Taller Encantado

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30 de octubre de 2009

Flores para él

Como cada año, el Día de los Difuntos llegó con su cielo plomizo y extraño, recordándonos cómo pasa el tiempo...

Siguiendo la tradición, Azucena fue a la floristería más cara de la ciudad a comprar las flores más hermosas que pudo encontrar. Para ello debía tomar dos autobuses y todavía tenía que caminar durante veinte minutos para luego alcanzar a coger el tranvía y un nuevo autobús que la dejaría en la puerta del cementerio. El esfuerzo valía la pena porque se trataba de un día especial.

En la Iglesia, los feligreses que conocían a Azucena desde hacía años y que habían vivido su viudedad se admiraban de su devoción por su difunto marido y del afanoso amor con el que depositaba las flores en su nicho, el más reluciente del camposanto.

El 31 de octubre era su propio día de peregrinación; así lo atestiguaba tanto el largo trecho que recorría sin desgana y las horas que consumía rezando ante el pequeño retrato ovalado del hombre estampado en la piedra al lado de la inscripción "Tu esposa no te olvida".

Allí, con las manos juntas y bien apretadas podía estar horas sin comer, hablar ni inmutarse apenas. Solo se movían en un leve murmullo sus labios mientras algunas lágrimas le surcaban las mejillas hasta empapar la tierra sagrada.


Y tanto que no podría olvidarse. Aquel día, que era de luto y devoción, Azucena, en su recogimiento furtivo, estaba festejando ser libre y daba gracias a dios por haberla librado del diabl que consumía sus días. Sí, era un día especial, el aniversario del milagro obrado por el señor cuando descompuesta y dolorida atendió su súplica de quitarle de encima esas violentas manos y esos ojos fulgurantes de locura. Lágrimas de felicidad eran las que se le escapaban de forma involuntaria mientras daba gracias por ello y por mantener oculto su secreto.

29 de octubre de 2009

A ti, a mí y a todos

Una enorme sensación de plenitud: es lo que me inspiran los breves momentos de libertad en los que puedo dedicarme a lo que me gusta. Compartir buenos momentos con las personas que me quieren bien y a las que yo no solo aprecio sino admiro.

El mundo está lleno de personas valientes, divertidas y generosas que gustan de regalarte su tiempo y su cariño. Por eso no lo dudes: saca de tu vida a quienes te empequeñecen, a quienes sacan de ti lo peor, a quienes te hieren o humillan: comienza a vivir, date la oportunidad de disfrutar del día a día, de ser tú sin más, sin dar explicaciones ni tener que atenerte a las reglas de nadie.

Dejando atrás todo ese dolor, esa frustración y siguiendo paso a paso, te convencerás muy pronto de que merece la pena continuar para dar paso a todo lo bueno que te estabas perdiendo. La felicidad, que no te engañen, dura un instante y no está al final de un duro sendero de penalidades, sino a lo largo del viaje. Y lo más maravilloso es que puede sorprenderte en el momento más insospechado. Uno de los momentos más felices de mi vida fue un día, al salir de un examen de la facultad. Atardecía, la luz bañaba los almendros en flor y su aroma me embriagó. Fui feliz. Unos minutos, tal vez. Qué hermoso recibir ese presente sin haberlo pedido, sin haber hecho nada para merecerlo. Y qué grande sentir cómo el corazón se me quería salir del pecho y que casi podía volar...

Te invito a que seas valiente y te dejes sorprender por la felicidad, a que sueñes con los ojos abiertos y a que seas una mejor persona rompiendo con todo lo que no te lleva a ninguna parte. No huyas hacia delante, tratando de conquistar terrenos que son ajenos a ti, bien sabes que solo conseguirás enredarte más en un círculo vicioso de autodestrucción.

No rompas el silencio si las palabras que van a salir de tus labios no son verdaderas. Si te disculpas, hazlo de corazón; si pasas página, hazlo con todas las consecuencias. Mirar atrás hará de ti un gigante de pies de barro, caminar con decisión, en un enano a lomos de gigantes. Y, siempre que puedas, haz crecer también a los demás, comparte tus experiencias y tu alegría con los otros, ayúdales a mejorar en lo que te sea posible... ese es el camino.

