Taller Encantado

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31 de agosto de 2013

El final del verano está aquí

¡Qué absurdo! Es imposible que sea ya 31 de agosto, que la piscina cierre este fin de semana y que se hayan pasado los días largos en los que las horas de luz llegan a saturarte los ojos.

Han ido sucediéndose los días y el verano expira ya, cauteloso, despertando el frescor característico en las noches que piden a gritos una colcha en la que acurrucarse. Los cielos no son tan azules como hace un mes y las tormentas auguran un otoño lluvioso que por una vez no despertará en mí esa nostalgia tan familiar que no ha dejado de acompañarme durante este atípico verano, sin vacaciones, sin fotografías de viajes ni nuevos recuerdos memorables.

Tendrá que ser así, será preciso que sigamos descorchando los días sin apenas percatarnos de que pasan las estaciones, de que el tiempo nos acaricia las sienes con nuevas canas y que los proyectos salen adelante o se agostan, aunque las ilusiones ya no nos remuevan las entrañas como solía suceder ayer. Habrá que aprender a vivir con la sensación de que el reloj corre cada día más rápido y a fingir que la incertidumbre no nos corroe cuando el tren aúlla a nuestro lado y no sabemos si se detendrá o pasará de largo.

15 de julio de 2013

Leer es vivir

De vez en cuando hay espacios temporales en los que físicamente es imposible sacar un rato para sumergirse en la lectura, son los que llamo periodos de encefalograma plano. Es lo más parecido a dejarse morir por dentro sin poder viajar gracias a la magia de los libros.

Sin embargo, cuando se retoma el placer de sostener un libro entre las manos, con cuidado, casi como si fuera un niño recién nacido, es como disponer de una burbuja de oxígeno deliciosa y nutritiva. Un componente esencial de la dosis diaria de evasión, reflexión e imaginación que alimenta el alma.

Hay quien lee justo antes de dormir porque su mente se prepara así para el descanso, otros son lectores de tránsito, de esos que ven en los volúmenes buenos compañeros de viaje y otros sencillamente luchan contra el tiempo para encontrar el momento de existir solo a través de su simbiosis literaria.

¿Qué me llevaría a una isla desierta? Un libro, un buen libro que salvaguardara mi cordura y me recordara quién creí ser una vez.

20 de mayo de 2013

Eurovisión 2013

No podía faltar... ¡el resumen de la gala con mis favoritos! Ya sabemos que Dinamarca se ha llevado el gato al agua, aunque la polémica está servida porque ya hay quien acusa al compositor de plagio, os dejo el link para que juzguéis por vosotros mismos...

El caso es que "Only Teardrops" resulta muy familiar al oído, pero vamos a la chicha, obviaremos los besos lésbicos reivindicativos y el homenaje griego al alcohol para centrarnos en las grandes voces de las que pudimos disfrutar el sábado (y entre las que no estuvo la de Bonnie Tyler, que no tuvo ocasión de lucir su fabulosa voz rasgada al elegir un tema popero de lo menos interesante).

En general, menos nivel que el año pasado, menos espectacularidad en las puestas en escena y muchas baladas en las que, para variar, el inglés parece arrollar con todos los idiomas (una pena).

Aquí van las voces que me han cautivado los oídos, me han sorprendido o me han arrollado, directamente:

Rumanía - Cezar


Países Bajos - Anouk


Azerbaiyán - Farid Mammadov


Noruega - Margaret Berger


¿Qué os ha parecido este año? ¿Os pasa como a mí y echáis de menos más pluralidad lingüística?

16 de marzo de 2013

Nadar en libros

Hay quien gusta de bucear cómodamente en un rico mundo que está lleno de oxígeno, el literario. Los glóbulos rojos de ese sistema circulatorio son las palabras que pueblan los volúmenes. Son fuente de vida y de salud para los lectores, que mediante esas pequeñas transfusiones de nuevos sueños encuentran las fuerzas para seguir su camino... ¿Cómo no asfixiarte si no abres un libro y te sumerges en él durante al menos unos minutos al día? ¿Cómo hacer soportable la espera, tolerable la desdicha o abarcables las infinitas horas del reloj?

Yo lo tengo muy claro, si alguna vez me convierto en náufrago, quiero tener una única compañía como cierta: la de un libro que salve mi cordura, que se convierta en mi legítima obsesión, como en aquella estupenda película de Truffaut, Fahreheit 451, adaptación de Ray Bradbury, en la que cada hombre tenía la misión de salvaguardar palabras convirtiéndose en memoria errante de lo que fueron las grandes obras de la literatura universal. Yo querré ser poema, querré ser cuento o novela y que conmigo se apaguen las palabras y se acalle el mantra mil veces narrado, mil veces declamado, mil veces depositado en el corazón de quien vivió a través de aquellas líneas.

17 de febrero de 2013

Desenchufada

En todas las casas hay un cajón dedicado a guardar cables y más cables. Herramientas que un día sirvieron para conectar dispositivos entre sí, cargar baterías, alimentar aparatos, permitir transferencias de datos y extraer informaciones en forma de archivos, sonidos o imágenes.

Su función es muy clara y específica en función del puerto de salida y el de entrada de modo tal que resulta imprescindible el uso de uno u otro en base a la tarea requerida. Pero como sucede con todo en esta vida, un buen día, cambiamos de periférico y necesitamos un cable nuevo, que viene a sustituir al anterior que va directamente... ¡al cajón de los cables! Ese pequeño cementerio de la comunicación digital acumula en su interior todo un repertorio de protocolos de diálogo echados a perder... pero ¿a quién le importa? Los ponemos todos juntitos para que se hagan compañía en su desconexión y a seguir comprando nuevos cables condenados a un futuro similar.


