un creador ajeno a su obra. No querría imaginarlo como a los dioses griegos, jugando con los destinos de los hombres, mezclándose con ellos e interfiriendo en el devenir de sus días por su propio beneficio o para satisfacer sus necesidades y anhelos.



Y aquí es cuando me doy cuenta de que en algún momento me he perdido trenzando los mimbres de mis pensamientos, y que no vivo en una fotografía, que la realidad tiene sus tres dimensiones y no han inventado todavía las herramientas para convertir sueños en hechos y que, qué demonios, se me está yendo la cabeza.

22 de agosto de 2009

La Dama Blanca II

No abundan chicas como Linda en las noches de los bares de carretera. Sus contundentes facciones contrastan con la ligereza de sus piernas constreñidas en medias color humo. Sus movimientos felinos son más evidentes que sugerentes, tanto que le haría a uno perder la cartera, la cabeza desde luego ya la habría perdido al entrar en un antro de mala muerte como La Dama Blanca. Allí se congregan cada noche toda clase de perdedores y de desertores de la pluma y los pinceles. O eso queremos creer, que nos han abandonado las musas y por eso las buscamos en el fondo de un vaso de licor o en las corvas de las coristas caprichosas que se contonean coquetas mientras esconden su desprecio hacia las sudorosas manos que tratan de alcanzarlas entre sus sueños etílicos.

Linda era poesía dadaísta pura, con sus ojos de gata melosa y su capacidad de incrustarte una patada en la entrepierna de las que hacen a un hombre de dos metros llorar como un niño. Por eso era la encargada de la barra y quizás la única capaz de soñar con un horizonte más allá del rimmel y los lunares postizos. Con su marcha ha agitado de nuevo mi necesidad de escribir y, sin premeditación puede que me haya hecho despertar del letargo avinagrado de frustrado autocompasivo que me había arrastrado a las desdibujadas catacumbas del despropósito.

Cuando entré en La Dama Blanca por última vez comprobé que esa noche no podía estar más lejos en la escala cromática de lo que indicaba su nombre. Es más, el aire estaba más sucio porque no lo purificaba Linda respirándolo con su naricita chata, esa por la que desprendía el humo de su tabaco de frutas y que me separaba a intervalos regulares de sus ojos candentes. En esos momentos, mi mirada absorta se debatía entre su generoso escote y las ondas de su descarado peinado con desiguales resultados. A Linda le daba igual, no estaba en aquel antro para hacer macramé, y quién sabe en qué pensamientos navegaría aquella diosa del carmín y los postizos...

21 de agosto de 2009

La ira es un gusano

Se extiende desde que es un mero punto larvado en un corazón roto hasta que eclosiona y lo devora todo a su alrededor. Poco a poco se apodera de todos los pensamientos y saca lo peor de nosotros mismos, ese lado destructivo e irreverente que arremete contra todo y se desborda hasta golpear con el restallido del grito o la sátira más hiriente.

Cuando aquel día, prorrumpió en un estallido de incontenible de ira, nadie pudo comprender el por qué de semejante demostración de enfado. El vaso había estado llenándose poco a poco durante meses, lentamente. Como los cantos del río van puliéndose con la sacudida de las aguas, se fue enquistando en ella un rencor profundo y duradero que iba aumentando con cada nuevo desplante. Lo increíble, una vez conocidas las circunstancias, es que consiguiera retener durante tantos años ese arranque de la más genuina de las iras.
Rotas las cadenas, la bestia que se agazapaba en su interior, y que había ido creciendo esquiva en su interior se apoderó de su alma y nunca más le permitió prorrumpir en llantos ni agachar la cabeza. En vez de eso se dedicó a luchar contra todo y contra todos, dejando a un lado a su familia, a sus amistades y por supuesto borrando de su diccionario personal la palabra tan maltratada según su propia experiencia: "amor". El amor es sólo para los necios, se decía a sí misma mientras sus palabras le devolvían el eco en su interior vacío. Pena y soledad fueron las consecuencias de la ruptura con la injusticia que había martilleado su hastiada existencia hasta la fecha de su estallido final, pero nunca más sintió pena de sí misma, ni tuvo que padecer los sufrimientos de los que había sido víctima. Fue libre su elección de privarse de la compañía que había desencadenado su ira y ejerció su albedrío libando su propio veneno.