28 de octubre de 2009

El gen vampírico de Gina V. I

Siendo pequeña (de hecho, el recuerdo se perdía en su memoria), Gina V. salió una soleada mañana a jugar. Le encantaba atrapar saltamontes y sentir el pulso libertador de sus patas luchando por salir de su pequeña prisión consistente en una regordeta manita de niña inquisidora. Sin embargo, apenas hubo puesto un pie en la calle, sintió que sus brazos ardían y su cara se desfiguraba de dolor. En apenas unos minutos, Gina supo que nunca podría exponerse a la luz del sol. Los médicos hablaban sin parar de una anomalía, de una supuesta alergia a la luz del astro rey y de la necesidad de que se aplicara abundantes capas de crema antes de salir a la calle.

Sus padres, preocupados y no sin poco esfuerzo por su parte, contrataron a un profesor particular para evitar que la pequeña saliera cada mañana. Tan solo le permitían salir cuando era imprescindible y cuando lo hacía era cubierta de pies a cabeza y rebozada en los potingues precisos. En verdad a Gina esto no le supuso un gran esfuerzo, sobre todo si tenemos en cuenta el poco aprecio que le tenía a sus compañeros y profesores de la elitista escuela "Sparkle".

Así fue como a la esquiva Gina se le fue aclarando la piel, lentamente, hasta el punto de que sus ojos parecían encarnados las noches de luna llena y los azulados ríos encargados de tranportar su preciada sangre se hacían notar bajo la fina capa de piel que los cubría. Convendreis conmigo en que esa extraña "alteración de su melanina" como habían dicho tantos dermatólogos, haría que la hermosa Gina, al llegar a la adolescencia, fuera una preciosa belleza de mármol, siempre encerrada en sus libros y sus fantasías. En su vida la luna engulló al sol.

Lo que nadie sabía era cuál había sido el origen de tan extraña transmutación en la sensibilidad de su piel. Sólo yo conocía el secreto.

18 de octubre de 2009

La Dama Blanca III

A través de copa mi copa (y siempre tras vaciarla varias veces) los diminutos ojos de Sandy me parecían enormes faros en los que naufragar gustosamente, y sus estrechas caderas de niña grande se me antojaban curvas más sinuosas que las escarpadas montañas de mi tierra natal.

Cada noche empezaba a arrancarle las notas a mi trompeta con la habitual desgana de quien tiene que ganarse el pan, pero a medida que los chicos se animaban el instrumento ya no me era un ajeno aparato frío sino que se convertía en parte de mi ser fundiéndose con mis dedos mientras las ideas y las notas volaban en un etílico sueño de felicidad infinita y eternas improvisaciones. Al finalizar la noche, no sé cómo, despertaba sentado sobre el estuche de mi instrumento en un rincón de la Dama Blanca, con el cuello de la camisa manchado de carmín y la corbata en fuga.

Me pregunto qué habrá sido del huesudo Ringo, de Sam y los gemelos. Nunca supe distinguirlos, nadie supo, en realidad, eran como dos gotas de agua, los dos chicos de ojos tristes que podían sacar auténticas melodías de cualquier objeto. Eran una de las mejores bazas de aquel antro venido a menos, quizás lo único, aparte de las medias de rejilla de las coristas, capaz de dejar boquiabiertos a los parroquianos.

Con el saxo de Ricky sigo entrelazando los lamentos de mi trompeta cansada, que sigue aguantándome el ritmo pacientemente. A veces rememoramos aquellos días como si fueran mejores, aunque en realidad seguimos exactamente igual: sin tener dónde caernos muertos y aferrándonos a nuestra música porque es el único don que nos han regalado en nuestras vidas. Vivimos para tocar y tocamos para poder seguir viviendo allá en el mundo celeste en el que sólo hay una copa tras otra en la que empapar una música sin final que se vertebra en nuestro interior y se expande saliendo de nuestros pulmones hasta ocuparlo todo.


16 de octubre de 2009

La tierra de los caballos bellos I

Decía nuestro guía Mehmet que todos los mundos posibles están en éste y en concreto, todos se encuentran en la Capadocia, en la Anatolia Central, cuyo nombre etimológicamente hace referencia a "la tierra de los caballos bellos".


