Taller Encantado

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27 de enero de 2010

La verdad de la mentira

A no ser que la claustrofobia sea compatible con el submarinismo, me la han colado bien. ¿Tengo cara de ser lerda?

Esa fue la pregunta que me lanzó Selene, así, sin más. Estábamos juntos en el sofá, sus manos entre las mías y yo no sabía de qué demonios me hablaba. Pero enseguida lo capté. La mentira. Me hablaba de la mentira. De que no le gusta sentirse engañada. Como a cualquiera.

En fin, yo que vivo con ella desde hace años, que he decidido formar una familia con ella y que pronto emprenderé el viaje más largo en el que jamás me haya embarcado a su lado, sé cuánto le duele saber que alguien le ha mentido. Aunque se remonte a su pasado más lejano e intrascendente ya, por tanto.

Y es que hay muchos tipos de mentiras. Están esas que no buscan herir a nadie, sino que son "mentiras de trámite". Esas las utilizamos todos constantemente, para qué nos vamos a engañar. Para no dar explicaciones de más, para agilizar una gestión, para pasar de largo, etc. Sencillamente porque el ser humano es de por sí poco o nada estricto en lo que hace y dice.

Luego están las "mentiras inconscientes". En algún momento de nuestras vidas nos hemos ocultado algo a nosotros mismos. Nos mentimos para perdonarnos por algo que sabemos que no hemos hecho bien, nos mentimos para sobrellevar una carga que nos pesa demasiado. En suma, para no flagelarlos y poder de este modo arribar a puerto. En estas mentiras a veces embarcamos también a los demás, pero de sumarse, deben hacerlo siguiendo el mismo principio, así que algo de verdad hay en esta mentira. Le dices a tus hijos que todo irá bien y que su hámster se recuperará. Pero sabes que morirá porque así le toca, le ha llegado el momento. Si ellos te creen es porque encuentran algún consuelo en la esperanza de que vivan eternamente o en el cielo de los roedores. Igual que tú encuentras consuelo en aplacar su llanto.

Las "mentiras piadosas" son lo más contrario que puede existir a la supuesta piedad que pregonan ¿por qué? Pues porque se enmascara de piedad lo que no es sino egoísmo. Tu sobrino adolescente, para no hacerte sufir no te ha dicho que fuma maría. ¿Y qué ganas tú con eso? Solo que él siga siendo impune mientras sabe que hace algo que le daña a él y a quien le rodea. Pero ante sí mismo, la justificación es esa, que no te des un disgusto.

Y, finalmente, ahí está, negra como el carbón, la "mentira consciente y deliberada". El verdadero embustero, el verdadero estafador, esas personas que pueden pasar años teniendo una doble vida, diciendo una cosa aquí y la contraria allí. Esos a los que has de desterrar de tu vida. Para siempre. Ese es mi consejo, Selene. Hay que ser muy inteligente, hasta brillante, para conseguir alcanzar estas cotas, y si la verdad ha llegado a ti, ese individuo no lo era en absoluto.

No tienes cara de ser tonta, sino que alguien en tu pasado te quiso tomar por tonta. Pero optaste por la decisión adecuada y ahora quien está a tu lado soy yo. La verdad termina por abrirse paso y la soledad por ser la compañera de quienes no pueden desembarazarse de su máscara.

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