Taller Encantado

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6 de abril de 2010

Somos ricos

Y no lo sabemos. O peor aún, no lo queremos saber. No se trata solo del "estado del bienestar" sino en el hecho de que tenemos mucho más de lo que podemos llegar a disfrutar. Tenemos más libros que leer que tiempo para leerlos, tenemos más alternativas de ocio de las que podríamos gozar. Todo esto a cambio de hipotecar nuestras vidas y deber siempre dinero (llámese hipoteca, alquiler, letras, plazos, etc.), lo que pega nuestro culo a una silla ocho horas diarias (al menos).

Entonces ¿a qué tanta queja? El ahorro de las familias se dispara. Pues muy bien, me alegro, significa que nos ha vuelto la cordura y ya medimos el dispendio. A lo mejor ahora no nos da igual 8 que 80. Y eso ¿es algo malo? Me lo pregunto porque algunos comerciantes parece que se extrañan cuando decides seguir mirando o buscando otras opciones. Se indignan pero ¿acaso no es lo normal ajustar tus decisiones a tus necesidades?

Pondré algunos ejemplos que me indignan mucho. El jueves me caso. En todo momento he querido preparar algo sencillo, pero (y hablando de posibles) no quería escatimar en gastos para que mi familia comiera bien y mi pareja y yo fuéramos bien vestidos y acordes a la celebración. Objetivo conseguido, o eso espero. ¿Lo necesitamos? No lo creo, nada va a cambiar, seremos las mismas personas que llevan conviviendo años juntas y no nos vamos a querer ni más, ni menos. Pero queremos hacer algo especial y festejar con nuestros seres queridos. Pues adelante.

Ahora viene la parte cómprate-un-vestido-de-novia. Pues la única manera de encontrarlo de conseguir algo acorde a mis gustos ha sido yendo a unos grandes almacenes donde me han dejado a mi bola. La primera tienda a la que entré era lo más parecido al museo de los horrores. Yo le decía a la dependienta que quería un vestido azul o verde y me lo sacaba rojo o negro ¿sería daltónica?. Acto seguido me preguntaba qué idea tenía y cuando se la decía, me recriminaba que tuviera ideas preconcebidas "que luego hacen que cuando te topas con la realidad...". Y es que la realidad era que tenía que haberme dado la vuelta antes, la primera vez que no me escuchó. Al final acabó hablándome de plazos y de que si quería un vestido tenía que encargarlo en ese momento y que estaba liadísima y lo había dejado para el último momento (casi me llamó irresponsable, como si me fuera la vida en ello). En resumen: no sabía o no quería vender, porque sencillamente no tenía lo que yo precisaba y no quería reconocerlo.

La misma escena ayer, en la parte encarga-el-ramo-de-novia. Cuando le pregunto a la florista me dice (ojo al dato) que cuánto pagaría yo por el ramo ¿quería regatear? No lo sé, pero no me decía el precio de la composición que me proponía, como si fuera un gran secreto: hasta cuatro veces se lo pregunté en vano. Tampoco me mostró un catálogo, ni me dio alternativas. Ni siquiera se molestó en preguntarme el color del vestido, nada de nada. Y por supuesto, su última palabra fue que si quería tenerlo a tiempo tenía que encargarlo en ese momento y que estaba liadísima con bodas "de verdad" que tenía el sábado. Más de lo mismo.

Y lo mejor en los dos casos es que ambas quedaron muy sorprendidas cuando no me volví loca y encargué en el momento cualquier cosa. ¿Pero acaso soñaban que con esa actitud venderían algo?

Pues así es, si alguien no quiere esforzarse, el consumidor está en su derecho de elegir y de decir "hasta aquí hemos llegado", porque para eso existe la competencia. Muy gratamente he comprado un vestido bien majo y un ramo estupendo que me van a confeccionar con mucho amor. Porque para eso es, para celebrar el amor.

Resumiendo, somos ricos, aunque no lo sabemos o a veces se nos olvida y, por otra parte, somos libres, así que no debemos ceder a las presiones ni a las prisas. Las cosas llevan su tiempo y bien empleado está si sirve para que nos sintamos satisfechos después y seguros de nosotros mismos.

2 comentarios:

Aire Fresquito dijo...

Me ha encantado todo lo que dices en el post y cómo lo expresas. Estoy de acuerdo en todo lo que dices y en que los comerciantes en general, no tienen ni idea de lo que al final quiere el consumidor.

Tenías que haber entrado a la tienda y decir que querías un chándal para tu boda, a ver qué cara se le hubiera quedado a la estúpida dependienta... ¡Cómo si casarse y elegir algo asequible no fueran cosas compatibles!

-pequeña saltamontes- dijo...

hola wapichima¡¡¡¡ teníamos que enviarles a esas dos cacho pencas una postal de tu boda, con tu vestido y tu ramo superbonito todo¡¡¡¡, lo que hablamos muchas veces no se como puede estar personas así trabajando cara al público, pero bueno lo importante es que el objetivo se cumplió ;) y seguro que muchísiiimo mejor que si lo hubieras comprado donde esas largartas¡¡¡ un besete enorme¡¡¡

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