Taller Encantado

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20 de abril de 2012

Mi irresistible imán para los locos. Parte I: ¿Cuál es la siguiente parada?

Durante mucho tiempo, he temido viajar sola. La razón no es otra que mi nefasta suerte, que me lleva directa a compartir trayecto con el loco de turno. Si alguien habla solo, muestra una conducta extraña o da miedo, irá derechito a sentarse a mi lado. Si fuera un personaje de los Simpson, mi casa sería la que queda al lado de la loca de los gatos y se pasaría el día tirándomelos por la ventana.

Recuerdo una ocasión en la que, para variar, una mujer joven, de aspecto aparentemente normal, se sentó a mi lado. Al entrar al cercanías, todos fuimos derechos a coger un sitio, porque había mucha gente, así que no tuve mucho tiempo para elegir acompañantes de viaje, aunque, por lo general, me siento segura cuando quien se sienta a mi lado es una mujer. Al menos me ahorro tener que estar alerta por si le da por rozarse conmigo, cosa que por supuesto, ya me ha pasado también. El caso es que, como suele suceder, al principio, pensaba que la loca era yo. Pero, creedme cuando os digo que no, y pronto descubrireis por qué.

Frente a mí, la suerte había sido menos benévola, y había una joven un tanto desaliñada. Yo suelo leer en el tren, así que no le presté mayor atención hasta que comencé a oír un leve rumor. Me daba apuro levantar la vista del libro para mirarla y confirmar si era su voz, aunque la curiosidad me corroía ¿estaba hablando por el móvil? ¿Hablaba con otra persona quedamente? A lo mejor me equivocaba y era el ruido del tren. Pero no, era un sonido como de ultratumba, muy grave y muy tenue que apenas era audible, pero estaba claro que lo emitía ella. Estaba hablando sola. Seguí leyendo a pesar de todo haciendo, ahora sí, un esfuerzo para no perder el hilo de lo que leía, pero no podía evitar tratar de entender qué demonios decía ¿le habría pasado algo traumático? ¿Hablaba para sí tratando de no olvidar algo? ¿Cantaba? No había musicalidad en sus palabras, aunque parecían repetirse como un mantra... Quizás poniendo más atención... "ij...a... ta... on..s... se... se... aj...". Leer ya era imposible, pero no podía dejar traslucir mi obstinación por entender lo que decía. Poco a poco, la ronca voz se fue elevando hasta que pude entender perfectamente "sois todos unos hijos de puta, lo sé, lo sé, me estais mirando, hijos de puta, hijos de puta, os voy a rajar a todos". Como diría Borja Pérez ¡TOMA, TOMA!

Os aseguro que en el instante preciso en el que tuve consciencia plena del sentido de sus palabras tuve auténtico miedo. Ya solo podía pensar en llegar a mi destino y abandonar el tren, a ser posible manteniendo mi integridad física, pero quedaban dos paradas. ¡Qué lento iba el tren! Entre tanto ella no dejaba de repetir lo mismo una y otra vez, aunque no se movía. Miré de soslayo a la chica que iba a su lado y compartimos una mirada cómplice de incredulidad y preocupación. Mi cuerpo se hizo uno con el asiento, estaba pegado a él manteniéndome tan lejos de ella como me era posible ¡en la vida he tenido la espalda más recta!

Y de repente... con una voz dulce y melodiosa me miró directamente a los ojos y me preguntó: ¿cuál es la siguiente parada? 

2 comentarios:

Tomate dijo...

Hola, acabo de descubrir tu blog, y me ha gustado así que ya me verás comentandote por aquí jeje
Si me pongo en tu lugar a mí me hubiese dado un patatús pensando que en cualquier momento me atacaría o algo, que susto! (aunque ahora que lo pienso, ya nos pasó algo parecido...jajja)
un saludo!

Lolita blues dijo...

¡Un placer! Pues la verdad es que me cagué viva, te mentiría si dijera lo contrario. Pero vamos, que desde entonces ya me han pasado otro par de cosas para ampliar la sección de "Mi irresistible imán para los locos".

Yo creo que todos tenemos una penitencia por las cosas que hemos hecho regular en nuestra vida y que la mía es que solo se me acerquen los locos. Mientras todo se quede en eso... Jajajajaja.

¡Un abrazo de bienvenida a la cueva!

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