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No sé si alguna vez os habéis percatado de que viven entre nosotros seres luminosos. Aparentemente podrían parecer perfectamente normales: madrugan, pasan el día trabajando y de vez en cuando se distraen viendo caer las hojas en otoño o paseando en las mañanas soleadas. Sólo tienen una peculiaridad inalienable: refulgen como estrellas cuando, tocados como por gracia divina, se entregan a una tarea creativa. Sus ojos se redondean, su tez resplandece, su voz reverbera y se expande... y, de repente, se enciende una luz dentro de ellos que los hace inconfundibles, únicos... imposible explicar lo que transmiten. Mientras están sumidos en este proceso luminiscente el tiempo se detiene porque exhalan una suerte de efluvio tranquilizador que inhibe los miedos y preocupaciones de cuantos se exponen a su luz. Buscadlos, merece la pena suspender el tiempo y ser por un momento uno con ellos. Os dejo con un ser luminoso, no hace falta que indique de quién se trata, ¡es fácil de percibir!
2 comentarios:
Ey, ¡pero si soy yo! Con la vergüenza que me da salir por estos lares ;-)
Muchas gracias por lo que toca, es de las cosas más increíbles que me han dicho nunca... y de hecho con el mismo término me ha descrito otra persona que no me había visto nunca y con la que sólo coincidí un par de minutos. Fue algo curioso.
Ahora que pienso, sí que es verdad que hay seres que nos iluminan un poco, aunque sólo sea en un momento determinado. Yo también conozco a alguno...
¿seres luminosos?
si, las luciernagas....
jaja, no quitandose de bromas, bien es cierto lo que dices, esas personas parecen que te rescatan de la monotomia y que te llevan al lado exquisito de la realidad
besos desde 20 metros de distancia
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