Al caer la noche, el bosque enmudece hasta que los lobos comienzan a aullarle a la luna de plata. Desde lo alto, las estrellas tintinean mientras los sueños de los niños se pueblan de fantasmas y brujas. Entre los bosques de laurisilva de ramas cargadas de musgos y troncos secos se abren paso toda suerte de criaturas apresuradas por encontrar un refugio seguro en el que pasar la noche. Todas ellas se afanan por tratar de sobrevivir a las horas de oscuridad, siguiendo su instinto de supervivencia. Algunas de ellas lo harán en vano, pues caerán pronto presas de alimañas reptantes o depredadores inoportunos.
El estanque no registra las vibraciones habituales en su superficie, pues la vida duerme a buen recaudo y se cuida mucho de ponerse al descubierto. Sin embargo, en la orilla, la rana no puede evitar la tentación de requerir a su amada, armando un gran revuelo, en tanto que el grillo le sigue en un improvisado dueto, indiscreto a todas luces.
La vida sigue su curso al otro lado de la ventana, al fresco de la noche, y sus misterios seguirán ocultos a las miradas anhelantes. Allá se entrecruzan mil historias de amor, de odios, celos y venganzas, que quedan lejos de mí, aunque muy cerca. No obstante, la azulada bruma pronto engullirá los cedros y los castaños y mi vista no podrá ya más que perderse en los contornos difusos de cuanto mi imaginación retenga. La luna finalmente será presa también de la codicia de las nubes, y no tendré más remedio que acurrucarme en la soledad de la noche y dejarme caer en las profundidades de los sueños y someterme a su caprichoso albedrío. ¿O acaso ya estoy soñando?
El estanque no registra las vibraciones habituales en su superficie, pues la vida duerme a buen recaudo y se cuida mucho de ponerse al descubierto. Sin embargo, en la orilla, la rana no puede evitar la tentación de requerir a su amada, armando un gran revuelo, en tanto que el grillo le sigue en un improvisado dueto, indiscreto a todas luces.
La vida sigue su curso al otro lado de la ventana, al fresco de la noche, y sus misterios seguirán ocultos a las miradas anhelantes. Allá se entrecruzan mil historias de amor, de odios, celos y venganzas, que quedan lejos de mí, aunque muy cerca. No obstante, la azulada bruma pronto engullirá los cedros y los castaños y mi vista no podrá ya más que perderse en los contornos difusos de cuanto mi imaginación retenga. La luna finalmente será presa también de la codicia de las nubes, y no tendré más remedio que acurrucarme en la soledad de la noche y dejarme caer en las profundidades de los sueños y someterme a su caprichoso albedrío. ¿O acaso ya estoy soñando?
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