Taller Encantado

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7 de noviembre de 2011

Designios

Contraviniendo los designios de su corazón, Léa decidió extirparse el amor del pecho. Fue un día concreto y preciso aquél en el que escribió en una hoja todo lo que sentía. Luego la destruyó. El papel es franco y dócil cuando se te ofrece en blanco. En él caben todas tus súplicas, tus deseos y tus miedos. Pero también es frágil.

Como decía, contraviniendo los designios de su corazón, aquel día Léa tenía una clara pretensión: dar carpetazo a unos sentimientos que le resultaban más que incómodos, intolerables. Ni descansaba, ni se concentraba en ninguna tarea; vivía con una obsesión permanente anclada en la mente que no la dejaba apenas respirar. No siempre era así, claro está. La cara amable de todo aquel desagradable incidente era sentir el corazón más vivo que nunca, sonrojarse ante la presencia de la persona amada, y, en ocasiones, sentirse tremendamente plena.

Pero ese día, ese aciago día, Léa había sido tan valiente y tan osada, que, contraviniendo los designios de su fe y siguiendo los que le marcaba su corazón, le había había confesado a su íntima amiga que se había enamorado de ella. En lo que Léa definiría después como "aquel rapto de locura" hasta le prometió (como prometen los hombres que nunca cumplen su palabra) que lucharía contra viento y marea para que ambas fueran felices juntas.

No era correspondida.

Fue un día extraño, aquél preciso y concreto en el que Léa se encontró a sí misma y afrontó su verdadera identidad para perderla en un instante. Lo que ella no podía saber entonces es que los sentimientos no caben en un cofre de esos que se tiran al mar. El mar es vasto, pero la marea siempre devuelve los mensajes. A pesar del rito que pretendió ser una cura a su malherido corazón, Léa siguió enamorándose de otras mujeres periódicamente. Nunca consiguió encontrar en un hombre la dulzura de la voz de una mujer, ni la suavidad de sus manos ni mucho menos la azarosa mezcla de ternura y fortaleza que tanto la atraía. Quién sabe si alguna de aquellas veces fue lo suficientemente valiente como para ser ella misma al fin.

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