Taller Encantado

English cv French German Spain Italian Dutch Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

23 de junio de 2012

El hombre que no sabía llorar

Salvador se enfrentó demasiado joven a la muerte. Esa era la explicación que esgrimían quienes se encargaron de su evaluación psicológica cuando todo sucedió. Perdió de forma cruel y repentina a quien más quería siendo un niño y había pasado quince días llorando ininterrumpidamente. No hallaba consuelo en nada ni en nadie y estando al borde de la deshidratación, cuando ya se temía por su vida y su estabilidad emocional, cesó su llanto. De alguna forma, recompuso los pedazos de su destrozado corazón y los encajó como mejor pudo, aunque hubo una pieza que jamás volvió a su lugar. En verdad, sus pequeños ojos negros habían visto más de lo que muchos adultos hubieran podido soportar sin perder la cordura, así que se pensó que con el paso de los años, la anestesia del olvido obraría su beatífico cometido, permitiendo dejar crecer al hombre y dejar atrás el dolor y la pérdida del niño.

Se podría decir que fue un joven feliz, alcanzando sin problema sus objetivos a corto plazo y formando un plan de vida junto a una compañera que pronto se postuló como la persona ideal con la que formar una familia y desarrollar un proyecto común. Fue ella, precisamente, quien le preguntó un buen día cuál había sido la última vez que había llorado. Sin duda, sentía pena en ocasiones, ante un buen drama o cuando veía sufrir a sus semejantes, pero desde luego no le había visto nunca derramar una lágrima. Y un día aquello comenzó a ser objeto de su preocupación. ¿Acaso solo lo hacía en privado? ¿Tan celoso era de su intimidad? Había pasado tantos años junto a él... que le parecía inexplicable. Le llevó un tiempo reunir el valor para preguntarle. Ojalá no lo hubiera hecho nunca. En aquel momento se borró la luz de su mirada, los recuerdos se abrieron paso en su mente y se colapsó.

Cayó en estado de coma profundo durante dos años y cuando despertó no podía recordar nada. Poco a poco fue recuperando algo de lo que había sido, pero se le tuvo muy al margen de lo que había hecho antes de caer en coma. Quedó exonerado de toda culpa a la vista de su estado semivegetativo. Nadie podía explicarse cómo había sido capaz de reproducir con precisión quirúrgica el asesinato brutal de su madre haciendo presa en su esposa. Una bestia había dormido agazapada en su interior arrebatándole las lágrimas para salir al exterior anulando a su portador. Los laberintos de la mente son inextricables incluso para quienes se creen capaces de recorrerlos.

Sitios que he visitado