Taller Encantado

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26 de abril de 2011

El bruto amable

Érase una vez que se era un ser harto desagradable, que exhibía unos modales siempre toscos (entre poco y nada sutiles) y que iba por la vida vociferando y dejando caer sus pesados pies haciendo un ruido insoportable. Le encantaba llamar la atención y parecer un bruto, porque era exactamente lo que era y no quería que nadie le tratara con educación o delicadeza. Prefería las verdades como puños a las flores de pitiminí y no digería con facilidad a quienes intentaban hacerse pasar por lo que no eran. Éstos si que estaban apañados como los pillara por banda, pues sufrirían el escarnio público y la mayor de las vergüenzas en décimas de segundo, antes de poder siquiera alzar los ojos al cielo para pedir clemencia.

Y sin embargo, aunque es muy difícil de explicar, el bruto era amable. Su carencia total de apego a la apariencia y al que dirán, le cualificaba de manera excelente para ejercer su puesto de trabajo. Sus palabras eran las precisas porque no estaban adornadas con vacuidades y su certera agudeza para calar a las personas hacía que, cual cirujano bisturí en mano, extirpara cualquier indecisión en quien a él se dirigía. De esta manera ahorraba mucho tiempo que podía decicar a "sus puntos débiles" como eran sus torvos pies que le hacían parecer un hipopótamo desplazándose sobre una pista de hielo. Tanto necesitaba asentar los pies que cada paso se oía en las antípodas. Tampoco su voz era especialmente discreta, lo que certificaba su dedicación a la tarea (uno podía saber exactamente dónde y qué estaba haciendo a pesar de que estuviera aterrizando un avión a tres metros).

Solo quien se dedicara durante unos minutos a observarle minuciosamente se habría dado cuenta de que tras esa careta colorada y sudorosa había una esforzada persona, preocupada por todo el mundo y diligente a todas horas. A pesar de ser un bruto. Porque era un bruto amable, eso sí, a su manera.

6 de abril de 2011

Réquiem por una maleta

Mi pequeña Paike me ha acompañado durante muchos, muchos años. Es una pequeña maleta marca nisu, que no recuerdo si fue un regalo o si directamente fue comprada en Alcampo, como tantas otras cosas a las que uno no les presta especial importancia porque son eminentemente prácticas. Fuera como fuese, llegó a mi vida para llenarse de mis cosas. Su función era sencilla: albergar pequeños pedazos materiales de aquello que me resultaba indispensable cuando salía de viaje. Desde la muda limpia a un buen libro, desde la guía de viajes hasta los regalitos para la familia. Todo ese pequeño continente derramaba identidad, y, si se hubiese perdido en alguna ocasión, no me cabe duda de que un fragmento de mí se habría ido para siempre, como se desprenden los satélites de los astros, para gravitar en torno a ellos sin volver a tocarlos de nuevo.

Así, esa boca verde delimitada por múltiples bolsillos engulló gustosa mis pertenencias cuando visité las pirámides de Egipto y cuando recorrí Irlanda. Estuvo a mi lado en Italia y en todos los pequeños viajes por la Península que se fueron sucediendo durante mi adolescencia. También me acompañó cuando viajé a Turquía a contemplar el baile de los derviches girovagos y cuando escuché fado por primera vez en una taberna lusa. Refugió mis miedos e inseguridades cuando visité por trabajo Bélgica y fue mi aliada cuando Alemania, Austria y Hungría se abrieron ante mis ojos. En Siria padeció la rotundidad del sol con estoica fortaleza y en Jordania fue testigo de mi devoción por Petra, siendo el nido de mis recuerdos más preciados. Siempre más llena de objetos y experiencias a la vuelta, mi pequeña maleta, plena y rebosante, regreseaba obediente a su destino final: mi hogar.

Alguna vez la oí quejarse, cuando sus pequeñas rueditas, ya desgastadas, chirriaban levemente al contacto con el suelo y pensaba, orgullosa, que me estaba prestando un gran servicio y que los años apenas pasaban por ella. Y sin embargo, el día en que dejara de ser operativa, tenía que llegar y llegó recientemente, para mi desdicha. El asa se rompió, como si fuera de papel, al recogerla de la cinta del equipaje... tantos años han pasado por ella siendo mi silenciosa compañera, que ya creía que siempre estaría ahí.

