Taller Encantado

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31 de agosto de 2010

¡Zas!

Cuando la vida te da una buena bofetada en la cara, cuando se ríe de ti y te descoloca, te zarandea y te vuelve del revés dan ganas de mandarlo todo muy lejos (por ser fina). La verdad es que se te quitan las ganas de avanzar, todo te da miedo, lo que hay dentro de ti y lo que te puede venir de fuera, se tamabalean los cimientos en los que basas tu estabilidad y tu tranquilidad y toda una serie de emociones desbocadas se desatan estallando y arrastrándolo todo a su paso. Es el momento tifón. Todo te molesta, nada te sirve ni te consuela, no sabes cuál es tu lugar, titibeas a cada paso, te sientes inútil, ridículo, solo.

Hay dos posibilidades, aunque no excluyentes del todo: la reclusión (o perecer ante la desdicha) o aferrarse a la esperanza (y luchar por salir del pozo). Esto es algo totalmente personal. Si alguien intenta sacarte y tú no estás listo para ello, caerá contigo y será aún peor porque retroalimentareis ese bucle de desolación y autocompasión. Si no dejas pasar el tiempo oportuno y no te lames bien las heridas, es fácil que seas muy débil y cualquier caricia se te antoje guantazo y caigas de nuevo.

En resumen: deja a un lado los libros de autoayuda escritos por tipos de sonrisa perfecta. Tómate tu tiempo, compadécete de ti mismo un poco, perrea, come helado a espuertas durante un fin de semana, cicatriza y cuando estés listo, adelante, tienes toda la vida frente a ti. Tienes derecho a estar triste, tienes derecho a enfadarte y a patalear. Que no te digan que no, porque sí, lo tienes. Pero eso no resolverá tus problemas, solo te dará un alivio efímero, (aunque a veces necesario). Puede ayudarte escribir, puede ayudarte leer (a ser posible literatura, aprenderás más leyendo a Auster que a Coelho), desde luego te ayudará abrir los ojos ante el mundo que te rodea (no solo el inmediato, suele ser bastante evocador echar una ojeada más allá de nuestro ombligo, donde el mundo se despliega en mil dramas infinitamente menos abarcables que el nuestro y en belleza y felicidad casi inaudita para nuestra imaginación).

Y este es mi manual breve para decirle adiós a las pantuflas y las pelis de serie B del videoclub de ONO y salir adelante, incluso cuando uno anda bien jod...o.

18 de agosto de 2010

Memorias sensoriales I ¿A qué huele el calor?

En este desnaturalizado mundo en el que vivimos es probable que poco a poco vayamos perdiendo nuestra memoria sensorial. Con el paso de los años, igual que los niños no asocian el tetra-brick de la leche con la ubre de la vaca, nosotros iremos disolviendo el pasado primigenio de nuestros sentidos, que carecerán de referentes. O no.

Si nos preguntaran a qué huele el calor, puede que algunos dijeran: "a hogar, a descanso merecido, a cuentos de sobremesa y charla familiar".

También dirían quizás: "a sol y playa, a bronceador y chiringuito veraniego". Aquéllas, sin duda dirían (y perdónenme si no es hermoso): "a menstruación, a punzada de dolor en el vientre que traspasa la carne hasta ruborizar las mejillas".

Otros señalarían "a pan recién hecho, crujiente su dorada corteza, humeante y esponjoso su corazón".

Puede que los más dijeran: "a materia que se consume, a neumático quemado, a plástico que se resiste a perecer devastado por la llama pasando al estado gaseoso en forma de negros humores".

Los picarones dirán que "a abrazo de dos cuerpos fundidos en uno" y los menos poéticos que "a abrigo y sustento, que lo demás se lo lleva el viento".

Los más aprensivos destacarían que huele a apestoso efluvio de infierno sulfuroso, aunque los más abnegados sin embargo dirían que a vientre materno, íntimo y protector. Y es que el calor huele a guiso de mil especias aderezado y a fábrica inhumana preñada de vapores y sudores desterrados. Huele a la vez a aridez y a vergel, a refugio y a amenaza. Y en estas dudas ando cavilando todo el día tratando de asir con la mente el aroma sublime o la peste insoportable del calor, que depende de la ocasión y la percepción de cada cual.

¡Bienhallado quien en entorno deleznable tenga sus narices capturadas por un buen catarro! ¡Y que disfrute con toda su capacidad pulmonar quien entre fragancias se oree!

12 de agosto de 2010

¿Quién dijo que el folk no estaba vivo?

Hace unos días pude asistir a un concierto del grupo musical extremeño Acetre. Naturales de Olivenza, mezclan entre sus ritmos sonidos de todo tipo, como los de instrumentos de percusión realizados con palillos, panderos, sartenes y dedales... además que introducir toda la tradición de la música portuguesa en las letras de sus canciones. No faltan tampoco otros instrumentos que le dan un toque más actual: batería, bajo, guitarras, clarinete, violín... El conjunto es un sonido muy peculiar, danzarín unas veces y cargado de nostalgia otras, como los que componen piezas que suenan a fado.

Las voces magistrales de las vocalistas proyectan historias de todo tipo, pero como cumbre nombraría Amores corridiños, El paso del zahorí, Mae bruxa o Hierba Loba, de estilos muy diferentes pero todas ellas muy hermosas. Podéis escuchar algunas canciones en la propia web de Acetre y comprar desde ella sus discos.

Os dejo una foto del fotógrafo Jorge Armestar en la que aparecen suspendidos como notas musicales en el pentagrama de la barandilla de una escalera.


Lecciones de entomología

La naturaleza nos brinda un constante espectáculo de color y de alegría que se refleja en la inmensa variedad de especies que pueblan nuestros bosques. Os dejo con las instantáneas que marcaron un día muy especial en el Cañón del Río Lobo y posteriormente en las Hoces del Río Duratón... desde las lagunas cubiertas de nenúfares hasta las rocas más áridas, la especialización de los insectos se abre camino.

Sitios que he visitado