Se extiende desde que es un mero punto larvado en un corazón roto hasta que eclosiona y lo devora todo a su alrededor. Poco a poco se apodera de todos los pensamientos y saca lo peor de nosotros mismos, ese lado destructivo e irreverente que arremete contra todo y se desborda hasta golpear con el restallido del grito o la sátira más hiriente.
Cuando aquel día, prorrumpió en un estallido de incontenible de ira, nadie pudo comprender el por qué de semejante demostración de enfado. El vaso había estado llenándose poco a poco durante meses, lentamente. Como los cantos del río van puliéndose con la sacudida de las aguas, se fue enquistando en ella un rencor profundo y duradero que iba aumentando con cada nuevo desplante. Lo increíble, una vez conocidas las circunstancias, es que consiguiera retener durante tantos años ese arranque de la más genuina de las iras.
Cuando aquel día, prorrumpió en un estallido de incontenible de ira, nadie pudo comprender el por qué de semejante demostración de enfado. El vaso había estado llenándose poco a poco durante meses, lentamente. Como los cantos del río van puliéndose con la sacudida de las aguas, se fue enquistando en ella un rencor profundo y duradero que iba aumentando con cada nuevo desplante. Lo increíble, una vez conocidas las circunstancias, es que consiguiera retener durante tantos años ese arranque de la más genuina de las iras.
Rotas las cadenas, la bestia que se agazapaba en su interior, y que había ido creciendo esquiva en su interior se apoderó de su alma y nunca más le permitió prorrumpir en llantos ni agachar la cabeza. En vez de eso se dedicó a luchar contra todo y contra todos, dejando a un lado a su familia, a sus amistades y por supuesto borrando de su diccionario personal la palabra tan maltratada según su propia experiencia: "amor". El amor es sólo para los necios, se decía a sí misma mientras sus palabras le devolvían el eco en su interior vacío. Pena y soledad fueron las consecuencias de la ruptura con la injusticia que había martilleado su hastiada existencia hasta la fecha de su estallido final, pero nunca más sintió pena de sí misma, ni tuvo que padecer los sufrimientos de los que había sido víctima. Fue libre su elección de privarse de la compañía que había desencadenado su ira y ejerció su albedrío libando su propio veneno.
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