Taller Encantado

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10 de junio de 2010

Océanos, universos de ingravidez

Esta obra rezuma poesía desde el primer fotograma hasta el último. Nos muestra la biodiversidad de las aguas en su estado más puro: podemos sentir la respiración de los habitantes de los mares, oír sus gemidos, apreciar el batir de sus aletas en el líquido elemento y sobre todo, ser espectadores de su lucha por sobrevivir…

La cuidadídisima fotografía es producto del esfuerzo conjunto de todo un equipo de especialistas en grabación submarina y terrestre. El nivel de precisión que se alcanza es tal que el espectador puede sentir que baila con las ballenas o que se sumerge en bancos de peces plateados. Sobre todo llama la atención el respeto de los investigadores y los equipos de submarinistas que han hecho posible que podamos ver la fauna marina como nunca. Y en pantalla grande, ¡qué belleza!

Es de reseñar el esfuerzo realizado para grabar en horas bajas de luz, mostrando el gran azul teñido por la paleta de los cielos así como el acercamiento extremo a toda clase de especies: etéreas medusas, tiburones grises, estrellas de mar… Las serpientes ralladas de mar fluyen hipnotizando al espectador tanto o más que los rechonchos pingüinos que se introducen en orificios redondos del hielo o las focas que abrazan a sus vástagos bajo las aguas.

A esta encomiable labor se une la colaboración de la Agencia Espacial Europea, que nos regala planos imposibles en los que podemos salir del planeta Tierra y volver a penetrarlo dejando atrás tormentas eléctricas, nubes y aires indefinidos.

También las metáforas del océano como espacio extraterreno surcado por constelaciones de peces y miríadas de microorganismos cual estrellas flotantes, son de extraordinaria lucidez y nos recuerdan a un Stephen Hawking capaz de ver el universo en una cáscara de nuez.

Lamentablemente en un giro inesperado también nos alerta del inmenso daño que le estamos haciendo a nuestro propio hábitat. En el año dedicado por la ONU a la protección de la biodiversidad, se pone de relieve el exterminio de algunas especies marinas, la contaminación de las aguas, el paulatino deshielo de los Polos y con ello el gran interrogante ¿qué pasará con aquellas especies que ni siquiera hemos llegado a descubrir?

El ritmo, marcado fundamentalmente por la música y brevísimas incursiones de una voz en off que en absoluto lastra el espectáculo visual, es en ocasiones pausado y en otras desenfrenado, como lo es la actividad que se genera en el océano. Mientras que los grandes mamíferos marinos cantan en las profundidades de las aguas, los delfines hacen imposibles piruetas y las gaviotas se precipitan como flechas en busca de alimento.


Es en suma una obra que sobrecoge, asombra, abruma y despierta al espectador, sumido en un letargo que ya dura demasiado: es nuestra responsabilidad proteger la biodiversidad y conservar nuestras aguas.

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