Paisaje nocturno

Al caer la noche, el bosque enmudece hasta que los lobos comienzan a aullarle a la luna de plata. Desde lo alto, las estrellas tintinean mientras los sueños de los niños se pueblan de fantasmas y brujas. Entre los bosques de laurisilva de ramas cargadas de musgos y troncos secos se abren paso toda suerte de criaturas apresuradas por encontrar un refugio seguro en el que pasar la noche. Todas ellas se afanan por tratar de sobrevivir a las horas de oscuridad, siguiendo su instinto de supervivencia. Algunas de ellas lo harán en vano, pues caerán pronto presas de alimañas reptantes o depredadores inoportunos.

El estanque no registra las vibraciones habituales en su superficie, pues la vida duerme a buen recaudo y se cuida mucho de ponerse al descubierto. Sin embargo, en la orilla, la rana no puede evitar la tentación de requerir a su amada, armando un gran revuelo, en tanto que el grillo le sigue en un improvisado dueto, indiscreto a todas luces.

La vida sigue su curso al otro lado de la ventana, al fresco de la noche, y sus misterios seguirán ocultos a las miradas anhelantes. Allá se entrecruzan mil historias de amor, de odios, celos y venganzas, que quedan lejos de mí, aunque muy cerca. No obstante, la azulada bruma pronto engullirá los cedros y los castaños y mi vista no podrá ya más que perderse en los contornos difusos de cuanto mi imaginación retenga. La luna finalmente será presa también de la codicia de las nubes, y no tendré más remedio que acurrucarme en la soledad de la noche y dejarme caer en las profundidades de los sueños y someterme a su caprichoso albedrío. ¿O acaso ya estoy soñando?


18 de agosto de 2009

La Dama Blanca I


De las noches en La Dama Blanca me queda solo la resaca de nicotina y la aversión visceral a las sonrisas torcidas que huelen a esa mezcla de eucalipto y alcohol barato. Me cansé de sacudirme las miradas de los tacones y las medias de raso tanto como de despejar la barra de borrachos tristes, de esos que solo hablan con la botella hasta que la botella les habla a ellos.

Allí conocí a la clase de tipos que solo puedes conocer en un antro que abre hasta el amanecer, cuando los gatos, que son los verdaderos amos de la ciudad nocturna, estiran sus flexibles cuerpos ante la llegada de los primeros rayos de sol y yo tengo que retocar de nuevo mis pestañas apelmazadas y la máscara que cubre ese cansancio denso de pasar la noche en pie espantando moscones y vigilando la caja. Por supuesto también pude ver que la escoria no sólo nace en los agujeros malolientes sino que se hace, a imagen y semejanza de la basura que respira a su alrededor.

Cada noche asistía a un nuevo desfile de coristas emplumadas, tipos "duros" de esos que se echan a llorar hablando de su infancia a la tercera copa y todo un variopinto repertorio de esperpentos, unos deslenguados, otros retraídos, unos mirones empedernidos, otros que estaban deseando desplomarse para tener un suelo donde dormir un par de horas. Por decirlo de alguna manera era el clásico último garito en el que acababas si no tenías otro lugar al que ir.

Puede que los únicos que estuvieran allí por gusto fueran los chicos de la banda. Desde luego, esos genios podían pasar toda la noche improvisando sus canciones. Nunca hablaban con nadie, ni dejaban su instrumento, parecían estar muy lejos, tocando esas canciones que olían a melancolía y tenían el mismo tacto que los sueños rotos que nos congregaban a todos allí una noche tras otra. Las chicas que bailaban allí delante de un decorado tan irreal como sus propios cuerpos zarandeánsose sobre el escenario pertenecían a un mundo ajeno al de los hombres grises y beodos que trataban de regurgitar agrios piropos mientras no podían evitar perder una dignidad que quizás nunca tuvieron.

Esas noches en La Dama Blanca fueron mi escuela en la vida. Por eso nunca confundiré una mirada lánguida con la de un embaucador embustero, ni el amor con el capricho pasajero que nace a la sombra de un bourbon. Cuando se sale del agujero solo se puede ir a mejor, al menos hasta eliminar la media sonrisa impuesta por esos humoristas de rancia pajarita que no consiguen reprimir sus bufonadas sin gracia: más que hacer reír hacen sangrar las pupilas soñolientas de los parroquianos.

Sitios que he visitado