Taller Encantado

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28 de octubre de 2008

Mis antepasados


Se acerca el día de Todos los Santos, y mi madre, como cada año, va unos días antes a limpiar la tumba de mis abuelos y de Madre Julia, mi bisabuela. La tumba de mis abuelos la he visto muchas veces, porque además me encanta ir al cementerio del pueblo.

Lo suyo es ir caminando, paseando, casi, con las flores en la mano, por un camino bordeado de cipreses que conducen al camposanto. En el trayecto, siempre vamos recordando viejos tiempos y mi madre me cuenta cosas que yo no recuerdo, porque casi no conocí a mis antepasados. Apenas me viene la imagen de mi abuelo, que se ponía debajo de la parra del patio en su silla de mimbre favorita, sin camiseta, a tomar el sol, decía. En realidad estaba blanco como la leche, con cuatro pelillos rizados y blancos (más aún que la piel) y los hombros rosas... Me gusta tener esa imagen de él en la cabeza, porque para mí simboliza la paz y la tranquilidad absoluta.

De mi abuela... me han hablado muchas veces, pero no guardo ninguna imagen de ella, salvo las de las fotos, claro. Por lo visto, le encantaba pintarme las uñas (y eso que era muy niña) y también me dicen a menudo que somos como dos gotas de agua. Eso me enorgullece mucho, porque a mi abuela todo el mundo la quería, aunque tenía mucho genio (como yo, me temo).

Y luego está Madre Julia, que era por lo que me cuentan una mujer muy especial, muy suya: natural, cariñosa, testaruda, desinhibida... diferente, vamos.

Cuando uno va paseando de camino a ver las tumbas, a compartir los silencios con las estatuas de los panteones, a saludar a los que se han ido, debería sentirse feliz, al menos en parte, por recordar, por mantener en la memoria a los seres queridos, y sentir que en sus raíces late aún la savia que conforma la esencia de la que brota la vida.

1 comentario:

sandra dijo...

Si bien la rosa pierde al mediodía la hermosura que tenía en el alba, la belleza que irradiaba entonces era algo real. Nada en el mundo es permanente, y somos necios cuando pedimos que algo perdure. Y somos más necios si no lo disfrutamos mientras lo tenemos.Feliz el hombre a quien al final de la vida no le queda sino lo que ha dado a los demás.
Me gustaria poner tantos pensamientos sobre este articulo que en realidad me quedo enmudecida,paralizada ante el teclado mirando la pantalla mientras las lagrimas recorren mi mejilla,quizas son lagrimas de tristeza al saber que tus seres queridos no les tienes cerca,que se han ido,o quizas simplemente sean lagrimas de alegria al saber que en algun momneto de tu vida les tubiste a tu lado,,,

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