Sudores fríos, el estómago revuelto, la mente en blanco, el momento que no llega... así nos sentimos todos la primera vez que hacemos algo que nos era desconocido anteriormente. Experimentar cambios, avanzar, dar pasos en nuestra carrera profesional, afrontar nuevos retos y lanzarse a tomar las riendas es difícil, por momentos nos parece imposible. Nos imaginamos en la nueva situación, nuestra mente recorre una y otra vez el mismo sendero con resultados desiguales: hacer el ridículo más bochornoso, perdernos antes de llegar a nuestro destino, recibir el aplauso y felicitación de nuestro supervisores, desfallecer ante la presión... nuestro cuerpo se prepara hasta para lo más imprevisible. Es su defensa natural. Al fin y al cabo esa tortura nos proveerá de multitud de herramientas para no encontrarnos al descubierto, ni siquiera en el ultra-hiper-mega-super-peorcísimo de los casos (qué le vamos a hacer, somos así de optimistas).
La primera vez que pisé un plató para ser entrevistada (y no para estar al otro lado de la cámara tal y como sería de prever) recuerdo que pensaba que me caería de la silla, que tiraría parte del decorado y ¿¡por qué no!? que golpearía la cámara provocando un efecto dominó que llegaría hasta el cortocirtuito y el apagón de toda la cadena. No está mal ¿verdad?
El caso es que mejor o peor (previsiblemente de una forma regular, ni pa ti, ni pa mí), siempre terminamos saliendo de todas las situaciones y lentamente vamos llenando nuestra bolsa de viaje de experiencias, de vivencias, de momentos en los que poco a poco empezamos a sentirnos si no cómodos, al menos no como un tsunami que vaya a llevárselo todo por delante.
El camino es largo. Los que van llegando al final dicen que volverían a recorrerlo de nuevo, revivir los nervios, la ilusión, las ganas de hacer las cosas bien, también las anécdotas, los imprevistos...
Y para cerrar esta entrada, quisiera contaros algo que no os conté de aquél día... y es que, además de llegar con los segundos imprescindibles al programa... el taxista iba escuchando en la radio una entrevista a una actriz porno sobre el sexo a través de Internet... si es que... es para contárselo a los nietos (cuando sean mayores de edad) ¿o no?
La primera vez que pisé un plató para ser entrevistada (y no para estar al otro lado de la cámara tal y como sería de prever) recuerdo que pensaba que me caería de la silla, que tiraría parte del decorado y ¿¡por qué no!? que golpearía la cámara provocando un efecto dominó que llegaría hasta el cortocirtuito y el apagón de toda la cadena. No está mal ¿verdad?
El caso es que mejor o peor (previsiblemente de una forma regular, ni pa ti, ni pa mí), siempre terminamos saliendo de todas las situaciones y lentamente vamos llenando nuestra bolsa de viaje de experiencias, de vivencias, de momentos en los que poco a poco empezamos a sentirnos si no cómodos, al menos no como un tsunami que vaya a llevárselo todo por delante.
El camino es largo. Los que van llegando al final dicen que volverían a recorrerlo de nuevo, revivir los nervios, la ilusión, las ganas de hacer las cosas bien, también las anécdotas, los imprevistos...
Y para cerrar esta entrada, quisiera contaros algo que no os conté de aquél día... y es que, además de llegar con los segundos imprescindibles al programa... el taxista iba escuchando en la radio una entrevista a una actriz porno sobre el sexo a través de Internet... si es que... es para contárselo a los nietos (cuando sean mayores de edad) ¿o no?
4 comentarios:
hoooooooooooolaaaaaa!!! qué tal caraculillo jajajaja
Eso es... my non-gypsy sister???
jajaja!!!
y era interesante la conversación?
si que pasamos a lo largo de nuestra vida por situaciones estresantes, pero están ahí para superarlas.
comentarte sin más, q yo no podría estar delante de una cámara, em siento indefensa y tontuna, jiji
besotes
Pues ya somos dos... bueno yo tontuna me siento todo el tiempo, solo que delante de una cámara es peor, es sentirte tontuna delante de mil ojos... horrible!
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