
El problema es que esas metas, una vez alcanzadas pierden todo su valor: siempre hay un sueño más allá del alcanzado, siempre hay nuevos terrenos que conquistar, otras personas a las que manipular y siempre, aunque te pese, te verás en la más profunda soledad. Te ahogas en el ostracismo del depredador implacable, de aquél incapaz de saciar su sed en nada ni en nadie: serás el eterno errante, condenado a vagar por siempre encubriendo sus propias quimeras, rey del disfraz y del encanto fingido, pútrida carne envuelta en tules y oro que deslumbra sólo a los ciegos.
Nadie sino tú y tú, solo, por toda la eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario