Taller Encantado

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14 de febrero de 2011

Imposible

Le gustaba dibujar, no recordaba desde cuándo. Se recordaba siendo muy pequeña garabateando siluetas en pedazos de papel arrancados de cualquier periódico que tenía un hueco en blanco. Y luego fue en cuadernos de espiral, y al final blocks que le regalaba su abuelo. Tenía muchos, muchos dibujos guardados por todas partes, algunos colgados en el tablón de corcho en su cuarto, otros pegados al espejo del baño... Unos le hacían gracia, como la caricatura de su profe de ciencias del colegio, otros le resultaban curiosos, como si no hubiesen salido del contacto de sus lápices con el papel, y los más que andaban por aquí y por allá eran bocetos de dibujos más complejos, que a la larga encajarían sin saber muy bien cómo. 

No era sistemática, en absoluto, pero tampoco desordenada. Disfrutaba con lo que hacía y se dejaba llevar durante semanas hasta que repentinamente un día se daba cuenta de que algunos dibujos guardaban cierta relación con otros, que los podía hermanar. Y así, la inspiración surgía como por arte de magia para crear algo nuevo, superior a la suma de las partes.

Luego estaba él. Merecía una carpeta especial, plagada de múltiples perspectivas en las que se podía ver su rostro como en un calidoscopio, desde aquí y desde allá, desde arriba, desde un costado, sus manos, sus ojos, sus orejas, su frente... cientos de dibujos para inmortalizar cada detalle. Y sin embargo su esencia no podía atraparse en el papel. Eran dibujos inconexos con el resto de su obra, porque eran prácticamente estudios forenses de una autopsia imposible de concluir. Nunca estaba satisfecha. Le había retratado en otras ciudades, bajo otros cielos, cubierto por ropas diversas y delineando multitud de expresiones, pero no era capaz de captar aquello que buscaba, esa capacidad de subyugarla con una sencilla mirada, el estrecho lazo que les ataba, ese qué se yo que le hacía irresistible. Donde terminaba su razón y su destreza, donde se daba fin a la esperanza de poder aprisionarle en una hoja de papel, era donde nacía su profundo amor. Era imposible retratarle pero también lo era dejar de intentarlo. Y sabía que si lo conseguía algún día, algo se le rompería dentro del pecho.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cada una que escribes me gusta más que la otra, moooooooooola, es un relato intrigante y acogedor

un beso
Alicia

Anónimo dijo...

Que bonito, queeeee bonito pero que bonito

julita

Anónimo dijo...

Tienes mucho talento. En cada nuevo relato nos sorprendes con personajes de una gran profundidad psicológica.

Soy un gran seguidor de tus blogs.

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