¡¡¡Cuánto tiempo de nuestra vida hemos desperdiciado en lanzar reproches!!! Esta mañana un chaval de mi edad se ha pasado toooooooooooooodo el trayecto enzarzado en una discusión con su novia en la que el susodicho le reprochaba su actitud a ella y ella a él. Cuarenta interminables minutos de agria polémica en torno al "siempre llegas tarde" y el "pues anda que tú", jalonados por los momentos de espera más bochornosos relatados por ambos a grito pelao.
Cuando pienso lo desgraciada que yo he llegado a ser cuando vivía en una relación cargada de reproches, me doy cuenta de lo afortunada que soy ahora y de que hay formas más inteligentes de resolver los problemas si uno es práctico y consecuente (esto lo he aprendido de Juan, que es un maestro de la paciencia y de la tolerancia).
Así, ahora cuando alguien tiene una actitud insostenible, se lo digo abiertamente: "por favor, no me vuelvas a hacer esto porque me hace sentir muy mal". Y si no cambia, pues puedo hacer dos cosas: poner en la balanza si me compensa esa actitud y que el balance sea positivo implica aceptar que esa persona es así, y no pasar todo el día discutiendo; si el balance se inclina por el lado negativo y confirmo en mi fuero interno que no puedo soportar esos comportamientos, a otra cosa, mariposa.
Todavía recuerdo cuándo tomé esa decisión, pero sobre todo recuerdo que la tomé para siempre, no estoy dispuesta a soportar a esas personas que te buscan el límite, que te hacen sentir tonto o pequeño, que no respetan tu tiempo ni tu espacio y que piensan que pueden disponer siempre de ti "porque eres tan buena"... No me considero ni buena, ni mala, ni mejor ni peor que antes, simplemente exijo el respeto que me merezco como persona. Y punto.
Si alguien tiene algún problema pues oye, qué le vamos a hacer, nadie es perfecto ni tiene la obligación de llevarse bien con todo el mundo. Las personas, gracias al cielo, tenemos libertad de elección para compartir el tiempo con quien nos place, sin tener que soportar que nadie nos imponga ningún criterio.
Antes no era así, antes tragaba y callaba y aguantaba y encubría y toleraba y soportaba. El día menos pensado, claro está, estallaba en un acceso de cólera y nadie se explicaba cómo por una nimiedad podía enfurecer de esa manera (no sabían todo lo que había sucedido con anterioridad).
Si ahora alguien se comporta como un capullo, se lo digo si me importa como persona para que pueda mejorar, paso de largo y sigo mi camino si no me importa y me quedo con la gente que me aporta y a la que creo que yo también le aporto algo. Porque aguantar hasta explotar es absurdo, y sumirse en un mar de reproches, totalmente contraproducente. Si tu pareja no te hace feliz, o si un "amigo" te hace la puñeta piensa primero si se merece tu sufrimiento, si es algo pasajero y puntual o si ha cambiado y ya no es el que era. Digo yo que hay formas de detectar cuándo merece la pena pringarse hasta las rodillas por alguien. Pero no lo hagas si no es así porque solo puedes sufrir en vano y perder tu tiempo y tu pacienda durante horas al teléfono.
Nota para recordar: las personas cambian PERO lo hacen por sí mismas. No trates de cambiar a nadie pero ten en cuenta que el proceso erosionador del tiempo hace mella en las personas y puede hacer que ya no sean como fueron. Nadie es igual que en el momento presente ad infinitum.