Visitando la región uno no puede sino sorprenderse por la increíble belleza de los parajes que la naturaleza ha ido esculpiendo pacientemente lamiendo con los vientos las rocas y azotándolas con el refulgente sol y las nieves invernales.


Por si esto de por sí fuera poco, el espectáculo visual lo completa la mano del hombre que, en medio del desierto y precisamente buscándolo como refugio, ha constituido joyas como las que pueden observarse en el Museo al Aire Libre de Göreme. Allí se suceden las ermitas afanosamente decoradas con frescos espectaculares que invitan a la alabanza allí donde los iconoclastas no fijaron su obsesiva aversión a la representación de los hombres. En aquellas en las que su mano devastadora acometió el grave delito de la destrucción sistemática de manos, ojos y bocas, principales vehículos de la comunicación y el entendimiento, podemos contemplarlas intactas. En el resto, en su lugar, ellos realizaron dibujos geométricos y motivos alegóricos de origen vegetal y raramente animal.

Mención aparte merecen las ciudades subterráneas en las que comunidades enteras de hasta diez mil individuos se parapetaban de sus enemigos pudiendo pasar en ellas meses. Un sistema de trampas trataba de disuadir a merodeadores indesados en tanto que inmensas rocas redondas taponaban los pasos de nivel con la intención de proteger las vidas de cuantos se alojaban allí. Un complejo sistema de ventilación así como la porosa roca que recogía el humo de los fuegos destinados a iluminar y cocinar los alimentos suponían la principal garantía de supervivencia para no ser descubiertos.

La Capadocia es una región hermosísima que a cada paso depara una nueva sorpresa. Y tantas enterradas que quedan por descubrir. Encandila no sólo su belleza sino también la reflexión en la que nos sumerge sobre la complejidad de las relaciones que establecemos las sociedades entre nosotras y el instinto de supervivencia de las más perseguidas que puede llegar a agudizar el ingenio hasta extremos insospechados.

15 de octubre de 2009

La soledad y las flores

Dicen que Mercedes está loca. Pasea sola, fumando un cigarrillo, ligeramente encorvada, como si sobre su espalda se avatiera un gran peso que le lastra el caminar. A veces habla sola, pero no estoy segura de que lo haga más de lo que lo hacemos los demás cuando rememoramos algo que tenemos grabado a fuego en la memoria. Lo que más llama la atención de ella es su forma de vestir. Siempre con colores estridentes, vestidos llenos de flores, muchas horquillas no menos llamativas en el pelo, collares y pulseras y grandes broches.

A Mercedes le gusta el color y la alegría que le proporcionan todas estas cosas. De lejos dirías que es una hippie e incluso podrías confundirla con una yonqui por esa manera tan extraña de caminar. Sin embargo, cuando te asomas al balcón de sus ojos tristes y cansados y comprendes por fin que
está sola y necesita entablar una conversación, te das cuenta que es solo una mujer que ha tenido mala suerte.

Cuando ella escoje la ocasión, charla despreocupada durante un buen rato, sin embargo si eres tú quien toma las riendas para comenzar un diálogo, ella se estremece visiblemente nerviosa, casi sin poder dominar los nervios y abandona a la primera ocasión.

Admira las cosas que le gustan, las aprecia de veras, las mira una y otra vez, las coge con ternura y cuidado y finalmente las compra, porque le parecen alegres y simpáticas. Sin embargo, en un descuido, la manga de su vestido se traba en un alambre, y en un instante descubres una gran cicatriz, un accidente de coche, quizás, o una brutal caída. Puede que algo menos racional y más escalofriante, pero no quiero pensar en esa posibilidad, porque nadie merece que le inflijan tal dolor sino de forma fortuita por un caprichoso avatar del destino. Algo ocurrió en su vida que hizo que cambiara para siempre, que se refugiara en las flores y la soledad fuera su más firme compañera. Se me antoja una flor rara que busca refugiarse entre otras.



12 títulos y una clase magistral

El Festival de Cine Fantástico de Sitges nos ha dejado con muy buen sabor de boca, de hecho, ya estamos deseando que llegue el año próximo para degustar nuevas mieles.

