Un día anodino más, madrugando, atrapando el autobús por los pelos para llegar justo a tiempo al trabajo. Dejà vu.
La mañana pasa despacio... mi cabeza sigue fantaseando constantemente, a mi alrededor las personas pasan, charlan, ríen, marujean, se enfadan... yo sigo soñoliento, pensando en lo que debería haber hecho, pero no reúno fuerzas... soy un cobarde, y ahora encima me recrimino a mí mismo, luego que autocompadezco... y al fin llega la hora de comer. Mi sandwich reseco me espera ¡qué majar! Dejà vu.
Si no me doy prisa no llegaré a mi cita con el dentista. Trato de recoger mi escritorio pero un día más da pena verlo. Rosana me reprenderá mañana, porque soy incapaz de mantener el orden y no puede encontrar las fotos del reportaje. Ni siquiera recuerdo dónde las he dejado... ¡¡¡mi tren!!! Casi lo pierdo, y, mierda, el móvil se me ha caído de la chaqueta, ahora no podré llamar a mi madre, y era su cumpleaños. Se decepcionará una vez más. Soy un patoso... joder, más autocompasión. Dejà vu.
Atardece, y al otro lado del vagón, una muchacha observa ensimismada. Se vuelve, sus ojos de fuego me atraviesan sellando los míos para siempre. Cegado y aturdido, preso de aquel fulgor hipnótico ya nada será igual. Nunca más.
1 comentario:
simplemente impactante!
la monotonia y naturalidad del dia a dia y despues el delirio de aquella mirada me ha dejado petrificada.
m gusta muxo ;) ya te lo e dixo que escribes muy bien pitusa
besos
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