Taller Encantado

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31 de agosto de 2009

El dulce encanto de volar en taxi

Así es como describo yo esos días en los que no llegas a tu destino porque el taxista ha llegado tarde. Sorteando las obras, los obstáculos, a los viandantes y al resto de los vehículos, tienes que encomendarte a estos profesionales de la conducción (a los que maldices cuando estás fuera del taxi pero a los que adoras cuando vas dentro de él) y dejar que vuelen mientras el aire de la ventanilla te alborota el flequillo. Tiene su gracia sentir esas cosquillas en la cara, esa revolución en las tripas por los nervios y ese pequeño estallido de adrenalina que te produce ser partícipe del apremio del avezado conductor, que se salta semáforos, toca el claxon, acelera y acelera y en las rectas va como un rayo.

En cuestión de tres meses he cogido más taxis que en toooooda mi vida. Podría contar con los dedos de la mano las veces que anteriormente tuve que tomar uno, siempre en circunstancias muy puntuales y concretas. Es curioso compartir esos veinte minutos con una persona distinta para cada ocasión: unos son dicharacheros, otros van concentrados en la carretera y en la radio, algunos no abren la boca y otros sencillamente dan miedo. De todas formas se merecen un premio a la paciencia, porque el centro de Madrid, lleno de obras parece una enorme ratonera de la que es imposible salir cuando un camión para a descargar en una de las calles que dan acceso a vías más grandes. Y la vuelta al cole a la vuelta de la esquina... se perfilan nuevas aventuras en el horizonte...

2 comentarios:

Canichu, el espía del bar dijo...

metro de madrid...

Lolita blues dijo...

Hay muchas formas de volar por Madrid, me falta la buena, la de hacerlo por el cielo... ya llegará la oportunidad...

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