La cruel constatación de que el verano expira en el último aliento de agosto está aquí: un cielo plomizo acompañado de un viento suave y el olor a tierra mojada que ya trae consigo los ecos de los otoños ya vividos. La consabida cuesta de septiembre, el guardar los pantalones cortos y colgar los pensamientos en nuevos proyectos y citas anuales: el mercado medieval, el festival de cine de Sitges...
Retomar la actividad y cerrar el paréntesis del verano. Concentrarlo todo en el día de hoy porque es el último y cerrar el cajón hasta el año que viene en que lo abriremos de nuevo para sacar las ganas de bajar a la piscina, comer en el campo o visitar una ciudad antes desconocida.
El nuevo ciclo se abre y reconozco que me inquieta.
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