Todos los perros van al cielo. Los buenos, los malos y los que en vida se portaron regular. Y es que son traviesos, a veces muy ruidosos, y otras tantas lo destrozan todo a su paso como un pequeño huracán, pero son fieles y bondadosos. Defenderán de todo peligro a sus amos, serán sus mejores amigos y siempre tendrán un hueco propio y único en los corazones de quienes vivieron con ellos.
Pase lo que pase, tienen un huequito entre las nubes, un hogar cálido y mullido, en el que pueden recostarse a contar las estrellas. Allí pueden jugar y corretear cuanto quieren saltando de cúmulo en nimbo, deslizándose arco iris abajo y hurgando con sus húmedas narizotas entre todos los tesoros que encuentran en su angelical morada.
Desde allí arriba, nos miran y nos echan de menos, como nosotros a ellos, pero viven felices sabiendo cuánto les quisimos, y recordando cómo les cuidamos, incluso cuando se hicieron mayores y se pusieron malitos. Los perros sonríen mucho cuando recuerdan, y su enorme lengua se les escapa babeando hasta rozar las vaporosas y frescas nubes que les sirven de mirador.
2 comentarios:
Hola hola¡¡¡¡ cuanto tiempo sin escribir¡¡¡ ya te echaba de menos, y de repente un par de días sin conectarme un montón de textos por leer¡¡¡ genial¡¡ son todos preciosos pero yo me quedo con este tu ya sabes porque jeje, espero y deseo que el cielito perruno sea tal y como lo describes, me reconforta la idea de que León nos ve, y sabe que cada día esta en nuestra mente y en nuestro corazón.
Bueno wapichima que me encanta como escribes y que te quiero molti molti¡¡¡¡ muack¡
Esto de la inspiración es así, se tira una sin escribir unos días y luego te viene todo de golpe. Esto ya lo tenía pendiente desde hace tiempo. Muchos besos princesa!!!
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