Somos crueles sin saberlo con todo aquello que almacenamos en un cajón, relegándolo al olvido pero sin terminar de darle carpetazo. Creadores del limbo de la tecnología, nos erigimos en pequeños dioses déspotas incapaces de comprender hasta que punto somos víctimas de la obsolescencia programada que nos impulsa a seguir fagocitando cada novedad que sale al mercado. ¿O es que necesitamos alimentar los cajones con cosas? ¿Nos satisface llenarles las fauces de objetos inanimados para que sacien su apetito y nuestra necesidad de que "cada cosa esté en su sitio"?

¿Pensamos de veras que son los cables los que nos permiten comunicarnos con el mundo? Pues yo propongo la rebelión: fuera comunicación cableada, volvamos a las conversaciones mirándonos a los ojos, a los apretones de mano, los abrazos y los guiños. Esos no caducan, no generan basura, ni tienen dobleces ni dan lugar a engaños. Solo se almacenan en la memoria y en el corazón, pero sin necesidad de intermediarios, un chute directo y sano al cerebro, una pequeña descarga que no necesitará nunca ese pequeño y horrible lugar en el que se desechan los restos del naufragio: un cajón de cables.

El velo

Hay noches en las que el frío solo se aturde con el movimiento. Si estás calado hasta los huesos a lo mejor resulta más difícil, pero qué remedio si estás lejos de casa. Aprietas el paso con la esperanza de que la sangre en movimiento temple tus extremidades ateridas y tratas de concentrarte en una única idea: llegar.

Eso si tienes suerte y algún destino te aguarda. Un techo, un lugar en el que descansar, en el mejor de los casos algún tipo de compañía. Al menos si no te has dado ya por vencido. Puede que te suceda lo mismo que a mí y ya hayas dejado de buscar. ¿Eres de los que ha tirado la toalla? Bienvenido al club. Llegó un momento en el que me di cuenta de una verdad fundamental: estamos solos. No en el sentido físico, puedes tener pareja e hijos, compañeros de piso, una familia... pero no te engañes, estás solo. Te darás cuenta en el momento más inoportuno, puede que en algún momento en el que estés compartiendo tu desierto interior con los otros mientras anestesias los sentimientos de profunda soledad que te atenazan. Intentarás ser positivo y puede que incluso lo consigas...

En otras ocasiones no tendrás tanta fortuna y a lo mejor te darás cuenta de que estás rodeado de cosas que no necesitas y que han venido a llenar espacios y momentos. Excusas sobre excusas para no pensar, para evitar descubrirte a ti mismo lo que en el fondo de tu corazón tan bien sabes.

El hombre solo puede seguir adelante así, como los caballos a los que se les tapan los ojos para que no tengan ocasión de temer a aquello que les rodea. Al igual que ellos somos animales asustados solo que nadie nos ayuda a avanzar y el velo sobre los ojos nos lo tenemos que autoimponer para poder sobrevivir. El problema es que a veces se nos cae y tenemos que enfrentarnos a la verdad. Y duele.

12 de diciembre de 2012

21 de noviembre de 2012

Sacrificio

Hoy, en la inauguración del Festival 4+1, he tenido la ocasión de escuchar con atención las reflexiones de Jonás Trueba sobre el cine de autor, ese término que se escurre entre los dedos como si fuera arena fina cuando tratamos de delimitar sus fronteras semánticas.

De las muchas palabras que han ido apareciendo casi por generación espontánea, enumeradas como un desordenado abecedario, la de sacrificio es una de las que más me han impactado. El artista, renuncia. Siempre lo he pensado: en el caso del cine, de la literatura, de la pintura, de cualquiera de las artes que alguien decidió llamar "menores", el hecho se repite. El artista, renuncia.

¿A qué? Indudablemente, a la vida. El proceso de creación implica la destrucción de una parte del propio autor. Expresarse de forma creativa implica parar, observar, pensar y traducir a otro lenguaje y esta dinámica implica la deceleración del curso vital, una suerte de efímero estatismo que algunos llaman incubación, como si de una fiebre vírica se tratase. Algo hay de cierto en que el autor es un enfermo, en que se libera de su carga cuando consigue sacarla de sí, alumbrarla. Es la sanación milagrosa de la extracción de ese algo diferente que se ha ido pergeñando en su interior. Los autores son almas enfermas que vagan por el mundo tratando de sobrevivir al tiempo de gestación de sus obras.


En el caso de La balada de Genesis y Lady Jaye, la película documental que se ha proyectado inmediatamente después del encuentro con el cineasta, había un claro ejemplo de un artista incapaz de extraer de sí mismo esa pequeña bestia desatada en su interior. Atrapado en una constante necesidad de cambio, el personaje principal se veía superado por su propio torrente generativo, ¿cómo vivir así, en una vorágine autodestructiva?

El artista, renuncia. En este caso, de la forma más representativa posible: declina la invitación a ser él mismo para convertirse en otra persona. ¿No es el amor una excusa para diluir la propia identidad? ¿Acaso se puede amar a otro fagocitándolo? ¿No es la "otredad" lo que nos enamora?

Sitios que he visitado