Entre los mejores momentos del festival, la clase magistral de Park Chan-Wook, en la que tuvimos la suerte de conocer que el gran meollo de la trama de "Oldboy" se gestó nada más y nada menos que en el baño, mientras el coreano descargaba la vejiga... son esas pequeñas cosas las que te hacen darte cuenta de que Sitges es una caja de sorpresas. No tiene precio cruzarte con un tipo al que admiras tanto por la calle... como cuando nos encontramos con Freddy o con Tarantino, o cómo olvidarlo, cuando Guillermo del Toro nos enseñó sus calzoncillos y su cepillo de dientes al llegar a su clase magistral.


En cuanto a los títulos, todo muy variado en cuanto a temáticas, nacionalidades, géneros... Voy a empezar por lo peorcito, a mi juicio, que ha pasado por delante de mis ojos: me refiero a la insulsa y aburrida hasta la extenuación "Nyph", película tailandesa laureada en Cannes. Y uno se pregunta "¿por qué?" y la respuesta es el eco que devuelve la pantalla, a mi juicio vacía de contenido. Tanto es así que me dormí durante al menos una hora. Un soberano rollo. El otro descubrimiento tardío de un rollo monumental fue "El sueño del mono loco" que no parece una película de Trueba en absoluto. Nos valió eso sí para hacer muchas bromas con el bendito título, que es lo único inteligente que tiene la pobre cinta.

En cuanto a las que más me han enganchado tengo que destacar "IP Man". Si hace apenas un mes me quejaba de la falta de héroes, he aquí la historia de uno, en la que se repasa con respeto el pasado muy digno del maestro de kung-fu de Bruce Lee. Impecable. Y las mejores, dos cintas españolas muy diferentes pero realmente buenas: "Hierro" y "Celda 211", con un guión inteligente y acertado ambas, yendo más allá de lo evidente y lo previsible, y, en el caso de la primera, combinando con maestría que no parece de propia de un director principiante el drama con la intriga y la belleza visual de alguno de los planos más intensos de la cinta.


Entretenida, pero sin pena ni gloria, pasa "Pandorum" que no aporta gran cosa al género. Mejor equipada en cuanto a laberintos filosóficos "1" resulta evocadora y muy curiosa. También pasa con nota "The Eclipse" con una estupenda mezcla de drama amoroso y terror. Esta película irlandesa me parece muy notable en cuanto a interpretaciones, guión y puesta en escena.

Quisiera hacer mención aparte al estupendo documental "Nightmares in Red, White and Blue (The Evolution Of The American Horror Film)" que me ha parecido brillante recuperando los mejores momentos del cine de terror americano. Sólo añadir que se echa de menos más desarrollo de la parte dedicada a los OVNIs, por lo demás, muy aconsejable. Algo falla en el ritmo de "Ne te retourne pas (Don't Look Back)", que sin embargo encandila por lo arriesgado del guión y las excepcionales interpretaciones femeninas. Aunque no le auguro un gran futuro en cines, reconozco que merece la pena verla, si bien requiere un esfuerzo por mantenerse dentro de la narración. Además, la directora fue tremendamente amable e hizo un gran esfuerzo por pronunciar unas palabras en castellano que le valieron la ovación del público cuando presentó la peli.

Con la que más he reído por lo absurda y desternillante que se ofrece es con "Crows II", toda una fantasía épica adolescente, cuajada de momentos estúpidos y frases idiotas y aderezada con muchas tortas. ¿He dicho ya que me encantan las coreografías de leches?

Finalmente, destacar que fueron al menos cinco películas las que no pudimos ver porque no coincidieron los días de proyección con los de nuestra estancia: la ganadora y prometedora "Moon" que espero ver en breve, "Thirst" que he de conseguir visionar a toda costa, "Cropsey" y, por qué no, la descabellada "Zombieland". "The Road" es también una de las que no pudimos disfrutar, con lo que me habría encantado ver a Viggo Mortensen, al que admiro realmente como actor, pero ya llegará el momento de poder verla.

Me atrevo a decir sin haber podido (ni querido) verla, que la gran decepción del festival ha sido "Rec 2" de la que se esperaba mucho más.

Y esto es todo amigos. Aquí finaliza la crónica de unos días inolvidables, como cada año, que pasan como un rayo entre pase y pase helado en mano.

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