Taller Encantado

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19 de enero de 2009

Miedos en la noche

Viento.
Hace tiempo, en un viaje que hice a Aveiro alguien medio en broma medio en serio me dijo que los pueblos o ciudades en las que hacía más viento había más locos. Nunca habría relacionado el fenómeno con el índice de locura de un lugar, pero aquella aseveración me caló hondo. Siempre he temido al viento, porque silbante, se cuela entre las ventanas, como un fantasma sin voz, que viene a dejar un mensaje largo y agudo. El viento te traspasa, entra por los ojos, los oídos, la nariz, el pecho, el vientre, nos hace porosos poniendo a prueba nuestra opacidad. Arrastra los cabellos y las lágrimas, nos desplaza, nos desafía. Tiene la fuerza de tumbar un hogar, de formar un remolino, de llevarse la casa de Dorothy. Desconfía.

Mar.
Salvaje, poderosamente visceral, viene y va llevándose y trayendo cosas consigo. Esconde tesoros y peligros. Es la madre naturaleza que nos azota y nos alimenta. Amamos al mar y lo tememos porque su belleza nos hace confiar demasiado, hasta que es tarde y nos ha hecho formar parte de él. Miles de almas perdidas vagan por su corriente: marineros, muchachas, pescadores, niños y ancianos han sucumbido al húmedo abrazo de las aguas que con su beso se las ha llevado para siempre. Prisión de mareas que azotan la tierra, no os dejéis llevar por el hipnótico vaivén de terciopelo de su superficie al atardecer o conoceréis la furia de las aguas.
Niebla.
La niebla es el olvido, el lento difuminarse de los contornos, que se pierden. La soledad, buscar sin ver más allá. Todo lo que durante el día podemos aprehender gracias a la luz del sol la niebla lo engulle, lo distorsiona y nos lo roba hundiéndolo en su blando y húmedo colchón. Sólo podemos mirar nuestros pies para no perder las huellas, para no dar un paso en falso, para no caer por el precipicio. El camino se pierde, el níveo laberinto te oprime y te ahoga, no hay nada más allá de la punta de la nariz reconocible en la masa que te rodea. Ahora, la nada más absoluta.

5 comentarios:

Aurora Rey dijo...

los 3 elementos que jhas mencionado me atraen....
el viento porque es capaz de hacernos despertar de lo cotidiano, saber que hay alguien que nos llama y nos arrastra a través de las calles...
el mar porque he nacido a su vera, y aunque no miedo si que le tengo respeto pero me chifla verle y oirle tanto en verano como en invierno, las olas rompiendo con gran fuerza contra las rocas es encantador
y la niebla me parece un elemento terriblemente seductor porque no sabes quien está detrás de esos pies, jeje. y bueno cuando es de noche, ver la luces en las ventanas de la casa o las faroals de la calle me parece una llamada a la intria y a la aventura.
con respeto a lo de asociar la locura con un lugar es muy probable que se cumpla, más de una vez me han dicho que en un pueblo de Galicia, los hay como bichos bajo las piedras.
biquiños

Lolita blues dijo...

Cuéntame más de ese pueblo... y te contaré algo... verás, el pueblo de mi chico está en lo que se ha dado en llamarse entre la gente un "triángulo mágico". Lamentablemente es en sentido negativo porque alude a una zona específica de la geografía de nuestro país en el que se produce el mayor índice de suicidios (pero con diferencia). Además por aquella zona hay mucha devoción con la virgen María, ha habido muchas supuestas apariciones... en fin, que se trata de un entorno peculiar. Me interesa mucho eso que cuentas... y como tenemos pendiente escribir un relato juntas, si quieres podemos ir por ahí, recopilando historias extrañas de las tierras por las que pasamos. Eso molaría ¿no?

Aurora Rey dijo...

Verás he escuchado comentarios na más de ese pueblo, que hay mucho solitario desplegando sus brazos por los paseos y farfullando palabras casi incoherehtes ¿motivos de la locura? pues me las puedo ingeniar para que te lo creas pero no tengo ninguna base científica ni milagrosa; tan sólo que hay mucho marinero, que es un pueblo inmerso en los muelles y en el horizonte del agua. Muchos marineros viven siete meses fuera de casa en un espacio reducido como es el casco de un barco lejos de su familia y rodeado de la soledad del mar. Eso es un probable elemento del destierro del alma para los hombres que se acostumbran a una vida tan dura. ¿cuanto tiempo conviven con sus mujeres? un mes si cabe al año, dos a lo mucho. Desconocen a sus hijos, apenas los ven crecer. No sabemos ya nada de lo que hacen en los otros muelles. Parecen gente con miles de aventuras que contar pero no se tratan de piratas, sino de trabajadores inmersos en lo rudo. Y opino que es un motivo para enloquecer: se jubilan, descuidan a la familia desacostumbrados al cariño y no se hacen a los movimientos y pensamientos de la actualidad (auque ahora más que antes los barcos están modernizados y tecnologicamente preparados). Se mecen en las aceras al son del abandono que les absorvia en el barco.
Quién sabe si no habrán sido seducidos por las sirenas que en su tiempo no lo consiguieron con Ulises dejándolos ciegos y mudos de carácter.

Aire Fresquito dijo...

También he oído que en la tierra de Don Quijote sopla el viento que da gusto y que allí vive gente muy loca. Pedro Almodóvar siempre lo ha dicho... y además este tema sale en "Volver"...

Lolita blues dijo...

Es verdad, tienes toda la razón. Algo de eso tiene también la pili de "El incidente", que la pobre ha pasado sin pena ni gloria cuando a mí me pareció muy inspiradora.

Habemus locos en todas partes...

Sitios que he visitado