No importa, pequeña, seguirás formando parte de mi vida en el altillo de mi cuarto y albergarás, como siempre has hecho, aquellas posesiones que me inspiren buenos recuerdos, porque siempre apareciste para trérmelos a las mientes y eso no tiene precio.

Alas

Me he dado cuenta de que los superhéroes existen. No usan capa, ni tienen visión de rayos-X, tampoco saben volar, pero sí tienen superpoderes. Si te preguntas si a tu lado hay uno, solo tienes que pensar en él de forma holística, yendo un poquitín más allá de la suma de las partes. No pienses ¿será un buen padre? ¿será fiel? ¿me acompañará el resto de mi vida? Si te lo planteas siquiera es que no lo es.

Si te da alas (aunque no pueda volar), si te apoya en la toma de decisiones importantes, si te ayuda cuando es preciso y te comprende cuando te equivocas, es que ¡qué suerte! hay uno a tu lado. No abundan, eso es cierto, por eso son tan especiales, pero tienen la inmensa capacidad de transmitir sus poderes a quienes les rodean: transfieren su seguridad, su valentía, su fuerza y entereza. Te ayudan a ser mejor persona, aunque no te des cuenta, y hacen posible que tu vida se vuelva serena y que aprendas a dominar tus miedos, o al menos, a no ser presa constante de ellos. Son buenos compañeros y mejores amigos, amantes generosos y sinceros y maestros en el arte del desarrollo personal.

Mi superhéroe entró en mi vida de casualidad, y casi no le dejo hacerlo, boba de mí, porque por aquel entonces no tenía yo mi radar muy desarrollado y todos me parecían villanos. Sin embargo ahora sé que ha sido la mejor decisión que he tomado nunca y cada día que pasa me siento más afortunada que el anterior. Por eso y porque este viernes es nuestro aniversario, le dedico esta entrada que es una forma de agradecimiento muy pequeña para todo lo que me da diariamente.

4 de abril de 2011

La importancia de sacar la basura

Puede parecer obvio, pero si uno no saca la basura, ésta se acumula, huele mal y a la larga es un gran incordio que no puede generar más que un cabreo constante por irse uno topando con la misma mi...da una y otra vez. Y si lo hacemos en nuestras casas ¿por qué no lo hacemos en nuestras mentes? Irse a lo alto del monte de vez en cuando a dar un buen hipogritohuracanado debería ser un derecho fundamental recogido en la Constitución por varias razones: porque es saludable, porque el desahogo evita las congestiones emocionales y libera tensión y SOBRE TODO porque evita que parte de esa basura hacinada y hedionda caiga involuntariamente sobre quien menos lo merece.

Y en eso la primavera juega un papel fundamental, con sus horas de luz, con el nuevo acercamiento a la naturaleza y la reconciliación con el universo que nos brinda el poder encontrar una vía de escape ante todas esas cotidianas frustraciones, todos esos miedos latentes y esos desasosiegos espasmódicos que van llenando poco a poco el cubo. Si dando una vuelta en bici lo vaciamos un poco ¡¡bienvenido sea el buen tiempo!!

Voto porque el desfogarse se convierta en un deber universal, que además se corresponde con las leyes de la física y nos ayuda a estar en paz con el mundo que nos rodea. A liberarse, a soltarlo todo, a evacuar cuanto contienen nuestros intestinos emocionales, quedémonos huecos para llenarnos luego de cosas buenas y desechar solo aquellas que no hacen sino obstruir el paso de las primeras.

1 de abril de 2011

El otro lado

Miró en derredor y no vio sino horror y fealdad. Todo estaba contaminado de un gris sucio y espumoso que le confería a cuanto veía la pastosa cualidad de parecer tóxico y alejado de la belleza a la que aspiraba con todo su corazón. Tomó su brocha y un nuevo lienzo y se propuso hacer renacer el color en el seno de su desesperación. Se abstrajo invocando la clarividencia que solo otorgan a unos pocos afortunados las musas y en una suerte de trance recreó el mismo Paraíso en todo su esplendor. Su magnífica obra era tan bella que era imposible mirarla sin retener las lágrimas, había tocado la perfección superando al Creador en aquella suerte de ventana a otro mundo, sin duda el mejor posible de todos.

Sitios que he visitado